Épocas difíciles se vivían en el Tabasco de principios de los cuarenta. Aislado de la modernidad que poco a poco crecía en el México posrevolucionario, nuestro estado se debatía entre el atraso económico, político y social, pues se iniciaban los grandes cambios del futuro, que aún ahora esperamos que lleguen.

Mala suerte, dirían algunos, sin embargo es para destacar el caudal de talentos que a nivel nacional destacaban ya desde esos lejanos, aciagos, tormentosos y preocupantes días. Pellicer, Gorostiza, Alfonso Taracena, Mora, Iduarte, Noverola, Bastar Sasso y muchos que los antecedieron: Sánchez Mármol, El negro melenudo, Domingo Borrego e interminables etcéteras de valiosos tabasqueños, se han ido, como nuestros abuelos y padres sin ver a un Tabasco próspero y hacia una vida mejor.

Pero no todo es malo, nos ha tocado por fin la oportunidad de trascender, quizá tarde, pues ya pasaron más de 200 años desde que inició el México independiente, pero lo último que debemos de perder es la esperanza de una mejor vida. Un tabasqueño gobierna el destino de México, el futuro de todos nosotros, es como una lotería sin comprar billete, López Obrador llega por su perseverancia y nunca perdió la fe de poder llegar pese a las inercias que dejó el generalato que por momento se veían casi imposible de superar.

Rumbo Nuevo ha sido testigo viviente en sus 76 años, de esta lucha de querer una vida mejor, hoy estamos más cerca que nunca. Nuestro presidente muestra un compromiso total con los tabasqueños y al menos diez funcionarios, comenzando por nuestro gobernador López Hernández, ocupan por méritos propios importantes cargos en el gobierno de la República, que nos alienta a pensar que vamos por buen camino.

Rumbo Nuevo está de plácemes, seguirá de testigo, ahora acompañados de otros medios importantes, para ver un mejor México y un mejor Tabasco.

Esperamos lo mejor de nuestros gobernantes