Transportistas
Luis Enrique Martínez
Rumbo Nuevo
Lunes 8 de abril. Ese día a la Nave Tres del Parque Tabasco faltó poco para rebasar su aforo. En realidad no se podía distinguir si entre la concurrencia había más hombres que mujeres. O ambos géneros estaban parejos en el Encuentro de Transportistas con Javier May Rodríguez.
A la entrada del inmueble, Evaristo Hernández Cruz y el equipo de colaboradores que lo acompañó en las dos ocasiones que ocupó la presidencia municipal de Centro, recibían y orientaban a los invitados hacia lugares específicos para poder levantar las mantas de apoyo al candidato a gobernador. La tradición de cada seis años pero ahora a favor del partido creado y fundado por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Tan luego inicio el evento, Rogelio Neftalí Franco Murrieta, Rafael Aguilar Romero, Tilo Torres Nicolás y Armando Solís García, dirigentes de concesionarios de autobuses, taxis y combis, en distintos tonos, arremetieron contra las autoridades actuales y la propia Ley del Transporte y Movilidad del estado. Un rosario de inconformidades como es también tradición cada seis años. Ni una autocritica, puras necesidades y peticiones; como siempre.
Ninguno de los representantes del auditorio se refirió a la presencia igualitaria o superior de mujeres. ¿Cuántas de ellas están detrás del volante? Nadie dijo nada al respecto, ni tampoco se habló del salario y prestaciones sociales de los conductores. Esos que diariamente aceleran para ganarse el usuario y entregar la cuota fija al «patrón» o «patrona» y autopagarse. Y si no, pues voltear a las tentaciones de la delincuencia organizada. Tampoco se tocó el tema del subsidio para apoyar a estudiantes y adultos mayores, descuento a la tarifa del pasaje que a duras penas se acepta porque no afecta la cuenta bancaria del concesionario sino la economía familiar del chófer.
La fama de los transportistas es quizá de las más deplorable de las fuentes de empleo en general. No se salva ni uno ya por edad o educación aunque algunos apelen a la sentencia bíblica según la cual, a veces, «pagan justos por pecadores». En los últimos años, las redes sociales se han encargado de evidenciar las entrañas del monstruo de múltiples cabezas que cada día crece, achicando la superficie de rodamiento de Villahermosa y de las cabeceras municipales.
De la explotación a los trabajadores del volante y los monopolios pequeños o grandes —hay concesionarios con 10 o hasta 50 combis o taxis— que van en aumento y que, como se lo hicieron al desnaturalizado gobernador Arturo Núñez Jiménez, en el momento que intereses extraños lo soliciten, pueden parar la capital de Tabasco… En aquella ocasión, Gustavo Rosario Torres, se movió como pez en el agua en la secretaria de Gobierno, y como había sido procurador de Justicia con Andrés Rafael Granier Melo, expuso el expediente de cada uno de los líderes de taxis y, zas, desistieron del plantón en Plaza de Armas. ¿Cómo? Algunos tenían cuentas pendientes penales y otros eran dueños de vehículos piratas. Sí, a las unidades que querían fuera de servicio…
Pues cuando se le preguntó qué hacer con la explotación de los trabajadores del volante, que no tienen salarios mínimos fijos, ni prestaciones de ley alguna, y con los monopolios, el candidato de la alianza Sigamos Haciendo Historia en Tabasco, se comprometió a revisar a fondo al sector partiendo de un «diagnóstico real». Y al dirigirse al gremio que lo ovacionó, afirmó que la relación sería «pa’lante» sin volver la mirada al pasado. El objetivo, dijo, será la transformación del servicio del transporte con una movilidad eficiente, cercana a la gente.
Digo
No es intermedia la elección como la de hace 33 años, pero aunque la de este 2024 no sea como la de 1991 que dio origen al Éxodo por la democracia, vale un recuerdo perdido en la memoria. Después de despedirse de la señora Rocío Beltrán Medina, ya fallecida, Andrés Manuel López Obrador, cruzando el puente de Los Monos, pidió se contara cuántos eran los que iban de tres en tres caminando detrás de él. El encargado de hacerlo, frenó el paso y comenzó a contar hasta que pasara la última triada. «Licenciado, somos 384 cabrones…», informó, festivo. Cúcame.
