95 años del accidente que marcó la vida y obra de Frida
“No he muerto y, además, tengo algo por qué vivir; ese algo es la pintura”. Esas palabras le dijo Frida Kahlo a su madre cuando la pudo ver, semanas después del accidente que cambió su cuerpo, su obra, su vida. Ocurrió hace 95 años. Fue la escritora y crítica de arte Raquel Tibol, quien recuperó […]
17 de septiembre de 2020

“No he muerto y, además, tengo algo por qué vivir; ese algo es la pintura”. Esas palabras le dijo Frida Kahlo a su madre cuando la pudo ver, semanas después del accidente que cambió su cuerpo, su obra, su vida. Ocurrió hace 95 años.
Fue la escritora y crítica de arte Raquel Tibol, quien recuperó esas palabras; se las dijo la misma Frida Kahlo. Así lo cuenta en el libro “Frida Kahlo. Una vida abierta”. En el proemio del libro, Tibol —que llegó a México como secretaria de Diego Rivera en mayo de 1953— describe los hechos más importantes de la “corta, insólita y rica” vida de Frida Kahlo, y ahí destaca el “gravísimo accidente” ocurrido el 17 de septiembre de 1925, cuando ella tenía 18 años, un accidente que, escribe, le afectó de manera definitiva la columna, la pelvis y la matriz.
En la biografía “Frida”, Hayden Herrera también dedica un capítulo al hecho que “transformó” la vida de Frida, y afirma: “Del accidente en adelante, el dolor y la entereza se convirtieron en los temas centrales de su vida”.
A partir del accidente el dolor fue constante. Frida ya había sufrido los efectos de la poliomielitis que tuvo a los seis años, y que causó que su pierna derecha fuera un poco más corta y delgada; se había sobrepuesto. Las consecuencias del accidente determinaron su vida y el arte que habría de hacer. No era usual para ningún artista —menos para una mujer y menos en América Latina—, expresar tanto el sentir físico y emocional. El dolor en las obras de Frida no es un tema simplemente; tampoco es sólo un asunto físico. Es algo más complejo y en esa complejidad estriba la riqueza del arte suyo.
Ciudad de México
Agencias

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