Crónica. Efervescencia guadalupana
Generación tras generación, la familia Hernández, González, Pérez, Pimienta, Maglioni, Sosa y otras han visto crecer la efervescencia guadalupana justo cuando las autoridades claman por el enseñar, guardar y respetar valores morales para recuperar la seguridad y confianza que caracterizó a los pueblos convertidos en metrópolis como la antigua Villahermosa. Una paradoja siniestra de la […]
11 de diciembre de 2022

Generación tras generación, la familia Hernández, González, Pérez, Pimienta, Maglioni, Sosa y otras han visto crecer la efervescencia guadalupana justo cuando las autoridades claman por el enseñar, guardar y respetar valores morales para recuperar la seguridad y confianza que caracterizó a los pueblos convertidos en metrópolis como la antigua Villahermosa. Una paradoja siniestra de la cual nadie se escapa.
Bisnietos, nietos, hijos de aquellos primeros pobladores de la calle José Moreno Irabien —un maestro afín al garridismo sacrificado en la esquina que conforma aquella con la Quintín Arauz— en la colonia Primero de Mayo, ahora son testigos de los cientos de peregrinos que vienen de otras latitudes al Santuario Guadalupano.
Año tras año, cada diciembre, la tradición se repite puntual, desde el mismo nacimiento del mes: el docenario es la etapa previa organizada por las autoridades civiles y crelicales para establecer orden entre el innúmero de familias y asociaciones de todo tipo que anhelan participar en la fiesta religiosa que une a la comunidad católica en una fervorosa fiesta injertada al consumismo. Arroyos, ríos de gente y vehículos en peregrinación conformando una contaminación audiovidual y caos vial.
En la antevíspera del 12 de diciembre, todo es igual: familias, hombres y mujeres de todas las edades, pernoctando afuera o en el interior del templo a cargo del multifacético párroco Denis Ochoa Vidal, quien además es vocero de la Diócesis de Tabasco y aún aparece como sacerdote de la Santa Cruz. La presencia de la tradición que viaja en transporte público o privado, así como en bicicleta, queda en la calle, sobre ese andador convertido en estacionamiento público y privado en cualquier época del año.
«Ahora toca a ustedes defender el espacio», respondió, vía Facebook, el desaparecido presbítero Rubén Ponce de León Murillo, quien al pasar como párroco del Santuario Guadalupano promovió ante el ayuntamiento la pavimentación con concreto hidráulico de la calle. La obra fue inaugurada en 2005 por el alcalde Florizel Medina Péreznieto; y 17 años después de aquella sorprendente edificación no queda más que lamentos…
Al autor de la remodelación integral del templo Francisco de Asís en Jalpa de Méndez —que por grandiosa es visita obligada del turismo—, así como de la iglesia de San Sebastián en la colonia Atasta de Serra, se le había enviado una denuncia vecinal por la constante destrucción del pavimento de particulares y autoridades que anuncian la ruina de la calle como estaba a mediados del siglo pasado cuando creyentes cedieron el terreno para la construcción del templo.
Por estos días que la seguridad del lugar se ha redoblado, no deja de escucharse la queja de los profesores de la escuela primaria «Luz Loreto» por el constante asalto a sus automóviles. La preocupación es tanta que director del plantel José Edilberto May Sánchez, quien lleva más de un cuarto de siglo como tal, cedió parte del patio para estacionamiento a costa de restringir el espacio recreativo del alumnado. ¿Eso es rescatar los valores?
Parecen leyendas urbanas pero todo eso lo recuerdan los vecinos cada fin de año. Ya se acostumbraron de que cada domingo, el andador se convierta en tianguis. Una presencia que aumenta por estas fechas con la venta de adminículos, juguetes y prendas alusivos a la temporada navideña. Y más ahora por los efectos del frente frío, en una zona donde el viento sopla libre en libertad…
Mientras comienzan a desfilar niños, niñas, ataviados con ropa desechable que pretende clonar imágenes de la presunta aparición de la que llaman «Virgen de Guadalupe» al nativo del Tepeyac, la feligresía está desconcertada porque cada vez los servicios heredados por la invasión e imposición de la religión católica por los españoles —bautizo, primera comunión, confirmación, quinceaños, bodas y otros—, compiten con la inflación. No sólo eso sino que sacerdotes como Ochoa Vidal no trata igual a desiguales. Se toma fotografías con personajes como Francisco Sánchez Ramos pero no con cualquiera, por ejemplo.
Este docenario se lleva a cabo con misas presenciales pero con restricción sanitaria. El obispo Gerardo de Jesús Rojas —que por falta de carisma o por representar el ala conservadora del clero mexicano, es masticado pero no tragado por la feligresía que lo culpa de la disminución de la fe católica en Tabasco— está citado para ofrecer el acto religioso a las 05 horas del lunes. Es una tradición que viene de no hace mucho pero que le pone el clímax a la fiesta religiosa ya fervorosa con la entonación de las mañanitas guadalupanas.
Y así será este lunes 12 de diciembre. La fiesta que se engarza con las venideras de fin de año y que la opinión pública ha denominado como temporada Lupereyes, será, otras vez, aliento de vida y preocupación para las familias vecinas del lugar.
Luis Enrique Martínez
Rumbo Nuevo

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