Corrupción I
Soy un ex gobernador pobre, porque cuando tuve el poder no me serví de él para saquear las arcas públicas. En cambio, cuatro o cinco funcionarios, cuando menos, salieron millonarios de mi gobierno. Manuel R. Mora/ Entrevista de José Frías Cerino. Erwin Macario erwinmacario@hotmail.com Durante su gobierno, 1965-1970, don Manuel R. Mora Martínez no denunció […]
14 de abril de 2014

Soy un ex gobernador pobre,
porque cuando tuve el poder
no me serví de él para saquear
las arcas públicas. En cambio,
cuatro o cinco funcionarios,
cuando menos, salieron millonarios
de mi gobierno. Manuel R. Mora/
Entrevista de José Frías Cerino.

Erwin Macario
erwinmacario@hotmail.com
Durante su gobierno, 1965-1970, don Manuel R. Mora Martínez no denunció a ninguno de sus corruptos. En la entrevista que, tres sexenios después, en noviembre de1988, le hizo Frías Cerino, amenazó, eso sí, que escribiría sus memorias. Por ahí debe estar, esperando un editor, su “yo acuso” contra quienes calificó de ingratos.

Otro gobernante, considerado también entre las aves raris de la política tabasqueña, le puso el dedo a uno de los suyos, cuando al término de su mandato le preguntaron qué le gustaría ser. —Director de egresos —respondió el ex mandatario.

Viene a mientes esto y otros recuerdos a consecuencia de la cloaca que ha destapado, por su ambición y novatez, el presidente del PRI estatal, Erubiel Lorenzo Alonso Que, quien ha hecho que se mire atrás a los gobiernos priístas, sin el peligro de convertirse en estatua.

Un recuento de los errores que su partido ha cometido —en el lapso de medio siglo que va de Carlos A. Madrazo a Andrés Granier— así como haber subido a las redes una acusación por fraude contra el dirigente estatal priísta, ha motivado que se le quiera defender alegando prescripción del delito. Para la memoria histórica no se extingue ningún delito contra el pueblo. Tampoco se vence la historia corrupta de sus políticos.

Aunque en la mayoría de los casos no se pueda culpar a quienes son, en la historia, y en la histeria política, cabezas de gobierno. Que, éstos, no hayan encarcelados a sus corruptos y, lo más grave, los hayan defendido a riesgo de la mácula propia.

El propio Manuel R. Mora estuvo de acuerdo en ello: “Soy un hombre que vive con mucha modestia. No me arrepiento, pudiera arrepentirme, pero no me arrepiento, porque mi conciencia está tranquila. Si alguien ha sacado cientos de millones de pesos del Gobierno del Estado, allá ellos. La historia quizá algún día s encargará de juzgar a cada quien”.

Tal vez Tabasco no sea el edén de la corrupción. Quizás. Pero, en septiembre de 2013, un mes antes que aquí se efectuara el Foro Internacional para Prevenir la Corrupción, se publicó en un diario local que ocupaba el primer lugar en corrupción en los últimos años en el sureste mexicano, alcanzando niveles sólo por debajo del Estado de México y Tamaulipas, que mantienen los más altos niveles en el país.

“De acuerdo al Índice Nacional de Corrupción y Buen Gobierno, Tabasco aumentó su niveles de corrupción en los siguientes años, en el 2001 registró 8.5 de corrupción; en 2003 subió a 6.9, para el 2005 alcanzó uno de sus niveles más altos con 13.6 de corrupción, en 2007 a pesar de haber bajado el índice hasta 4 puntos, se mantuvo por encima del resto de los estados del sureste con 9.7, finalmente en el año 2010 Tabasco volvió a incrementar su nivel de corrupción con 10.9, nivel de corrupción en servicios públicos”, se publicó.

En el Foro Internacional para Prevenir la Corrupción, celebrado el 30 de septiembre y uno de octubre del año pasado, Dimitri Vlassis, jefe de la Subdirección de Delitos Económicos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, afirmó que, además de la cultura, la impunidad y la inequidad también son otros de los motivos por lo que se puede dar la corrupción entre la gente.

El propio actual gobernador, Arturo Núñez Jiménez advirtió en ese foro, ¿con Bobbio?, que una de las perversiones éticas más dañinas es el cinismo social, basado en la presunción de que toda la gente es real o potencialmente corrupta y que, por lo tanto, más vale ser uno mismo el que se aproveche de las oportunidades de lucro ilícito, pues de otra manera alguien más va a hacerlo.

Con algunos señalamientos contra algunos de sus funcionarios, un mes después, durante su primer informe de Gobierno, recibió el aval de quienes le acompañaron de fuera:

«Habiendo heredado décadas de abandono y de incertidumbre que hundió a la gente en la desesperanza, hemos empezado a caminar con mucha responsabilidad, como él mismo lo anunció, en un combate directo contra la corrupción», dijo Jesús Zambrano Grijalva, dirigente nacional del PRD, mientras Silvano Aureoles Conejo, líder de la bancada perredista en el Congreso de la Unión, confió en que Núñez entregará buenas cuentas, y valoró el esfuerzo que ha realizado para enfrentar las dificultades y retos que tiene actualmente la entidad. “Es un hombre experimentado y capaz, por lo que creo que va por buen camino”, dijo.

Sin amargo, nadie está exento de la corrupción. Lo acaba de recordar Jorge Priego Martínez, por la muerte de Leandro Rovirosa: “¡Claro que como siempre sucede, no faltaron quienes traicionaran su confianza y se dedicaran a llenarse las faltriqueras con el dinero del pueblo tabasqueño!, pero afortunadamente fueron los menos y todos los conocemos y no los olvidamos. Hubo uno de ellos, cuyo alias vino a ser sinónimo de corrupción, inverecundia y enriquecimiento no inexplicable, sino fácilmente explicable merced a sus turbias actividades. Se decía en aquellos días, que la fortuna mal habida de este espécimen, superaba los quinientos millones de pesos; pero lo hecho por sus ingratos y malos colaboradores, no desdora la brillante labor de Rovirosa, en pro del bienestar y la cultura de los tabasqueños”.

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