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Breuil Cervinia, el vértigo de la montaña
Por Ferdusi Bastar Mérito Rumbo Nuevo El Monte “cervino”, en italiano, “matterhorn” en alemán, es uno de los picos emblemáticos de los alpes, junto al Monte Blanco o “mont blanc” en francés, este último, el más alto de Europa, en un vértice que marca la frontera entre Francia, Suiza e Italia. Al pie del Cervino, […]
28 de mayo de 2019

Por Ferdusi Bastar Mérito
Rumbo Nuevo
El Monte “cervino”, en italiano, “matterhorn” en alemán, es uno de los picos emblemáticos de los alpes, junto al Monte Blanco o “mont blanc” en francés, este último, el más alto de Europa, en un vértice que marca la frontera entre Francia, Suiza e Italia.

Al pie del Cervino, del lado italiano, está el pintoresco pueblo de Breuil Cervinia, al que llegamos por un arbolado y hermoso camino de montaña, al final del cual tomamos varias cabinas o teleféricos que conducen a un mar de nieve, “Plateau Rosa”, uno de los más grandes y concurridos campos para esquiar del mundo, compartido, por atravesarlo la línea fronteriza, entre Italia y Suiza. Allí le pude contratar un maestro a mi hijo Ferdusi, cuando estaba llegando a los 10 años, para que aprendiera a esquiar.

Después de Cervinia, continuamos nuestro viaje a Aosta , en un idílico valle, y finalmente por caminos sumamente escarpados, subimos al Gran San Bernardo para pasar a Suiza, emocionándonos al transitar por esos precipicios que cruzó Napoleón con su ejército y artillería en sus primeras guerras en Italia, camino de la gloria.

El autobús en que viajábamos, en cada vuelta tocaba fuertemente el claxon, para avisar a alguien que viniera en contrario y evitar un posible encontronazo. En un punto nos encontramos con otro autobús, y el nuestro tuvo que dar reversa unos 100 metros bordeando el precipicio, hasta llegar a un punto más ancho donde pudiera pasar el otro bus.

En otro año, a bordo de un tren de cremallera, llegamos a Zermat, del lado suizo. A Zermat solo se puede llegar en tren de cremallera. Vehículos de motor están prohibidos. Solo se permiten vehículos de batería y de tracción animal. Los vehículos de motor se tienen que dejar en Tasch, un pueblo unos 15 kilómetros abajo de Zermat.

También en varias cabinas, subimos al Klein Matterhorn, en la base del Cervino, y a travez de un túnel, llegamos otra vez a Plateau Rosa, pero esta vez del lado suizo, y nuevamente un maestro se llevó a mi hijo dándole clases para esquiar.

Nos sentamos en una roca para disfrutar el blanco paisaje y después de algunas horas, vimos regresar a mi pequeño hijo con después de algunas horas, mi hijo regresó con su maestro, al l que le pagamos con un billete de 100 francos suizos, y este se encaminó a un tiradero de mochilas que había en la nieve, y observamos que tomó la suya, sacó una cartera, guardó el billete, y volvió a tirar su mochila en medio de las otras, y se retiró a seguir esquiando.

Esta lección que vivimos en Suiza, donde tienen uno de los más altos niveles de ingreso per cápita, y prácticamente cero en analfabetismo, nos muestra el camino para alcanzar la seguridad y el bienestar tan anhelado a nuestro pueblo. La educación y el desarrollo, sin las dramáticas desigualdades que vivimos, son las metas que debemos alcanzar.

En Zermat tuvimos la suerte de disfrutar la fiesta anual de este pueblo. Desfiles con vestimentas típicas, grupos de alpinistas sonando unos enormes cuernos de los alpes, bailes, cantos y una gigantesca pachanga de toda la comunidad, acompañada de los turistas que nos integrábamos a la fiesta.

En Zermat tomamos otro tren de cremallera que nos condujo al pié del Monte Rosa, atravesando paisajes que todavía se reflejan en nuestros recuerdos.

Recordar es volver a vivir, y al compartir nuestras vivencias, hacemos a nuestros amigos copartícipes de nuestros afectos y alegrías. Mientras la vida y la salud nos lo permitan, hay que viajar, que al final nos llevamos,

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