Heberto Taracena Ruiz
Esta noche,
la luna arropa
en sábana materna,
a distancia, visible,
su Navidad de invierno.
Nace a lo alto,
en esférica cuna,
y baja, luminosa,
sin dejar un rincón
de visitar.
Nos mira, la miramos.
Nos da y le damos.
Quien más, quién menos,
en ello
la luna no hace
diferencia.
Universal, la luna,
con su luz introduce,
a un tiempo,
diferentes idiomas
que cada cual traduce
sin titubeos.
Al verla, nos cautiva
y ni por un instante
desconcierta.
Este tiempo,
cumpliendo
su proceso habitual,
visita el nacimiento
del Dios-Niño.
No se diversifica
en colores,
cuando por el contrario
consolida,
moderada presencia,
en hoguera sutil
de transparencia.
Como estrenando vida
por cada treinta días,
se la ve niña-joven
y adulta,
divina embarazada
por la inmortalidad.
Es diciembre y la luna
alimenta en su claustro,
como en redonda cuna,
al Niño de alabastro
sensible y generoso,
igual que fecundando
a femenino astro.
Así es como regala
su Navidad de invierno,
la luna,
con efusión materna…
Cunduacán, Tab., a 24 de diciembre de 2021.