Agrotendencias
LA VÍA LÁCTEA TERRESTRE (tiempo estimado de lectura: 6 minutos) “Un camino puede tener sentido pero no significado” Salvador Gallardo Cabrera Elisabeth Casanova García afgha@hotmail.com Jorge Quiroz Valiente 917 1067165 La agricultura sostenible es primordial para abordar los principales desafíos que enfrenta la humanidad, incluida la demografía humana y la seguridad alimentaria, el cambio climático, […]
4 de septiembre de 2022

LA VÍA LÁCTEA TERRESTRE (tiempo estimado de lectura: 6 minutos)
“Un camino puede tener sentido pero no significado” Salvador Gallardo Cabrera

Elisabeth Casanova García
afgha@hotmail.com
Jorge Quiroz Valiente
917 1067165
La agricultura sostenible es primordial para abordar los principales desafíos que enfrenta la humanidad, incluida la demografía humana y la seguridad alimentaria, el cambio climático, el uso de energía, la biodiversidad y la huella ambiental de la actividad humana. Se espera que la población mundial actual de 7,500 millones alcance los 9,800 millones de personas en 2050 (FAO, 2020). Las dietas humanas deben volverse más saludables, más diversificadas y mejor distribuidas entre regiones geográficas y familias con ingresos económicos divergentes, ya que hay más de 690 millones de personas desnutridas en el mundo (FAO, 2020) y la obesidad está aumentando en muchas regiones del mundo. En este contexto, los productos lácteos y la carne de rumiantes aportan aminoácidos esenciales, minerales (calcio, zinc, selenio) y vitaminas (A, B3, B6, B12, D), destacando la importancia fundamental de la ganadería lechera para la agroalimentación humana. Sistemas.
Actualmente hay más de 270 millones de vacas lecheras (o de doble propósito) en el mundo, con una producción de leche promedio global de alrededor de 2,600 kg/vaca/año. Sin embargo, solo 33 países tienen un rendimiento lechero promedio nacional superior a 6,000 kg/vaca/año (FAOSTAT, 2018), lo que representa solo una pequeña fracción (aproximadamente 13 %) de la población mundial de ganado lechero, pero más de 40% del total mundial de leche. Sin embargo, el fuerte enfoque de la industria láctea en garantizar la seguridad alimentaria a través de una mayor productividad plantea preocupaciones sobre otras dimensiones de la sostenibilidad. Esto requiere que cuestionemos las estrategias de selección continua para la producción de leche en poblaciones (o países) que han alcanzado niveles de producción muy altos, pero la selección simultánea para productividad y características funcionales (por ejemplo, adaptación, bienestar, resiliencia) debe aplicarse en poblaciones de baja producción, especialmente en razas locales y poblaciones de países en desarrollo.
Desde las primeras etapas de la domesticación del ganado (hace 10,000 años), los procesos de selección diferencial han dado como resultado el desarrollo de unas 1,200 razas de ganado con distintas características, como el nivel de producción de leche, la composición de la leche, la adaptación ambiental, el pelaje color, tamaño corporal y fertilidad. Actualmente, 95% de las vacas lecheras de alto rendimiento criadas en las principales regiones productoras de leche del mundo están representadas por solo tres razas: Holstein, Jersey, Pardo Suizo y sus cruces. La difusión mundial de estas pocas razas se debe principalmente a sus mayores niveles de producción de leche y su capacidad de respuesta a los sistemas de producción de altos insumos. En estas razas e incluso en las menos comunes, los niveles de producción tanto globales como por animal siguen aumentando. Los principales impulsores de este aumento en la productividad de la leche están relacionados con la industrialización de la producción lechera; creciente demanda de los consumidores a nivel mundial donde las grandes industrias con alta capacidad de exportación y procesamiento (infraestructura avanzada para transportar y almacenar grandes cantidades de productos lácteos) instan a los productores lecheros a ser cada vez más competitivos. Como resultado, el aumento en la producción total de leche de muchos países industrializados o en desarrollo ha ido acompañado de una reducción en el número total de establos lecheros y vacas y, en consecuencia, los rebaños más grandes se están volviendo más comunes en estos países (por ejemplo, Estados Unidos y China).
La diversidad genética de la población es fundamental para el éxito a largo plazo de la industria láctea, ya que el progreso genético depende directamente de la variabilidad genética. Además, la diversidad genética reducida tiene fuertes efectos negativos en la eficiencia productiva y reproductiva, la salud y la supervivencia. Las poblaciones de baja diversidad genética también son menos adecuadas para responder a amenazas biológicas en circunstancias futuras imprevistas, como nuevos patógenos o presiones ambientales.
El estrés por calor es otro factor que afecta negativamente el rendimiento y el bienestar del ganado lechero y, en consecuencia, causa enormes pérdidas económicas y problemas de bienestar para la industria láctea. La intensa selección para aumentar la producción en las últimas décadas ha comprometido la competencia termorreguladora de las vacas lecheras. De hecho, la producción y la termotolerancia son rasgos antagónicos porque una mayor producción de leche conduce a una mayor producción de calor metabólico y, por lo tanto, a una mayor susceptibilidad al estrés por calor. Esto es alarmante ya que las temperaturas globales tienden a subir y se espera que las olas de calor sean más frecuentes e intensas. Existe una relación genética negativa entre la producción de leche en condiciones termoneutrales y la producción de leche en condiciones de estrés térmico. Esta correlación genética negativa sugiere que la selección continua para una mayor producción de leche sin considerar el mérito genético de los animales para la termotolerancia resultará en un aumento, aún mayor, de los efectos nocivos del estrés por calor en el rendimiento de las vacas. Por lo tanto, existe una necesidad crítica de mejorar la termotolerancia, que es un rasgo hereditario. Recientemente, la industria láctea australiana introdujo una evaluación genética para la termotolerancia que permite la selección de animales que son más resistentes a los efectos perjudiciales del estrés por calor (Nguyen et al., 2016).

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