Crónica. Desigual carrera salarios-precios
Luis Enrique Martínez Rumbo Nuevo La cola para comprar churros ascendía al área de restaurantes del mercado «José Ma. Pino Suárez». En el pasillo transverso, con dificultad avanzaban los consumidores al paso de la legión de vendedores a pie de frutas y legumbres, así como artículos de higiene, ropa y calzado. Es el primer domingo […]
6 de julio de 2020

Luis Enrique Martínez
Rumbo Nuevo
La cola para comprar churros ascendía al área de restaurantes del mercado «José Ma. Pino Suárez». En el pasillo transverso, con dificultad avanzaban los consumidores al paso de la legión de vendedores a pie de frutas y legumbres, así como artículos de higiene, ropa y calzado. Es el primer domingo de julio con covid19. Adentro y por fuera, la plaza está a reventar.

Taxis y combis circulan por Constitución, Pino Suárez y Hermanos Bastar Zozaya. Peatones van y vienen desafiando vehículos en la calle porque en el cruce de las primeras avenidas no funcionan o no hay semáforos, como tampoco se ven elementos de tránsito o de seguridad por la zona. La movilidad de hombres y mujeres es una postal de la Villahermosa no obstante la pandemia del coronavirus.

«De todo un poco», «El Puerto del Edén», «El Poder de Dios», «El Paso de las damas» son algunos de los nombres de los puestos que exhiben la diversidad de alimentos –carne, aves de corral, pescados y mariscos–, pozolerías, taquerías, restaurantes…bisutería y productos esotéricos hasta acumular más de mil locales abiertos. Entre los pasillos, a veces uno cerrado. Son los menos.

Por el número de marchantes encontrados en los pasillos, se colige que las ventas repuntan. Que el verano no sólo es de calor y lluvias, sino también trae un levantón comercial en el principal centro de abasto de Tabasco. Bocanadas de oxígeno a un gremio severamente golpeado por el patógeno del siglo 21. Una recuperación, sin embargo, que pega en el bolsillo de la población.

La mayoría de las personas portan cubre bocas, caretas y el gel antibacterial está a disposición de la clientela en cada uno de los puestos. «Ahí alcohol del bueno», ofrece el operador de la carnicería «El Poder de Dios». Pero la carne es uno de los productos que están en las nubes, inalcanzables para la clase asalariada. Cuando hay, la piltrafa que antes se regalaba, ahora se vende.

En la parte superior de los locales de la zona de pescados y mariscos, destacan hojas blancas con la razón social de la «Profeco». En caligrafía se establecen los precios. «Aquí puras criollitas, paisa», destaca Pablo Aguirre, un vendedor originario de Ismate y Chilapilla, municipio de Centro, al invitar a la compra de mojarras casta rica y tengoayaca. Un kilógramo de la primera vale 120 pesos. Ni pensar llevar a la mesa un pejelagarto.

Contados pero aparecen los franeleros por las calles que circundan al «José Ma.» No se han ido todos porque, incluso, están en el interior del mercado. Usar el estacionamiento significa doble pago: diez pesos por hora al ayuntamiento de Centro y cinco pesos al viene viene, sino…»a la otra nos vemos». Un rayón sale más caro que obsequiar cinco pesos. No hay de otra.

«¿Y qué tiene?», apremia con prudencia y cariño una señora a su hija que al ver la fila para comprar churros parece abandonar el gusto por la harina frita azucarada. No obstante, pudo más el deseo. La joven escaló más de diez peldaños porque la cola guardaba la distancia sanitaria. Iba a la zona de restaurantes.

Y desde lo alto, la muchacha de pantalón de mezclilla, blusa blanca ajustada y tenis, observó que algunos de los comerciantes y compradores entraban en la relación natural del mercado sin guardar la distancia y sin cubre bocas…el indicador de contagios en Villahermosa va a la alza. Rompe cualquier pronóstico para domar la curva de la pandemia lo más pronto que se pueda. Pero…así, no…

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