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Perfiles: Ing. Joaquín Pedrero Córdova
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23 de marzo de 2015

15 de marzo de 1878 – 01 de abril de 1943

Francisco J. Santa María, en su libro semblanzas tabasqueñas describe al Ingeniero Joaquín Pedrero Córdova, como uno de los hombres más serios entre la intelectualidad del país en su época; de fama internacional bien adquirida, por otra parte distinguido matemático, desde que era estudiante de la Escuela Nacional de Ingeniería, tradujo del francés la Hidrografía  por A. Germaín.
Sus origines, según documento “Apellidos de Tabasco”, de Abel Palavicini, son los siguientes “… permitidme querido lector hacer una ligera cita. Fueron mis abuelas por línea paterna doña Carmen Pedrero Calzada y materna doña María Josefa Pedrero Giorgana, primas hermanas, casadas respectivamente con don Eutimio y don Amado Palavicini Sala (hermano).
Ahora bien, al ocurrir la perdida de mi abuela paterna, toco a mi tío don Francisco Palavicini Pedrero, ser poseedor de una valiosísima misiva que el Teniente Español don José Pedrero Díaz de Castro, (tronco progenitor) fechó en Teapa el 2 de junio de 1786, cuyas letras llenas de infinita ternura iban dirigidas a su señora madre doña Manuela Díaz de Castro, que se encontraba el puerto de Cádiz.
Entre otras cosas, le manifestaba su pena de no poder retornar a España por sus compromisos de familia al contraer matrimonio con la señorita María Dolores Giorgana de la Carrera, de 17 años de edad, dama Teapaneca que no desmerecía a su linaje. Esta carta original por razones que por sí mismo se explican, tales como la espera de una libranza que había solicitado a Veracruz, espera que debió de ser de varios días, motivo su reposición, pasando a mas tarde a poder de su nieta mi abuela doña Carmen quien la conservo como una verdadera reliquia de familia y que hoy encierra para nosotros un gran valor histórico – moral.
La señorita Giorgana era hija del ateniense don Martín Demetrio Giorgana y de doña Mariana de la Carrera, de origen español. El Teniente Pedrero, según las investigaciones de don Abel Palavicini, vio la luz en la Villa de Padilla, de Castilla la Vieja. Su muerte tuvo lugar en la Sultana de la Sierra a fines del primer tercio del siglo pasado. La casa de habitación del citado militar es una de las que forman la plaza principal de Teapa.
Del matrimonio Pedrero Giorgana, vinieron  al mundo según orden de nacimiento: doña Mariana, don José Gertrudis, don Ramón, don Isidoro, don Cecilio, don Florentino, don Joaquín, doña Francisca y doña Rosario Pedrero Giorgana.
Don Joaquín Pedrero Giorgana, casó con doña Juana de la Flor R., y vinieron al mundo: doña Rosaura, doña Rosario, don Encarnación, don Joaquín,  don Ignacio y don Amado Pedrero de la Flor.
Don Joaquín Pedrero de la Flor, casó con doña Natividad Córdova, y vinieron al mundo: don Joaquín Pedrero Córdova, don Eduardo Pedrero Córdova y don Carlos Pedrero Córdova.
Don Joaquín Pedrero de la Flor, tuvo también dos hijos que respondieron a los nombres de: Emiliano Pedrero y Demofilo Pedrero.
1888.- Termina sus estudios en la Escuela Pública de Teapa, de don Hipólito Ramos y en la de don Antonio Mojica. Desde los primero años se inclino por el dibujo lineal, haciéndosele fácil por ello el trazo de mapas.
Observada esa cualidad por su padre, lo manda a estudiar la Primaria Superior a San Cristóbal de las Casas, y luego la Preparatoria al Instituto Juárez de San Juan Bautista, en donde fue discípulo de José N. Rovirosa.
1892.-  Funge como escribiente de la Sociedad de Trabajadores en San Juan Bautista (hoy Ciudad de Villahermosa, Capital del Estado de Tabasco).
