¡Esta vaina está buena!: el cuijinicuil
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“El consumo local es rico, sano, cercano y ayuda a un hermano” E.C. García

Elisabeth Casanova García
afgha@hotmail.com
Jorge Quiroz Valiente
917 1067165
El género Inga tiene casi 400 especies, lo que lo convierte en uno de los más grandes de leguminosas mimosoides. Actualmente existen 81 especies reconocidas en la flora centroamericana (33 endémicas) y se encuentran sólo en los trópicos americanos. Existe una gran confusión en torno a la nomenclatura y muchas especies se consideran sólo provisionales a la espera de otros estudios, ya que la variación morfológica dificulta su tratamiento taxonómico. Se distribuyen desde el norte de México hasta el sur de Uruguay, pero la mayor concentración de especies se ubica en Perú, Ecuador, Colombia y la parte sur de América Central, incluyendo distintas áreas entre el nivel del mar y los 3000 msnm.

Hay varias especies de Ingas que se confunden, como I. acuminata, I. alba, I. cocleensis, I. edulis, I. ingoides, I. jinicuil e I. vera. Su amplia distribución se debe a que se adaptan a distintos tipos de suelo y soportan inundaciones. Los frutos de las ingas (el nombre más común de la especie es Inga jinicuil Schtdl) son un alimento para humanos y animales que se conocen con diversos nombres como: cuijinicui, jinicuil o cuajinicuil (nahuatlismo de cuauhicxinecuilli «árbol de pie torcido»). Otros nombres comunes en México son: acontope, paterna jacanicuil, jinicuile, agotope, amayani, chalahuite, cola de zorro, iqui, etc.

Los árboles son reconocidos como la mejor sombra para los cafetales y cultivos de cacao, los cuales requieren de protección para su óptimo desarrollo además de ser muy longevos (más de 100 años). La madera es moderadamente pesada y se usa en la construcción rural, como postes, muebles rústicos, embalajes y carpintería en general. Dentro de los usos medicinales se utilizan la corteza, el cogollo y las hojas como astringente, lavativas y baños antisépticos. El fruto es laxante y la flor es útil en la apicultura. En muchas regiones son considerados de importancia ecológica y económica, debido a su gran capacidad de transformar el nitrógeno atmosférico en nitrógeno asimilable, lo cual disminuye la necesidad de la fertilización química. Se usan también como leña y para hacer carbón; la extracción de leña se considera una actividad forestal de baja intensidad y puede representar casi el 10% del suministro total de energía mundial.

En el plano alimenticio, se cultiva por sus grandes semillas cubiertas de pulpa blanca, aterciopelada y comestible. El consumo de estas semillas es una costumbre prehispánica y representa una opción saludable, ya que tienen alto contenido de proteína y su poca grasa presenta una proporción importante de ácido palmítico, así como ácidos 7-octadecanoico, oleico, linoleico y alfa linoleico, que tienen beneficios probados en la salud humana. Además su consistencia y sabor son muy agradables al paladar. Aunque se suele comer sólo hervido con sal, limón y chile en polvo, también se usa en sopas y caldos, con arroz e incluso hay comunidades donde se hacen tamales con estas semillas. Su sabor y consistencia son parecidos a los de las

habas verdes, por lo que se pueden sustituir estas últimas por semillas de cuijinicuil en cualquier preparación, incluso se prestan para innovar en el terreno de la gastronomía creativa y uso de recursos locales.

La propuesta de esta semana tiene que ver con el consumo local: el cuijinicuil se oferta por esta temporada en los mercados locales o en puestos improvisados en las carreteras interiores. Y también cuando veamos a un adulto mayor vender algo que se pueda pagar sin problema, comprarlo!