Ayotzinapa. Una Reflexión
César Graciano Calvario cesargracianoc@yahoo.com.mx La violencia criminal incontenible en el estado de Guerrero ya ha tomado curso y salta hacia todas partes y todos los planos en la atribulada Republica. Dos son los planos principales. El de quienes dicen protestar por la muerte de los 48 muchachos de Ayotzinapa, con el fracaso de las autoridades […]
18 de noviembre de 2014

César Graciano Calvario
cesargracianoc@yahoo.com.mx

La violencia criminal incontenible en el estado de Guerrero ya ha tomado curso y salta hacia todas partes y todos los planos en la atribulada Republica. Dos son los planos principales. El de quienes dicen protestar por la muerte de los 48 muchachos de Ayotzinapa, con el fracaso de las autoridades en dar satisfacción a sus familiares, en primera instancia, y después a la sociedad entera, agraviada igualmente; y el de quienes tratan de orientar a la opinión pública, o defender lo  indefendible a capa y espada en todos los tonos permisibles, en los medios.

En este último plano, la batalla se ha centrado entre quienes señalan los yerros de la autoridad que han permitido que la violencia contra la sociedad civil se haya tornado tan sangrienta – concluyendo algunos que ello se puede ver como un crímen de estado, por omisión, y pidiendo la renuncia del presidente Enrique Peña- contra quienes han reaccionado con verdadera furia para descalificar como “ignorantes” y “deshonestos intelectuales” a quienes señalan y piden esto último, gritando a voz en cuello en el foro público que no están dispuestos a aceptar que se trate de un crímen de estado, y mucho menos que haya sido EP quien los haya matado. Procediendo a mostrar un minucioso detalle de los elementos que la teoría, los usos y prácticas de la vileza, y hasta la corrección política, exigen como requisitos indispensables para acreditar esos cargos y adjetivos. Negando, con el pecho por delante, que haya sido entonces el presidente quien haya asesinado directamente a los muchachos.

Forman verdadera multitud los analistas, columnistas, y comentaristas en general que se han enfrascado en esta batalla campal. María Amparo Casar es una de ellas (Excélsior 12 noviembre-14) y afirma que “El gobierno federal también tiene responsabilidades. Y graves. Algunas de carácter estructural y otras coyunturales. Es responsable de la lenta reacción y de la absurda explicación que ofreció para no intervenir. Es responsable de que los órganos de inteligencia no hayan alertado a los encargados de la seguridad sobre el historial delictivo y vínculos con el crimen organizado del alcalde de Iguala, es responsable de no haber abierto una investigación a partir de la información que recibió la Procuraduría. ¿Queremos más? Es responsable de la debilidad de las instituciones y de lo poco que ha hecho por remediarla; de no haber hecho prácticamente nada por frenar la impunidad; de una estrategia fallida en contra de la inseguridad; de pensar que con una nueva narrativa y la disminución de la cobertura mediática de la violencia ésta dejaría de ser un problema; de haber dejado en el olvido la agenda de seguridad, justicia y corrupción” Con ella coinciden Liebano Sáenz (Milenio 8 nov-14)  y Fernando Solana (Milenio 14 nov-14) entre muchos otros. Pero sorpresivamente aun tras de esas afirmaciones, la señora Casar se declara negada a la aceptación de que fue un crímen de estado y que Peña los mató.

Al respecto el escritor Heriberto Yépez (Archivo Ache Laberinto 1-nov-14) ofrece una conclusión lapidaria: “Las élites comentaristas de los territorios dominados usan ideas de las ciencias sociales y humanidades de una época previa” y utilizando las referencias de algunos de los más celebres politologos de la actualidad, nos permite confirmar lo que es consenso social , después de 46 años. Que la matanza del 68 fue un crímen de estado y que para la historia Gustavo Díaz Ordáz fue el responsable, aunque las leyes no lo hayan alcanzado, ni podido hacer justicia sobre Luis Echeverría, uno de sus principales cómplices. Así mismo, se sabe qué fue lo que movió al Estado mexicano a tomar tal decisión en momento tan mundialmente crítico.

En fin, que (al menos para nosotros), no se trata de culpar al Estado mexicano y señalar a Peña de haber agarrado la ametralladora y rociado la gasolina sobre los cuerpos. Pero si de incorporarnos como ciudadanos conscientes, para que la opinión pública vaya marcando la toma de las decisiones más graves por parte de la autoridad, en estos momentos de gravedad preocupante. Y vaya que es muy necesario y pertinente. Si no, vea Usted. El pasado viernes, en momentos en que en Chilpancingo y Acapulco las hordas desataban el fuego y el pánico entre la población, los encargados del gobierno en ausencia del presidente (ausencia física, anda por el mundo) en el colmo de la impotencia y la confusión, azuzaban, empujaban -con tono adusto y molesto-  al gobernador sustituto para que hiciera algo porque es a quien corresponde hacerlo.

Quizá el presidente ya advirtió la gravedad extrema en que se encuentra junto con su gobierno. Porque desde donde anda, ha reaccionado “condenando la violencia y el vandalismo”, advirtiendo que “Aspira a no tener que hacer el uso de la fuerza” Esperamos que entendiendo las verdaderas causas de la circunstancia, y con la responsabilidad de Jefe del Estado Mexicano, dé muestra de sensibilidad social. Aunque ello desilusione a quienes pretenden que todo siga igual como antes de la muerte de los muchachos de Ayotzinapa, y de los cientos de miles también muertos o desaparecidos los pasados 12 años.

Semana mocha. Echémosle ganas para sacarla, y bien. Hasta mañana SDQ. Adiu
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