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Chenonceau, el castillo de las Tres Reinas
Por Ferdusi Bastar Mérito Rumbo Nuevo Francia es la tierra de los vinos, de los quesos, de la gastronomía, de la moda, de los perfumes, y entre otras cosas de los castillos. Y los hay enormes, como Versalles, el más fastuoso del mundo, su cuerpo principal ocupa 7 hectáreas, con teatro de la ópera y […]
30 de mayo de 2019

Por Ferdusi Bastar Mérito
Rumbo Nuevo
Francia es la tierra de los vinos, de los quesos, de la gastronomía, de la moda, de los perfumes, y entre otras cosas de los castillos. Y los hay enormes, como Versalles, el más fastuoso del mundo, su cuerpo principal ocupa 7 hectáreas, con teatro de la ópera y catedral adentro, en un parque de 800 hectáreas.

Le sigue en Francia el castillo de Chambord, de estilo renacentista, declarado Patrimonio de la Humanidad, que entre otras cosas cuenta con 69 escaleras. Pero en el valle del Loira, llamado también de los castillos, hay uno pequeño que es una verdadera joya, y es el monumento histórico en manos privadas más visitado de Francia: Chenonceau.

Construido sobre los pilares de un antiguo molino sobre el cauce del rio Cher, pequeño en tamaño, pero enorme por su belleza y la historia que encierra, Chenonceau es también conocido como el “castillo de las damas”. Enrique II lo regaló a su favorita, la duquesa de Valentinois Diana de Poitiers, y conserva en toda su estructura símbolos de este rey, la H, y la D de esta bella dama, lo mismo que unas C entrecruzadas, de Catalina.

A la muerte de Enrique II, su viuda Catalina de Médicis asumió la regencia de Francia, y obligó a Diana de Poitiers, su rival en el corazón de sus difunto esposo, a restituir a la Corona el Castillo de Chenonceau, y a cambio de esta cesión, le entregó a Diana el castillo de Chaumont-sur-Loire, a pocos kilómetros de Chenonceau.

Convertido en una de las residencias de la católica Catalina de Médicis, esta mandó a construir la galería que atraviesa el rio hasta su orilla opuesta, dándole la bella imagen que conserva hasta la fecha. El castillo conserva en sus chimineas moldeados en etuco la H de Enrique II, la D de Dina y las C entrecruzada de Catalina.

La historia del castillo, quedó marcada por las damas que lo habitaron o que fueron sus propietarias. Destaca Luisa de Lorena, esposa del rey Enrique III, cuya habitación en el segundo piso sigue manteniendo el duelo de su marido asesinado en 1589. Y la “Chambre des cinq Reines” , de las cinco reinas: María Estuardo, Margarita Valois, Luisas de Lorena, Isabel de Austria e Isabel de Valois.

Tras diversos acontecimientos, el castillo tornó a manos privadas. En 1733 un pudiente financiero Claude Dupín lo adquirió, y el castillo volvió a vivir tiempos de esplendor. La esposa de Claude, Louise Dupín instaló su sala de recepciones en que recibía a la crema de la intelectualidad: Voltaire, Fontenelle, Marivaux, Montesquieu, Buffón o Rousseau.

En 1864 el castillo fue adquirido por Marguerite Wilson Pelouze quien emprendió obras de restauración para restablecer aspectos originales que indebidamente habían sido modificados.

Ha habido una sucesión de propietarios. Durante la Segunda Guerra el rio Cher hacía frontera entre la Francia ocupada por los alemanes y la llamada Francia libre, por lo que parte del castillo se encontraba en ambas zonas, y fue ruta de escape y refugio de la resistencia durante este período.

Realmente no se si Chenonceau, es el castillos más bellos que he visitado, pero su idílica imagen atravesando el rio, la fuerte carga como testigo de la historia de Francia que tiene y por las damas que lo detentaron, lo hacen único y una visita obligada en esta región donde podemos admirar muchísimos castillos, algunos con fastuosos espectáculos de luz y sonido. Un verdadero banquete de bellezas y un caminar por la historia de Francia.

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