Crónica Urbana. Temporada de zopilotes
Luis Enrique Martínez Rumbo Nuevo —Te tiene que pagar, ¡y con intereses! —, presiona, autoritaria, una mujer de edad avanzada a uno de los muchos cobradores de préstamos a la mano a cientos de locatarios y trabajadores del mercado ‘José Ma Pino Suárez’. —Tú dijiste que ibas a cobrar hasta que pasara el coronavirus—, se […]
14 de abril de 2020

Luis Enrique Martínez
Rumbo Nuevo
—Te tiene que pagar, ¡y con intereses! —, presiona, autoritaria, una mujer de edad avanzada a uno de los muchos cobradores de préstamos a la mano a cientos de locatarios y trabajadores del mercado ‘José Ma Pino Suárez’.

—Tú dijiste que ibas a cobrar hasta que pasara el coronavirus—, se defiende el empleado de la taquería El Paso de las Damas. El resto de trabajadores y clientes son testigos de la escena.

Marco, un chaparro de complexión robusta, estruja en sus manos la lista de deudores. Detrás de él, soplándole a la nuca, está la anciana enfundada en un juego de pantalón y blusa de color blanco, y sandalias de piel; collares y pulsos cuelgan del cuello y las manos de piel moteada. La cabellera es oxigenada en rubio.
—Sí va a pagar, no se preocupe—, persuade mientras saca del resorte de la libreta un lapicero. Busca el nombre del deudor. Apunta en una hoja. «¿Cuánto vas abonar?», indaga mientras el deudor, de tupido bigote, continúa lavando platos y vasos; despachando refrescos y jugos naturales y preparados, sin perder de vista a la presunta prestamista.

«Paga tus deudas muchacho», interviene el administrador del local. El interfecto vuelve a lo mismo: «Marco dijo que hasta que pasara el coronavirus iba a cobrar…» La señora avanza al pasillo transversal del fondo norte de la plaza. Enseguida vuelve por sus pasos. Insiste pero ahora no a Marco si no al deudor: «Así como tuviste gracia para pedir, así debes tener vergüenza para pagar…»

Con el lapicero, Marco golpea la libreta abierta; luego, el mostrador. Gira a su derecha y comenta a «la patrona»: «Vamos a cobrar a los demás y regresamos…»

Refunfuñando, la señora acepta la sugerencia. Van de local en local, uno si y el otro, también… de paso, aliñan a los vendedores de frutas y legumbres que cada vez se adueñan de los pasillos de la central de abasto. En estos tiempos, esta clase de revendedores son los más perseguidos por los prestamistas. Por cada mil pesos, por ejemplo, terminan pagando mil 300 al mes si tienen suerte. Hay quienes son comidos por los intereses.

Naturalmente, una deuda por muy pequeña que sea, enraiza o distancia de por vida al pequeño emprendedor al mercado. Al agiotista no importa los tiempos de vacas flacas como los que están pasando locatarios y revendedores del «José Ma». La clientela disminuye cada vez más. Bastaba con ver la cara de los comerciantes al mediodía de este «domingo de resurrección» para saber el difícil trance que están pasando. No hay consumidor, no hay ventas. A regañadientes, el #Quedateencasa es atendido cada vez más por la población pero…

Y si a esto le sumas las deudas. ¿Cómo pagas? Ya lo advertía el presidente Andrés Manuel López Obrador en una de sus recientes mañaneras: «Es temporada de zopilotes…»

Y no sólo sobrevuelan las plazas públicas de Villahermosa –lo del mercado Pino Suárez, simplemente es una muestra—, sino que ya son los verdaderos prestamistas quienes están saliendo a cobrar. Y amenazan con echar a la policía al que se niegue, no a cubrir la deuda, sino abonar algo.

—A la otra pagas abono ¡y con intereses!—, advirtió la señora con un parecido a la legendaria Ligia —en la forma de vestir y en el tono golpeado de voz—, aquella propietaria del restaurante que llegó a ser el más frecuentado del centro de Macuspana.

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