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13 de septiembre. El Héroe Olvidado
Ferdusi Bastar Mérito ferdusib@gmail.com La Batalla de Molino del Rey, al poniente de la ciudad de México, el 8 de septiembre de 1847, fue la más sangrienta de la guerra de intervención norteamericana con más de 1600 muertos de ambos mandos. Se combatió encarnizadamente, y los campos quedaron bañados de sangre. Las tropas mexicanas se […]
14 de septiembre de 2016

Ferdusi Bastar Mérito
ferdusib@gmail.com
La Batalla de Molino del Rey, al poniente de la ciudad de México, el 8 de septiembre de 1847, fue la más sangrienta de la guerra de intervención norteamericana con más de 1600 muertos de ambos mandos. Se combatió encarnizadamente, y los campos quedaron bañados de sangre.

Las tropas mexicanas se batieron con gran fiereza, pero con una falta de coordinación casi total, y a pesar de ello, hubo un momento en que casi tenían decidida la batalla y era el instante en que se había programado la entrada de una caballería de 2,700 hombres al mando del Gral. Juan Álvarez, reserva acantonada en la ex hacienda del Moral, que indudablemente llevarían a la victoria, pero inexplicablemente el Gral. Álvarez no se movió y la reserva a su mando permaneció al margen de la contienda, como simples observadores. Los norteamericanos se reagruparon y contraatacaron provocando los fatales resultados ya conocidos.

Las tropas mexicanas, más desorganizadas que antes, se replegaron a las diferentes garitas de entrada que existían en la capital mexicana.

Felipe Santiago Xicotencatl Corona participó en la Batalla de la Angostura, donde fue gravemente herido por lo que fue ascendido a Teniente Coronel, otorgándosele el mando del Batallón de San Blas, con el que participó en la Batalla de Cerro Gordo y finalmente fue asignado a la defensa del Castillo de Chapultepec. Al amanecer de aquel aciago 13 de septiembre, la artillería norteamericana bombardeó fuertemente el castillo y sus laderas defendidas por el Batallón de San Blas, que enfrentó a un ejército mejor armado y muy superior en número.

Cuando Xicotencatl ve caer al abanderado de su batallón, corre a levantar el lábaro, pero cae herido y se levanta nuevamente arengando a sus hombres, pero es abatido por las balas enemigas y cae envuelto en la bandera de su batallón, que es totalmente exterminado por las fuerzas invasoras.

Previamente se había ordenado la evacuación de los cadetes del Colegio Militar, pero muchos decidieron quedarse a defenderlo.

Los cadetes pelearon cuerpo a cuerpo. El Teniente Juan de la Barrera, asignado al mirador, tomó la bandera para impedir que cayera en manos del enemigo, y ya herido, subió al parapeto del castillo y se lanzó al vacío envuelto en su bandera, cayendo con más de 20 balazos en su cuerpo, en el lugar en que se levantó el primer monumento a los Niños Héroes.

Los cadetes tenían de 13 a 18 años de edad. Cuando todo había terminado y el comandante norteamericano vio los rostros de los cadetes muertos, exclamó con sorpresa: “Pero si eran unos niños”. Se dice que de allí viene el nombre de los Niños Héroes.

Del 14 de septiembre de 1847 al 12 de junio de 1848, durante nueve largos meses, sufrimos la afrenta que la bandera de las barras de sangre y las estrellas robadas ondeara en al asta bandera de nuestro Palacio Nacional, hasta después de que los congresos norteamericano y mexicano ratificaran el infamante Tratado Guadalupe-Hidalgo, redactado en Estados Unidos e impuesto a un México derrotado, y firmado en la Villa de Guadalupe, en la que el clero mexicano celebró un gran Tedeum para dar gracias a la Virgen Morena.

Nuestro héroe olvidado, el teniente coronel don Felipe Santiago Xicotencatl Corona, fue enterrado primero en la capilla de San Miguel, después en el desaparecido panteón de Santa Paula, de donde trasladaron sus restos al de San Fernando, y de allí al Altar de la Patria, en el Bosque de Chapultepec.

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