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Crónica. Al mal tiempo, buena cara
La afluencia fue baja, intermitente, lejos de aquellos ejercicios democráticos que el priismo comenzó a realizar de enero a agosto de 1983 Luis Enrique Martínez Rumbo Nuevo «¿Dónde está el PRI?», pareció preguntar Fabian Granier Calles cuando apareció en el parque Lázaro Cárdenas de la colonia Atasta de Serra. En ese legendario lugar —sede de […]
12 de agosto de 2019

La afluencia fue baja, intermitente, lejos de aquellos ejercicios democráticos que el priismo comenzó a realizar de enero a agosto de 1983

Luis Enrique Martínez
Rumbo Nuevo
«¿Dónde está el PRI?», pareció preguntar Fabian Granier Calles cuando apareció en el parque Lázaro Cárdenas de la colonia Atasta de Serra.
En ese legendario lugar —sede de los primeros eventos deportivos y políticos trascendentes de la incipiente zona urbana de la Villahermosa de la segunda mitad del siglo pasado—, la dirigencia estatal del Partido Revolucionario Institucional (PRI) instaló la casilla 023 para que la militancia votara por su candidato preferido para presidente nacional: Alejandro Moreno, Ivonne Ortega y Lorena Piñón.
Pero al igual que ocurrió en el resto de los centros de votación disponibles en zonas rurales y urbanas de los 17 municipios, la afluencia fue baja, intermitente, lejos de aquellos ejercicios democráticos que el priismo comenzó a realizar de enero a agosto de 1983 —con Andrés Manuel López Obrador en la presidencia estatal— o de la «democracia de carne y hueso» que promovió el gobernador Enrique González Pedrero en 1985.
Apelando al dicho según el cual «al mal tiempo, buena cara», un funcionario de casilla invita a los curiosos que se acercan, por ejemplo, a una de las dos casillas instaladas en la sede estatal tricolor, a exhibir su credencial de militante para votar: «Aquí no le ponemos tantas trabas al asunto», ofrece, sonriente, mientras juega con hojas de papel tamaño carta donde se supone está el listado de votantes.
Detrás de la mesa y el ánfora acaso hay una decena de funcionarios de casillas. El mismo número aparece en la ubicada metros adelante, al pie de las escaleras del inmueble de la avenida 16 de Septiembre, colonia Primero de Mayo. Ambos grupos no llegan a superar el número de reporteros que pasa las primeras horas del la jornada, bajo la sombra del vetusto árbol de mango. Operando sus teléfonos celulares.
Al mediodía, cuando ya a través de las redes sociales circula una diversidad de información y bulos que dan cuenta de la poca afluencia de votantes, así como las naturales irregularidades en la apertura de casillas y la inasistencia de representantes de casilla, en particular los vinculados con Ortega y Piñón, Miguel Cachón Álvarez no sólo vota sino que escudriña a sus correligionarios al frente de la casilla instalada en el parque de Los Guacamayos, colonia García.
«No se preocupen, al rato aparecen. Así es esto», devuelve, optimista, cuando un funcionario le informa sobre la anunciada ausencia de priistas en la votación interna del PRI.
Todo ese desolador panorama encuentra el hijo del ex gobernador Andrés Rafael Granier Melo —tal vez el segundo y último militante priista en ganar la titularidad del Poder Ejecutivo en el primer cuarto del siglo—, cuando desciende de su automóvil para cumplir con su militancia al PRI.
Por supuesto que su arribo sorprende a propios y extraños. Incluyendo a los pocos reporteros que logran capturar el momento. Un extraño episodio por todo lo que la familia Granier Calles, incluyendo, obvio, sembró durante el sexenio 2007—2012: hasta no hace mucho, padre y hijo fueron declarados inocentes de los procesos judiciales que el gobierno de Arturo Núñez Jiménez interpuso y denunció durante todo su régimen.
Con lentes oscuros, barba sin rasutar, Fabián Granier Calles —el joven perseguido por las multitudes durante la campaña electoral de 2006 y, también, el hijo del mandatario que ponía y quitaba empleados en la administración estatal—, ante la casilla exhibió su credencial de militante y votó tras recibir la papeleta correspondiente.
—¿Por quién votó?—, le preguntaron. Evitó romper con la secrecía. Sonriente, habló de la jornada para elegir al presidente del Comité Nacional del PRI: «Es un ejercicio democrático en el cual va a ganar la democracia…»
Todavía, al cierre de las casillas, la incertidumbre predominaba: «¿A qué hora sale a votar la gente?»

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