Editorial: El paracaídas
Unidad, respeto y tolerancia. Destacada como noticia en nuestro país la reunión del grupo de senadores del partido en el poder para sanar heridas y darle la oportunidad a Monreal de lamer los arañazos políticos por su eventual unión con opositores que solo sirvió para resaltar sus equivocaciones, pero no dejaron, pese a su obstinada […]
31 de enero de 2022

Unidad, respeto y tolerancia. Destacada como noticia en nuestro país la reunión del grupo de senadores del partido en el poder para sanar heridas y darle la oportunidad a Monreal de lamer los arañazos políticos por su eventual unión con opositores que solo sirvió para resaltar sus equivocaciones, pero no dejaron, pese a su obstinada posición, de abrirle espacios y entreabrir las puertas para un retorno a la normalidad de su envidiable posición política.

Recordando una anécdota de hace algunos meses en internet sobre un laureado héroe acreedor de múltiples medallas y todo un ícono en nuestro vecino del norte, se salvó milagrosamente de la muerte eyectándose de su avión en combate, como Cornelio Reyna, a treinta mil metros de altura, salvando la vida milagrosamente y retirándose de la fuerza aérea, dedicó, no con poca soberbia, a disfrutar la vida que la fama le dio y al ser un conferencista platicaba cotidianamente por todo el mundo su hazaña.

No tendría nada de especial, hasta que un día, platicando sus hazañas golosamente, se acercó un retirado soldado a saludarlo y felicitarlo por su grandeza y heroísmo, el héroe, preguntó ¿y quién es usted?, ¿no me reconoce capitán?… no y no me acuerdo de ti… sin pena y ni rubor y con toda humildad el soldado le dijo: me lo imaginaba capitán, me retiré como cabo, pero, yo soy aquel amigo que durante más de cinco años, armé su paracaídas, y el día de su accidente, aproveché a darle un fuerte abrazo y me congratuló que salvé su vida

Perplejo el héroe y avergonzado por lo sucedido ante un grupo numeroso de medios, se disculpó, lo abrazó y lo invitó a comer, disculpándose a la vez el soldado y retirándose de inmediato.

El militar no pudo conciliar el sueño, al día siguiente tendría ante altos mandos castrenses una intervención pública pues recibía un enésimo homenaje y medalla al mérito de la Armada y en su discurso no sabría qué hacer ni qué decir.

Hace muchos años conviví con un hombre de menor rango, yo un conocido aviador, me sirvió todos los días con singular lealtad, me acompañó en el anonimato en más de cincuenta misiones de vida o muerte, me ayudó, me sirvió, me cuidó, y después de muchos años, recibo todos estos reconocimientos y no me acordaba de este compañero soldado. Ayer lo encontré, con modestia y con la vieja lealtad me reconoció como su héroe, no sabía yo quién era. Qué tristeza, qué vergüenza, tanto que me sirvió y nunca se lo agradecí y estoy vivo gracias a él.

Comenzó su discurso: amigos mi pregunta de hoy: en su vida, ¿quién ha sido el que arma su paracaídas y a cuidado de ustedes?

Esta historia es simple, Monreal toda su vida en la política, inclusive cuando la gobernadora que lo sucedió al gobierno pidió cárcel para él, siempre estuvo su amigo quien le puso el paracaídas y cuidó de él y su familia. Ha ocupado todos los cargos, ha tenido las mejores oportunidades, siempre con su amigo el del paracaídas. Pero le hace falta grandeza y lealtad para cuidarlo de la misma manera como lo ha cuidado, reciprocidad pues, al igual que nuestro héroe de hoy, admita que tiene la suerte de tener un protector que cada vez que está en problemas, le arma el paracaídas, lo protege y le salva la vida. AMLO, si bien es un hombre difícil y no es afecto a los apapachos y lambisconerías, obra con sus amigos con singular lealtad. Hoy aprendió que no siempre la lealtad es de ida y vuelta, Monreal debe de estar agradecido que, además, le mandó un buen y respetuoso mediador, si no…

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