Carta para: José Ramón Díaz Uribe
“La vida es como la rueda de la fortuna; algunas veces estás arriba, otras abajo” Anónimo Enrique Muñoz González cayuco7@hotmail.com Por azares del destino llegó a nuestras manos la copia de una carta que le enviaron el 29 de marzo de 2013 a José Ramón Díaz Uribe, quien se encuentra prófugo de la justicia. El […]
12 de abril de 2013

“La vida es como la rueda
de la fortuna; algunas veces
estás arriba, otras abajo”
Anónimo

Enrique Muñoz González
cayuco7@hotmail.com
Por azares del destino llegó a nuestras manos la copia de una carta que le enviaron el 29 de marzo de 2013 a José Ramón Díaz Uribe, quien se encuentra prófugo de la justicia. El remitente le recuerda la forma como logro hacer fortuna y detentar el poder en el Cobatab; por ser de interés, reproducimos la parte medular del documento, pues por lo extenso, rebasa el espacio de esta columna.

“Hola José Ramón: No sé por dónde andas, pero ojalá puedas leer estas líneas que te escribo, en estos días tan especiales para el cristianismo y particularmente para ti y tu familia. Las escribo motivado por la grabación que enviaste al pleno de delegados de tu Sindicato el pasado miércoles 20 del mes arriba mencionado, en donde entre otras cosas, ¡te atreviste a compararte con Jesucristo! y evocar tu lejanísimo pasado de seminarista.

He aprendido Ramón, que los seres humanos evocamos por dos razones, cuando ya no tenemos aquello que ahora nos hace falta y cuando envejecemos; también, que envejecemos, de dos maneras: físicamente, por el propio paso del tiempo y la más terrible, pues desnuda nuestra pobreza humana, y es cuando envejecen nuestras ideas, principios y valores, y entonces creemos ser dioses griegos: crueles, vengativos y soberbios.

En esa decadencia, tergiversamos los valores al llegar a pensar que  honestidad es lo mismo que cinismo; autoridad, autoritarismo; la verdad, moneda de cambio sujeta a conveniencia; agandalle, liderazgo; deslealtad, estrategia; vulgaridad, autenticidad; traición, astucia; el poder, eternidad…

A tus 47 años, veo todo esto en ti. ¡Caramba cuánto has envejecido Ramón! ¿Te acuerdas, una vez le dijiste al maestro Faudes que había envejecido, a nuestro maestro Faudes? Qué tiempos aquellos, cuando eras un pobre venadito que habitaba en la serranía.

Debo decir, que cuando me ofrecieron escuchar la grabación, lo dude un momento, pero dadas las expectativas que por esos días había generado tu convocatoria a un nuevo paro de labores, megamarchas, manifestaciones, etc., reconozco me causó morbo saber qué decías; pues ahora en un escenario político, tan distinto y distante a tus días de gloria, me sonabas a Hitler cuando en las postrimerías de su derrota, seguía hablando de ejércitos y batallones que ya no existían; me decidí a oírla, abrigando la esperanza de encontrar a un Ramón, reconciliado con la verdad y la humildad.

Lo que encontré fue al José de siempre, soberbio, vulgar, mentiroso, retador, sólo que ahora con la particularidad de invocar tus días de seminarista, de tu profundo catolicismo, de tu fe en Dios y de jurar ¡por tus hijas que eres inocente!

Hablas de persecución por parte del gobernador del estado, a quien acusas de represor, hablas de falsedades y mentiras en tu contra, acusas “traiciones” por parte de integrantes de tu comité ejecutivo, y… cosas de la historia, exiges lealtad.

La historia es cíclica, y me sorprende que nunca lo hallas entendido, ni preparado para ello Ramón; en la vida, hay que afrontar las consecuencias de nuestras decisiones, buenas o malas, y este es el momento en que con honestidad deberías hacerlo.

He aprendido, que en la vida no hay muertos políticos y cuando mueren,  reencarnan y se te aparecen para refrendar lealtades  o cobrar facturas. Tú, en tu pedestal no lo aprendiste. Qué pena. Te escuche decir, que te persiguen, y te pregunto Ramón ¿ya olvidaste a cuantos nos perseguiste en el Cobatab, por  no estar de acuerdo a que pasaras por encima de nuestros derechos o por  estar en otro sindicato?

¿Ya se te olvido cómo hostigaste a quienes luchamos porque se nos pagara de manera justa el FOVICOBATAB, cuando tú querías darnos sólo la mitad de lo que nos correspondía? ¿Y también que por ese hecho, el gran Abdo por presión tuya, le quitó al Sindicato independiente las cuotas sindicales?

No, José Ramón no tienes derecho a hablar de persecución, cuando desde que arribaste al sindicato al más puro estilo Al Capone, eso fue siempre lo que  hiciste. Hablas también de traiciones y de nuevo me surgen  las interrogantes, ¿Qué le hiciste al maestro Faudes Baños, fundador de este sindicato, amigo tuyo antes que muchos de nosotros?, apoyaste que le rescindieran injustamente el contrato en el Colegio, ¡al fundador de este sindicato y de la Federación de sindicatos de Bachilleres del país!, que logró la firma de las primeras Condiciones Generales de Trabajo, donde están casi todas las prestaciones que hoy gozamos, y que hoy vendiste como logros tuyos.

Escuché que invocas muchas veces la palabra lealtad, y cuestiono ¿sabes tú lo que significa esa palabra? No Ramón, no es sinónimo de propiedades, cuentas e intereses bancarios, viajes al  extranjero, dinero a la mano, no, de acuerdo con el diccionario Larousse, se deriva de la palabra leal.

¿A quiénes les has sido  leal Ramón? a ¿Andrés Madrigal o a Martha Andrade que te entregaron el Colegio?, ¿a los trabajadores, a quienes condicionabas cualquier derecho o prestación? No José, no has sido leal con nadie, ni con tu familia, al no decirles el peligro que corrían al hacerlos cómplice de tus ilícitos, ni siquiera a ti mismo.

Podría escribir más hojas, pero no veo el caso Ramón. Con franqueza te digo, sólo por tus hijas, lamento lo que estás pasando, pues también tengo hijos, y ellos, no nos escogieron como padres. Retomando tus tiempos idos de seminarista, te sugiero hagas un acto introspectivo y asume como varón tus actos. Te haría mucho bien. Lee los diez mandamientos, base del cristianismo, te lo dejo de tarea, finalmente tú y yo somos maestros, o en tu caso lo fuiste.

La Piragua
El remitente de la carta se identificó plenamente, y por el conocimiento de cómo es Ramón Díaz Uribe se guarda la secrecía como fuente periodística.

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