Agrotendencias
La fruta del pan (tiempo estimado de lectura: 5 minutos) “De la naturaleza, uno recibe mucho más de lo que anda buscando” John Muir Elisabeth Casanova García afgha@hotmail.com Jorge Quiroz Valiente 917 1067165 El género Artocarpus comprende alrededor de 50 especies de árboles de hoja perenne y caducifolios pertenecientes a la familia Moraceae. Económicamente, el […]
12 de diciembre de 2021

La fruta del pan (tiempo estimado de lectura: 5 minutos)
“De la naturaleza, uno recibe mucho más de lo que anda buscando” John Muir

Elisabeth Casanova García
afgha@hotmail.com
Jorge Quiroz Valiente
917 1067165
El género Artocarpus comprende alrededor de 50 especies de árboles de hoja perenne y caducifolios pertenecientes a la familia Moraceae. Económicamente, el género tiene una importancia apreciable como fuente de frutos comestibles, produce buena madera y se usa ampliamente en la medicina popular. Las especies de Artocarpus son ricas en compuestos bioactivos útiles. Varios estudios farmacológicos de los productos naturales de Artocarpus han establecido de manera concluyente su modo de acción en el tratamiento de diversas enfermedades y otros beneficios para la salud.

La fruta del pan (Artocarpus altilis) se introdujo por primera vez desde Oceanía al Caribe en 1793 para ayudar a abordar los problemas de inseguridad alimentaria que afectaban a la región. La planta se volvió omnipresente en todo el Caribe y sus frutos se consumen tanto en forma fresca como procesada, pero sigue siendo subutilizada, su comercialización para la seguridad alimentaria y nutricional se ha visto limitada por el escaso conocimiento de la diversidad existente en la región, además que la fruta es estacional, con una vida útil muy corta y dificultades para propagar y distribuir árboles, sin dejar de lado los desafíos con la introducción de un nuevo alimento en las tradiciones culinarias locales.

La fruta del pan, ha proporcionado a los isleños del Pacífico un alimento básico versátil durante miles de años. El potencial de este cultivo como fuente abundante de alimento para el resto de los trópicos fue reconocido por los colonialistas europeos ya en el siglo XVIII. Este potencial ha sido reafirmado por su inclusión en el Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura (FAO, 2009). Haciendo algunos cálculos conservadores predicen que la producción de huertos a una densidad de 100 árboles/ha produciría 20 toneladas por hectárea, mayor que el rendimiento promedio mundial de maíz, trigo y arroz. Como árbol, el fruto del pan también es un componente importante de muchos sistemas agroforestales tradicionales que ayudan a prevenir la erosión del suelo, la degradación de la tierra y se adaptan bien a los trópicos. Estos sistemas se han mantenido durante miles, de años en pequeñas islas del Pacífico y podrían proporcionar un modelo para la agricultura sostenible en los trópicos.

La similitud de cultivares y el rango de especies contribuyen a la incertidumbre de la diversidad de especies en América tropical, lo que dificulta los esfuerzos de comercialización, ya que juegan un papel importante en el manejo, rendimiento y utilización del cultivo. La especie Artocarpus camansi es la que comúnmente se conoce como castaña en el trópico de México, otra especie con gran potencial, que es diferente a la castaña de la zona templada (Castanea sativa).

Un enfoque prometedor para superar algunos de los desafíos restantes y crear un mercado más versátil para la fruta del pan es transformar la fruta en harina, que puede almacenarse durante meses a temperatura ambiente con poca pérdida de calidad y se puede incorporar en una variedad de recetas regionales, incluidas las papillas, fórmulas infantiles y bollería; sin embargo,

estos estudios solo han evaluado un número limitado de cultivares, dejando miles de otras variedades con muy poca información disponible sobre su potencial para la producción de harina o el contenido de nutrientes.

Si bien el arroz, maíz y trigo representan los cultivos básicos más comunes, estas plantas requieren importantes insumos externos y tecnologías modernas para obtener rendimientos adecuados y muchos cultivares que están altamente optimizados para climas del norte, pero no son aptos para los trópicos. La diversificación de la dieta y la mejora de la seguridad alimentaria en los países tropicales en desarrollo podrían lograrse mediante un mayor uso de especies infrautilizadas que se adaptan a los climas y tecnologías locales.

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