1894.- Es asistente del Profesor de Matemáticas del Instituto Juárez, en San Juan Bautista, Tabasco.
1895.- Profesor Titular de dibujo del mismo Instituto Juárez.
1896.- Profesor de Matemáticas, Ética, Dibujo y Gimnasia del Liceo de Tabasco, de San Juan Bautista.
1898.-  Graduado de la Escuela Preparatoria de Tabasco, viaja a la Ciudad de México, para iniciar sus estudios de Ingeniería Civil, en la Escuela Nacional de Ingeniería.
1899.- Traducción del Francés de la Hidrografía de St Germaín que después fue adoptada como libro de texto en la facultad de Ingeniería de la Ciudad de México.
1904.- Comisionado para fundar la red meteorológica en el Estado de Tabasco.
1906.- Recepción de Ingeniero Civil en la Escuela de Minería de la Ciudad de México.
1906.- Director de la construcción del “Parque Hidalgo” en Teapa, Tabasco. Estudios hidrográficos de los ríos Teapa y Puyacatengo. Colaborador y ejecutor del mapa del Estado de Tabasco.
1907.- Ingeniero del Estado de Chiapas. Director Técnico de la construcción del puente colgante más grande de la república en esas fechas, sobre el Rio Grijalva. Constructor de la carretera entre Tuxtla Gutiérrez, capital del Estado, y Chiapas de Corzo, y Director de la construcción de dos puentes ornamentales en estas dos ciudades, así como del rastro de Tuxtla y de una capilla en el cementerio de la Ciudad.
1908.- Presentación de la memoria relativa a la construcción del Puente Colgante sobre el Río de Chiapa o Grijalva, que presenta al Ejecutivo del Estado, el Ingeniero Director  J. Pedrero Córdova. (Leída por su autor en la ceremonia oficial de su inauguración, el 8 de agosto de 1908). La cual se transcribe a continuación:
“ … Con fecha 11 de febrero de 1904, el Ejecutivo de Estado inició ante la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, la construcción de un Puente sobre el Río Grijalva o de Chiapa, fundando su iniciativa en la necesidad de enviar el deficiente servicio de canoas sobre dicho río, que en épocas pluviales determina dilaciones y perjuicios considerables en el servicio público, y en la importancia de esa mejora para el desarrollo de la Industria, Agricultura y Comercio del Estado. Solicitó además el apoyo pecuniario de la Federación, por tratarse de una obra de interés general, que no estaba comprendida en el contrato relativo a la Carretera entre Chiapa de Corzo y la Frontera con Guatemala, y cuya ejecución demandaba gastos que el Estado solo no podía erogar.
La Secretaria de Comunicaciones y Obras Públicas contestó enseguida que esperaba el Proyecto y presupuesto relativos, a fin de resolver sobre la cantidad con que podría contribuir la Federación, y en diciembre del mismo año le fueron remitidos los del Sr. Ing. D. Enrique Ampudia Chavero, arrojando el del Puente Colgante que proyectó, la suma de $61,571.40 cs.
En enero de 1905 la Secretaria de Comunicaciones y Obras Públicas manifestó: Que no siendo convenientes, en tesis general, los puentes suspendidos, por las reparaciones y gastos cuidados que demandan, esperaba nuevo proyecto de otro sistema que no fuera colgante y reuniera las condiciones de solidez y duración que requiere un tráfico activo.
Contestó el Gobierno del Estado, que, tanto por los enormes que demandaría un puente fijo, como por las dificultades para el transporte de la maquinaria que habría de utilizarse, y por la situación económica del estado, la mejora tendría que retardarse indefinidamente y la Carretera encontraría siempre ese obstáculo que nulificaría los beneficios que la misma persigue.
