Voces del cambio verdadero
El voto y el oro Luis A. Pampillón Ponce pampillon_p@hotmail.com Indudablemente, todo apunta hacia el 2018. Y en ese camino tendremos que repasar y repensar sobre el valor del voto y desde luego, por quién votar. El voto es un instrumento, una herramienta electoral que tenemos los ciudadanos para premiar o castigar al partido por […]
27 de julio de 2016

El voto y el oro

Luis A. Pampillón Ponce
pampillon_p@hotmail.com
Indudablemente, todo apunta hacia el 2018. Y en ese camino tendremos que repasar y repensar sobre el valor del voto y desde luego, por quién votar.

El voto es un instrumento, una herramienta electoral que tenemos los ciudadanos para premiar o castigar al partido por el que hayamos emitido nuestro sufragio. Es decir, si ratificamos nuestra voluntad de que un determinado partido nos gobierne, porque cumplió con su encomienda o decidimos cambiar el voto porque el partido no cumplió y todavía más, llegó a límites que podrían considerarse como de tracción a la patria.

Hay muchos elementos para decidir, para tomar una decisión, para decir, ya basta.

Veamos y repensemos, con el apoyo de Carlos Fernández-Vega (La jornada, 17 de junio de 2016), la siguiente información:

En su más reciente informe sobre la región, la Cepal da a conocer que uno de los saqueos más notorios (obviamente el organismo no utiliza tal calificativo) se registra en la minería, renglón en el que dichos gobiernos prácticamente han entregado todo a los barones autóctonos y las trasnacionales, sin que el país reporte mayor beneficio. Y menciona un caso concreto: sólo en 2014 de México se extrajeron alrededor de 118 toneladas de oro y la mayor parte quedó en manos de unos pocos consorcios canadienses. Lo mismo sucedió en 2013 (cifras del Inegi): 120 toneladas de ese metal.

Tan sólo en ese par de años, el volumen de oro extraído por los consorcios privados concesionados por el gobierno mexicano resultó 30 por ciento mayor al obtenido por los españoles en tres siglos de Colonia (238 toneladas y 182, respectivamente). Y si se consideran los sexenios de Fox y Calderón, más los dos primeros años de Peña Nieto, entonces tal volumen acumulado en el periodo (618 toneladas de dicho metal) triplica al de los 300 años citados.

¿Dónde quedó el impulso al desarrollo y el reparto equilibrado de la riqueza?

Y el esquema saqueador se repite a lo largo y ancho de América Latina, donde las trasnacionales y sus gobiernos gerenciales hacen negocios de ensueño. Todo, según ellos, por el bien del país. Así es: oro mexicano, extraído del subsuelo mexicano por trabajadores mexicanos que beneficia… a Canadá, fundamentalmente, y a los barones mexicanos. Sin duda, Hernán Cortés estaría verde del coraje.

La Cepal detalla que “el valor total de activos de las principales empresas mineras supera 100 mil millones de dólares por entidad, y las empresas líderes tienen una clara presencia trasnacional. Por ejemplo, los activos de las tres principales trasnacionales mineras (Glencore PLC, de Suiza; BHP Billiton, de Australia, y la británica Río Tinto) suman cerca de 400 mil millones de dólares (algo así como 40 por ciento del producto interno bruto mexicano, o si se prefiere el PIB íntegro de países como Colombia o Venezuela) y sus principales negocios están fuera de sus fronteras. El consorcio suizo opera en 50 países, la australiana en 10 y la británica en 40.

Pese a que en la década de 2000 algunos países mineros, como Bolivia, nacionalizaron empresas, y en otros, como Sudáfrica, se abrió un debate acerca de la nacionalización (que finalmente se rechazó), en la actualidad la minería metálica está dominada por grandes empresas privadas, especialmente trasnacionales. En México, 100 por ciento de la actividad minera está en unas cuantas manos privadas (Larrea, Bailleres, Slim y un grupúsculo de consorcios trasnacionales, en especial de matriz canadiense).

En los últimos años, los partidos que han mal gobernado a nuestro país y entregado su riqueza con el capital extranjero son, y quien no lo sabe, el PRI y el PAN.

Ahora, si, estimado lector-lectora, ahora sí, ya sabe por quién no votar.

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