La tragedia de ser niño en Colombia
Los grupos armados ilegales los reclutan en números cada vez mayores y es alarmante tanto el maltrato que reciben en sus hogares como la cifra de menores homicidas y delincuentes Bogotá Agencias Es duro ser niño en Colombia. Cada día matan a tres menores, más de un millón trabaja, los grupos armados ilegales los reclutan […]
18 de septiembre de 2012

Los grupos armados ilegales los reclutan en números cada vez mayores y es alarmante tanto el maltrato que reciben en sus hogares como la cifra de menores homicidas y delincuentes

Bogotá
Agencias
Es duro ser niño en Colombia. Cada día matan a tres menores, más de un millón trabaja, los grupos armados ilegales los reclutan en números cada vez mayores y es alarmante tanto el maltrato que reciben en sus hogares como la cifra de menores homicidas y delincuentes.
El año pasado mataron a 1.177 niños, niñas y adolescentes, según un informe de la Agencia de Periodismo Aliado de la Niñez, el Desarrollo Social y la Investigación (Pandi). Y en los cuatro primeros meses del presente año, fueron 342 los que perdieron la vida, el 60% de ellos en las capitales del país, con Cali a la cabeza.
Para muchos de esos pequeños y para los 19.617 que el año pasado sufrieron malos tratos y agresiones sexuales, sus hogares son el campo de batalla y sus padres y parientes cercanos, sus verdugos. Las niñas entre los 10 y 14 años son las principales víctimas, con 7.304 registros.
La inmensa mayoría de los casos de ese tipo se registran en las ciudades, porque en el campo, por la dificultad de acceder a las autoridades y por miedo, apenas denuncian pese a que la violación de los derechos de los niños es una constante.

Pequeños guerrilleros
En cuanto a reclutamiento, un reciente estudio del ICBF (Instituto Colombiano de Bienestar Familiar), realizado a los largo de cuatro años, indica que son alrededor de 18.000 lo que se enlistan en guerrillas y bandas criminales mafiosas en una edad promedio de 12 años. Un 57% son varones, pero tanto ellos como las chicas soportan maltratos permanentes. Un 98% dijo haber sufrido torturas y forzado a presenciar y ejecutar atrocidades como parte de su entrenamiento, además de las que luego seguirán padeciendo en su trajín cotidiano.
La miseria en las áreas rurales, los maltratos en las familias y el que la economía ilícita sea la fuente principal de riqueza en buena parte de ellas, así como que las FARC, el ELN y Bacrim (bandas criminales) tengan una presencia predominante en dichos lugares, son elementos que inciden en el reclutamiento de los menores de edad. En ocasiones los enrolan a la fuerza, pero también muchos se incorporan a los grupos de manera voluntaria para escapar de un entorno hostil que les amarga la vida.
Tampoco llevan la existencia que merecen los pequeños que deben trabajar en diversos oficios para ayudar a sus familias. A pesar de las campañas intensas del gobierno para evitar que trabajen, el número creció un 39,5% el año pasado, hasta alcanzar los 1.466.000 de menores, conforme a la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil que presentaron hace unos días el ICBF y el Dane (Dirección Nacional Estadística).
Del total señalado, un 23% de chavales que tienen edades entre los 5 y los 17 años no asisten a clase por el trabajo y más de la mitad del total –un 57%- no recibe remuneración alguna.
En un panorama tan desolador, no resulta extraño que crezca el número de niños que se vuelven delincuentes. Hace poco se conoció que quien puso la bomba lapa en el vehículo del ex ministro Fernando Londoño en Bogotá y que costó la vida a dos de sus escoltas, es un chico de 16 años apodado ‘Piloto’, que pertenece a una banda criminal de Cali. Lo que llamó la atención fue la absoluta tranquilidad con que cometió el atentado, que fue grabado por cámaras de seguridad de edificios cercanos.
A raíz del hecho, la Policía Nacional advirtió que se está volviendo normal para los delincuentes utilizar niños y adolescentes para cometer asesinatos porque no tienen miedo y no van a la cárcel. ‘Piloto’ cumplirá un máximo de ocho años en un centro de detención de menores, puede que para regresar a la calle a hacer lo mismo puesto que el hacinamiento de esos lugares y la falta de recursos para educar a los internos, dificulta la misión de cambiarles su ruta vital.

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