A un año
Este viaje, tu viaje al silencio después de tu palabra cotidiana, nos sorprendió a todos. Ninguno pudo imaginarse el final. Y menos en lunes, minutos antes del abrazo de hermanos. TP 100913 Erwin Macario erwinmacario@hotmail.com Ese lunes 9 de septiembre, hace un año, sólo uno de los integrantes de la Mesa Rodolfo González Maza, Toño […]
9 de septiembre de 2014

Este viaje, tu viaje al silencio
después de tu palabra cotidiana,
nos sorprendió a todos. Ninguno
pudo imaginarse el final. Y menos
en lunes, minutos antes del abrazo
de hermanos. TP 100913

Erwin Macario
erwinmacario@hotmail.com

Ese lunes 9 de septiembre, hace un año, sólo uno de los integrantes de la Mesa Rodolfo González Maza, Toño Caraveo, pudo escuchar las últimas palabras de nuestro amigo. Era el primero en llegar al lugar de la cita que cada lunes cumplíamos. Al ritual de la amistad que, desde ese día, tendría una ausencia física.

En memoria de José Antonio Calcáneo Collado escribí, ese lunes, para Rumbo Nuevo del martes: Hoy lo digo en tu partida, amigo, compañero solidario. En verdad nos sorprendió tu noche. Con el poeta José Pedroni, en su “Canto del compañero de ruta”, pienso que tú podrías decirnos esa tarde de ayer lunes, de tu partida, unos minutos antes de sentarnos a esta mesa terrestre, que “Toda la noche contemplé las luces/ de la ciudad sin miedo./ Está allí, junto a un río,/ donde el trigal se encuentra con el cielo./ Porque voy a alcanzarla y a perderla,/ quiero llegar con los primeros/. Lleno de ramas muertas está el árbol/ del mundo viejo.

Aquí nos quedamos un rato más amigo, tus compañeros de esta mesa, tus compañeros de ruta, de este viaje periodístico que es como una carrera en la que pasaremos la estafeta a otros que ya están o que vienen detrás de nuestros pasos.

Esos días, otros compañeros, muchos. De todas partes del país y alguno en el extranjero, dirigió una palabra y un pensamiento a quien fue un luchador incansable en la defensa del periodismo; que llegó —del humilde trabajo de formar en prensa caliente, casi letra a letra, el periódico ABC, de Carlos Osorio, donde el olor a la tinta decidió su destino—, a ser el dirigente nacional y presidente vitalicio de la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos (Fapermex).

En ocasión de su integración al infinito, escribí: En lo particular, amigo, siempre compartiré contigo la satisfacción de premios que no esconden intenciones, no coptan, no seducen como el canto de las sirenas oficiales, no coartan la libertad. El premio que siempre defendiste, entre pares, en lo que fue parte de tu vida en este oficio de hombres: La Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos (Fapermex) , en la que dejas, como en Tabasco, el dolor de tu partida.

A un año del viaje eterno, tiene que reiterarse lo que se dijo al “compañero de viaje, siempre adelante, que cargaste al peso de tu marcha nuestros pesos de lucha gremial, de unidad, de solidaridad y de respeto. Otra vez atraviesas tu noche después de haber dado al periodismo nacional los caminos del aire fresco de la dignidad, principalmente en el esfuerzo del que formaste parte con otros colegas para darle a los periodistas el reconocimiento que honra”.

No fue estéril su lucha junto a otros dirigentes y líderes de la Fapermex. Hace menos de un mes se logró otra meta, fruto de la profesionalización del gremio, el nacimiento del Colegio Nacional de Licenciados en Periodismo (Conalipe), en el congreso y asamblea nacionales celebrado por esta federación, en Puebla.

Ya no pudo estar físicamente, pero haber impulsado el estudio a distancia de la licenciatura en Periodismo, en la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH) —que compartió cuatro años en las aulas hasta obtener título y cédula profesional— y la profesionalización por conocimientos reconocidos por la Secretaría de Educación Pública (SEP) para cientos de colegas, le coloca entre los periodistas que, así dignifican esta noble profesión.

Su sueño de que los profesionales del periodismo, con título y cédula, se unieran en un verdadero Colegio que dignifique al periodista mexicano, se ha logrado. Uno de sus sueños revelado cuando asistió al fallido intento de crear un colegio estatal de periodistas, en el que se escondían intereses inconfesables de uno que otro político.

Otro sueño habrán de realizar los periodistas tabasqueños de hoy, o de mañana: la creación de la Casa del Periodista, por la que luchó José Antonio Calcáneo como una sede para la unidad del gremio.

Mientras tanto, las máquinas del diario vespertino que creó hace 24 años, Diario de la Tarde seguirán haciendo lo que toda su vida hizo nuestro amigo. También seguirá en Fapermex la lucha que encabezó en defensa de los periodistas agredidos, en la que le fue maestro su antecesor en la dirigencia nacional, Teodoro Rentería Arróyave.

Y los lunes, en la camaradería de la Mesa, a la que se ha integrado su hijo, Marco Antonio Calcáneo, en el ejercicio del periodismo confidencial que ahí se practica, le seguiremos recordando.

Ya se le dijo en este espacio, hace un año. Pero es necesario repetirlo, casi esculpirlo en su lápida mortuoria: Tú, José Antonio, eres una antítesis de aquellos que en este ejercicio de escribir son pavorreales de pluma y estilo prestados, seres anodinos, sin dignidad, basura que el viento de las debilidades humanas de otros eleva, pero que un día regresan al basurero de la historia.

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