Editorial
El viejo PRI Añejo, viejo, antiguo, todo, sinónimo de experiencia en el quehacer político, pero no ha sido suficiente. César Camacho e Ivonne Ortega, no tuvieron la visión para prever lo que sucedería en Tabasco. Erubiel Alonso, con una oportunidad única que le cayó del cielo por tiempos y circunstancias, estuvo lejos, muy lejos de […]
10 de junio de 2015

El viejo PRI
Añejo, viejo, antiguo, todo, sinónimo de experiencia en el quehacer político, pero no ha sido suficiente. César Camacho e Ivonne Ortega, no tuvieron la visión para prever lo que sucedería en Tabasco. Erubiel Alonso, con una oportunidad única que le cayó del cielo por tiempos y circunstancias, estuvo lejos, muy lejos de apreciar este premio mayor ganado, inclusive sin comprar boleto.
Simpático, charlatán, chismoso, mentiroso, argüendero, mujeriego, ambicioso y dadivoso en el regalo del queso “bejucal”, fue advertido por propios y extraños que su juego de burla política lo llevaría a lo inevitable: la segunda derrota consecutiva en un proceso electoral. Lo peor, que en el momento de enfrentar las consecuencias, se esconde, divaga, miente más y llora, ¡sí!, llora encerrado entre sus amigos dándose cuerda unos a otros.
Esta historia se ha repetido en forma alarmante en el PRI de los últimos años, y es tan noble su militancia, su voto duro, que han aguantado eso y más. Están aún en tiempo de tomar las decisiones adecuadas. Ya no delegados ineptos y conflictivos, ya no presidentes improvisados, ya no más bisutería partidista y electoral, hay cuadros suficientes, inteligentes y capaces, que pueden rescatar de la pobreza ideológica a este instituto político.
Impugnar, ¡sí!, es un derecho. Pero los resultados están dados. Nunca se trabajó de manera profesional y ahora esperan que los tribunales logren lo que en las urnas debieron ganar. ¿Elección de Estado?, es una de las principales acusaciones que ha tenido que pasar el PRI de forma cotidiana en su larga vida política, pero con la misma inteligencia que desecharon ese señalamiento por largos años, deberán esgrimirla de nueva cuenta para aceptar su derrota, sino no lo hacen, serían el nuevo partido beligerante que sustituya los excesos históricos del nuevamente ganador PRD.
La grandeza no está en aceptar el triunfo, la grandeza está en aceptar la derrota.

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