Agrotendencias
El huerto familiar en Tabasco Elisabeth Casanova García afgha@hotmail.com Jorge Quiroz Valiente jorgequirozvaliente@hotmail.com Hay situaciones que por cotidianas no las tomamos en cuenta y que, sin embargo, marcan la diferencia cultural. Tabasco cuenta con una población rural del 43%, mientras que la media nacional se ubica en el 22%. Dentro del sector rural, el sistema […]
2 de abril de 2017

El huerto familiar en Tabasco

Elisabeth Casanova García
afgha@hotmail.com
Jorge Quiroz Valiente
jorgequirozvaliente@hotmail.com
Hay situaciones que por cotidianas no las tomamos en cuenta y que, sin embargo, marcan la diferencia cultural. Tabasco cuenta con una población rural del 43%, mientras que la media nacional se ubica en el 22%. Dentro del sector rural, el sistema agropecuario de traspatio, es una práctica milenaria, cuya permanencia está ligada a las necesidades y costumbres alimenticias de sus habitantes. El traspatio de Tabasco, posee características especiales, una de ellas es la convivencia y aprovechamiento de algunas especies animales silvestres, que tienen diversas funciones, pero están relacionados principalmente a la alimentación y cultura de la familia. La presencia de tortugas, pijijes y conejos no son raros, además de la presencia de borregos, cerdos y gallinas. Juntos los animales y plantas del traspatio, pueden significar hasta el 30% de los alimentos en las zonas rurales.

Por otro lado, en las ciudades hay una tendencia a consumir productos de origen orgánico y que sean saludables. En países europeos es común aprovechar las horas o días de descanso para invertirlos en un huerto familiar. Les significa un orgullo compartir los productos generados por ellos mismos. Los huertos urbanos, son una alternativa interesante, que proporciona bienestar, esparcimiento, belleza y alimentos libres de agroquímicos; son también un modelo de producción que permite que las nuevas generaciones tomen conciencia de la importancia de asegurar el alimento dentro de una civilización.

Se oyen dos conceptos que parecen estar “de moda”, pero que realmente implican una conducta que encamina a la independencia, la seguridad y la soberanía alimenticia, el primero de ellos hace referencia a la disponibilidad de alimentos y el segundo tiene que ver con que los alimentos disponibles seas adecuados a las costumbres y cultura de las personas.

Los huertos familiares, no son una práctica reciente y han estado siempre presentes en forma de jardines, huertos, traspatios, solares, etc. a partir de 1980 este sistema de producción ha visibilizado su importancia y entrado en nuevas dimensiones sociales, como son la seguridad alimentaria, la generación de empleo y la producción orgánica; todos ellos aspectos relacionados con la calidad de vida, la cultura medioambiental e incluso el restablecimiento del tejido social. Importantes movimientos sociales y organizaciones ciudadanas han determinado que en la actualidad los huertos familiares cumplan no sólo funciones de autoabasto, si no de ocio y bienestar; aunque en los periodos de guerra y posguerra que han atravesado diversas regiones del mundo, los huertos familiares no eran la opción más romántica, si no la alternativa entre la vida y la hambruna.

A manera de contextualización histórico-geográfica; los pequeños sistemas de producción agropecuaria (ya sea con fines culturales, de esparcimiento, de conservación de germoplasma o de satisfacción de necesidades alimenticias) están presentes en las grandes civilizaciones antiguas, la Edad Media, el Renacimiento y en la actualidad. La situación actual vuelve a plantear a las ciudades (al planeta) el reto de la subsistencia, en este caso nos enfrentamos a una crisis energética, ecológica y económica de escala global. El cambio climático, el peak oil, el desmoronamiento del sistema financiero, las crisis alimentarias… hacen urgente replantear el sistema económico, los valores de la sociedad, los estilos de vida y el sistema espacial que refleja todo ello: las infraestructuras del transporte, el modelo urbano y la gestión del territorio. Los huertos urbanos históricamente han jugado un papel de respuesta urgente ante el colapso, pero sin tener que llegar a ese punto podrían ser parte de una estrategia más amplia que intente revertir la insostenibilidad del modelo. Para ello la ciudad debe considerarse desde una perspectiva sistémica, atendiendo a los ciclos del metabolismo urbano, al contexto territorial y a los procesos culturales e identitarios de las sociedades que las habitan. Y debe atender a estos procesos no aisladamente sino teniendo en cuenta las relaciones y sinergias que se producen entre ellos, como el único modo de incidir de manera efectiva en una regeneración urbana ecológica, que debería ser la siguiente gran revolución urbana.

Los huertos familiares son parte de las costumbres alimenticias regionales, ya que aportan productos frescos y variados a la mesa de las personas asociadas a la unidad de producción familiar, que, al ser los actores principales y diseñadores de sus huertos, junto con el medio físico, deciden la variedad y utilidad de las plantas y animales que en ellos se producen. De igual forma, la variedad de su alimentación, se construye a partir del intercambio de productos con los vecinos, formando importantes redes sociales de apoyo. Se visualiza un cambio en la estructura económica, donde en las generaciones que van de salida, la preocupación era encontrar trabajo, y en las generaciones que están actualmente en la escuela, la preocupación será generar su propio empleo. Empecemos por producir parte de nuestros alimentos.

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