Comprobado está que los tabasqueños hemos aprendido a través de los años. La crítica ligera y mordaz de descalificaciones que inundaron espacios electrónicos no logró engañar a nadie en Tabasco. Los últimos cuatro gobernadores de tiempo completo nunca entendieron dentro de su propia soberbia, que están colocados, no sólo en el desprecio popular, también sin mucho esfuerzo por el poco trabajo fecundo y creador, que ocupan un lugar preponderante en el basurero de la historia.
Se logró evitar el principio de Voltaire: los tabasqueños impidieron que hombres sin principios pudieran dirigir nuevamente su destino.
Los tabasqueños tuvieron memoria, los resultados de estos candidatos no sólo son aplastantes, son también vergonzosos, pues no supieron aquilatar ninguno de ellos, de los cuatro, el respeto, sin merecerlo, con el que han sido tratados en la etapa de la cuarta transformación. Nada más pensar que deberían estar pagando sus deudas económicas, políticas y sociales en lugares diabólicos y terrenales, se dedicaron a denostar contra los que de nueva cuenta demostraron que cuentan con calidad moral y un apoyo popular sin precedente en nuestro estado
Si se equivocaron, seguramente, en no ejercer el derecho como un acto de cacería humana, a favor de los que saquearon, es preferible que así fuese, pues consolidaron su calidad moral, familiar y política, a la vez que se refrendó la sabiduría popular: “El pueblo se equivoca, pero con el tiempo tiene la última palabra”.
Se consolida la democracia, eso es lo más importante de este ejercicio intermedio. No importa quién ganó, importa cómo y porqué ganaron. No fue solo el trabajo de un candidato, es el ejemplo de que en estos primeros años se ha gobernado con libertad y sin imposiciones, con limpieza y moralidad y sobre todo ante los trabajos de la autoridad electoral, se reafirma su independencia absoluta y su credibilidad abriendo nuevos horizontes en el trabajo político electoral en Tabasco y por supuesto en México.
Vemos pues a un TABASCO vibrante, con tabasqueños pensantes que no se dejan intimidar y que aprendieron, con el pasar de los años, a luchar por sus intereses por el camino correcto: el VOTO, que es la quinta esencia de la democracia y de la libertad.
