Crónica. Tapaboca a la corrupción
Este agosto, más para ubicar en tiempo la efeméride de la historia política contemporánea de Tabasco, el domingo 16, hará 37 años de que el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador dimitiera a la presidencia estatal del PRI. Fue una espina que empezó a desinflar el globo aerostático en el que por mucho tiempo, por […]
1 de agosto de 2020

Este agosto, más para ubicar en tiempo la efeméride de la historia política contemporánea de Tabasco, el domingo 16, hará 37 años de que el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador dimitiera a la presidencia estatal del PRI. Fue una espina que empezó a desinflar el globo aerostático en el que por mucho tiempo, por no decir desde siempre, vivió la población cuya idiosincrasia Andrés Iduarte definió en Un niño en la revolución mexicana.

«En Tabasco sólo tenía cabida el hombre decidido. El prudente era candidato al desprecio eterno y, más todavía, a la misma muerte», acuñó el prosista cuya obra fue reeditada por el gobierno a cargo de Enrique González Pedrero en 1985, dos años después de que su alumno renunciara a la vida burocrática local el 16 de agosto de 1983.

Después, la historia repite hechos y una narrativa y lucha singular, imperecedera por la democracia y contra la corrupción y la impunidad. De 1977 a 1982, López Obrador empezó a sembrar en un terreno totalmente olvidado por el colonialismo político: las comunidades indígenas. Y de la convivencia con los que nada tienen, como ya lo dijo, aprendió. Y no olvida esas enseñanzas.

Son tres los conceptos que giran en torno al presidente de México. Son los mismos que aparecen en cada uno de los boletines elaborados por el jefe de prensa del CDE del PRI: Alberto Pérez Mendoza. Aún viven periodistas que ahora los comunicólogos de títulos en la pared identifican despectivamente como «la vieja guardia», que pueden narrar esa época ya porque combatieron ese discurso o porque revolcaron los despachos de prensa.

La hemeroteca no miente: desde enero y hasta agosto de 1983, la presidencia estatal del PRI luchó por cambiar las cosas de manera pacífica, por la vía democrática, pero combatiendo la corrupción y la impunidad. En cada uno de los eventos políticos, el discurso era hasta trillado, repetitivo hasta que…Gustavo Rosario Torres y 13 alcaldes más, salieron a defender, sí, la corrupción y la impunidad.

Óscar Argáiz Zurita y Joaquín Cabrera Pujol de Jonuta y Emiliano Zapata, fueron los únicos que se opusieron a la felonía partidista orquestada por el tristemente célebre confidente y asesor de asesores de los gobernadores Andrés Granier Melo o Arturo Núñez Jiménez y muchos más afines a la mezquindad del alcalde de Centro en el periodo 1983-1985. Uno más, Luis Felipe Oropeza Luna, de Jalapa, optó por la abstención.

La corrupción es primitiva. En cualquier época de la historia aparece. Por ello tiene defensores a ultranza hasta en la era de la globalización, en pleno siglo 21. Si trasciende milenios, ¿cómo no va a penetrar en Marko Cortés el presidente del PAN que denunció al presidente López Obrador por no usar cubre boca durante la pandemia del coronavirus?

Pero al paisano del ex presidente Felipe Calderón («Caminos de Michoacán/ Y pueblos que voy pasando/ Si saben en donde está/ Porque me lo están negando/»), pronto le llegó la réplica: «Voy a usar tapaboca cuando se acabe la corrupción», externó en la mañera de este viernes 31 de julio el presidente López Obrador a pregunta expresa.

Aún entre la población de Tabasco se desconoce la obra literaria de Andrés Iduarte. Y nunca es tarde para leer y saber que, contra lo que divulgan y difunden fifís y conservadores, que los hay en una tierra por tradición liberal, «el tabasqueño –que lleva apellidos franceses e ingleses, a veces entroncados con la piratería antillana– muere con gusto por lo que cree y hasta por lo que no cree».
Luis Enrique Martínez
Rumbo Nuevo

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