A cinco años de la inundación de Villahermosa
A cinco años de la gran inundación que afectó a gran parte del centro de la ciudad de Villahermosa, para los ciudadanos que vivieron la amarga experiencia de ver perder sus pertenencias por el reclamo del agua, es algo que nunca podrán olvidar y que a pesar del paso del tiempo, los recuerdos siguen vivos […]
28 de octubre de 2012

A cinco años de la gran inundación que afectó a gran parte del centro de la ciudad de Villahermosa, para los ciudadanos que vivieron la amarga experiencia de ver perder sus pertenencias por el reclamo del agua, es algo que nunca podrán olvidar y que a pesar del paso del tiempo, los recuerdos siguen vivos en su memoria

Miguel Sánchez Vidal
Rumbo Nuevo
Ese 27 del octubre del 2007 fue muy amargo para los villahermosino, que denodadamente lucharon contra la creciente que amenazaba rugiente, romper el dique de costales de arena que se había levantado en el malecón de la ciduad.
Aún siguen presentes las muestras de solidaridad, desde los que sin descanso cargaban sacos de arena, hasta los que llevaban café y tamalitos a los que sin descanso, vigilaban y cubrían los huecos que la furia del Grijalva provocaba en la costalera.
Para nadie es grato recordar esta fecha, como le sucede a Carmen Velueta, vecina del Circuito de Guelatao, quien recibió en su casa a sus familiares que lo perdieron todo, al quedar su casa en la colonia Las Gaviotas, cubierta por el agua, pudiendo salir por la ayuda de la Armada de México.
“El río lo invadió todo de repente, nunca nos esperamos que el agua subiera tan rápido, apenas pudimos subir algunas cosas al segundo piso, pero el refrigerador y los muebles se perdieron”, narra con la tristeza en los ojos
Las colonias Gaviotas norte, sur y sus sectores, además de las localidades como la Manga, Centro, Guayabal, Casa Blanca; hasta comunidades asentadas cerca de sus márgenes, fueron literalmente borradas por el agua en un espacio de tiempo de 15 días.
Hoy, a mitad de la década de la catástrofe, los recuerdos vuelven a la mente de muchos que ese día del 2007, tuvieron que abandonar sus hogares para refugiarse en casas de familiares o albergues, y otros incluso, emprender el éxodo a otros estado sin nada más que la certidumbre de que el gran río Grijalva, es el dueño implacable de las tierras que reclamó con su furia, pero que hoy, apacible, parece estar dormido de nuevo y dar un respiro a los villaheromosinos.

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