Heberto Taracena Ruiz
No es necesario un día de suerte,
salir de caza y regresar
cargada en hombros
la mejor presa
que a tarascadas se consuma.
Tener un día desos inmensos
que hacen del mundo
tantos añicos como pizcas
y al siguiente
no soportar el mal aliento
al interior
y el exterior.
No se requiere amanecer
de buena suerte
y que ésta esboce
ilusas horas
para clavarnos rayos solares
o gotas de agua
con ritos caídos de arriba,
a pedir de abajo.
Un día, poco para probarse
a plenitud
y estar al tanto de los sabores
siempre diversos
que transpiramos.
Quienes se atengan a ver qué cae
si Águila o Sol
en vez de hacer girar la rueda
de frutos atildados,
ni por asomo verán pasar
las numerosas oportunidades
que a cada trecho
se nos ofrecen.
Bien si tomamos que ellas
no son aventuradas;
antes concurren
con enorme frecuencia
dando las manos
a quienes tengan
capacidades
de abrasarse al sudor.
Quién tenga más,
quién tenga menos,
¡quijoterías!
Si hay persistencia
todos podemos.
Cunduacán, Tab., a 11 de septiembre de 2020