Dínamo Inmóvil
Agenor González Valencia A Jorge Colorado Lanestosa Todas las mañanas, al salir de mi casa, temprano, entre la soledad y el silencio, paso frente a un jardín escaso de flores. Me detengo un momento para apreciar los pétalos, que dan vida y color ante mis ojos. Miro con alegría a las rosas y jazmines que […]
11 de junio de 2014

Agenor González Valencia

A Jorge Colorado Lanestosa
Todas las mañanas, al salir de mi casa, temprano, entre la soledad y el silencio, paso frente a un jardín escaso de flores. Me detengo un momento para apreciar los pétalos, que dan vida y color ante mis ojos.

Miro con alegría a las rosas y jazmines que ofrecen su belleza a la luz de la alborada. Tal parece que ellas y ellos están en espera de mi presencia.

A veces me llenan de alegría los botones que van tomando forma y color hasta convertirse en tulipanes, rosas, jazmines o gardenias.

Pasa el tiempo y con él mi edad y la edad de aquellas hermosas creaciones de la naturaleza.

Hoy, por la mañana, he pasado frente al jardín, mis ojos se humedecieron con lágrimas y el corazón multiplicó sus latidos. ¡Faltaban en las ramas, la mayoría de esas mis amigas, las flores hermosísimas, fuente de aliento espiritual! Con tristeza miré hacia el cielo: allí estaban dispersos los pétalos que tanto iluminaron mi corazón, ¡Marchitos por el tiempo y la esperanza! Esto me hizo meditar: la belleza no es eterna. Las creaciones de Dios transitan en nuestra alma y nos indican con alegría o sentimiento, que la vida tiene su tiempo y la belleza igualmente.

Las flores tienen perfume, pero también espinas. El pasado no existe. El presente al pensarlo se transmuta en pasado. Y el futuro cuando llega, ya no somos nosotros.

La vida tiene su momento, el amor es una flor que en la ausencia se marchita. La plenitud del ser es el estar siendo. Dínamo inmóvil el porvenir está en nosotros.

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