Por otra parte, los materiales serían de la mejor calidad que en los mercados extranjeros se consiguiesen, lo cual garantizaría su solidez, y que en lo relativo a cuidados y reparaciones, el Gobierno del Estado ocurriría con eficacia a remediarlas, procurando así su duración. Por esas consideraciones retiraba a la Secretaría el acuerdo favorable, y facultaba al Sr. Lic. Don Rosendo Pineda para celebrar el contrato respectivo, que fue firmado en abril del mismo año de 1905.
Por virtud del referido contrato el Gobierno Federal auxiliará al del Estado con la suma de $30,000.00 dando la tercera parte al hallarse los materiales en el lugar de la construcción; otra tercera parte al hacerse las pruebas de resistencia, y la última, seis meses después de poner el puente al servicio público.
Los materiales pedidos al extranjero fueron inspeccionados en febrero de 1906 por el Sr. Ing. D. Reinaldo Gordillo León, comisionado con ese objeto por la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas. Dichos materiales corresponden al Proyecto de la San Francisco Bridge Co., radicalmente distinto en todos sus detalles del proyecto primitivo, y los cuales forman parte integrante y esencial del Puente sobre que versa esta memoria. Y si insisto en este punto es porque el presupuesto primitivo monta a $61,571.40 cs., y los gastos del Puente en su totalidad llegan a la suma de $97,462.81 cs.
A principios de 1905 se comenzaron los trabajos de limpia y desmonte del terreno elegido por el Sr. Ing. Ampudia Chavero. La anchura del río en esa parte es de setenta y dos metros y sus márgenes son de roca viva.
Los trabajos preliminares siguieron su curso durante todo el de ese año y parte del siguiente de 1906, habiéndose desbastado un volumen considerable de roca en ambas márgenes, hecho un muro de sostenimiento en la margen derecha y una especie de bastión en la margen izquierda, todo de mampostería corriente.
En julio de 1907 se reanudaron los trabajos, algún tiempo interrumpidos por falta de personal necesario. El Sr. Don Jorge H. Griffin, recomendado por la Atlantic Gulf and Bridge Co., de los Estados Unidos, y el suscrito, los llevaron a término, el primero como constructor y el segundo como director.
Después de hecha la localización definitiva del Puente, fijado en claro por medio de una triangulación, así como el trazo de los ejes de las torres y de los anclajes, se practicaron pozos de reconocimiento en el bastión de mampostería construido, y se observó que la cimentación era deficiente y aún peligrosa. La mezcla había sido lavada en parte por las filtraciones de las aguas pluviales, y las rocas de la mampostería se hallaban conglomeradas sin cohesión ninguna en muchos puntos. Hubo pues, necesidad de hacer una nueva cimentación hasta llegar a la roca viva, y en la cual emplearon 128.5 yardas cúbicas de concreto.
La altura del puente se fijó a dos metros arriba de la máxima creciente extraordinaria del río, registrada en la localidad, sirviendo de señal un árbol de jobo, a cuyo tronco llegaron las aguas en la gran creciente de 1879.Las condiciones especiales del terreno y la circunstancia de que los cables del puente tienen estrictamente la longitud del proyecto impidieron localizar lo más arriba. Sin embargo su altura sobre el nivel medio de las aguas del río, es de 2 metros y los anclajes quedaron enterrados en roca viva.
En los meses de julio y agosto se acaparó el material necesario de piedra, arena, cemento, que debería emplearse en el Portal y anclajes de la Margen Izquierda.
Reconocida la buena calidad del cemento y el grano de la arena, se adoptaron las mezclas de un volumen de cemento, dos y medio de arena y cinco de piedra picada o grava, pasadas estas por mallas de dos pulgadas. La arena y la grava empleadas se recogieron en las playas del río, pudiendo calificárseles de excelentes. La arena es abundante en cuarzo, muy limpia y gruesa. La grava contiene un tanto por ciento considerable de rocas graníticas y la piedra picada es de la de los tajos hechos en las márgenes. El cemento, casi en su totalidad de la marca Alsen, fue reconocido según las indicaciones prácticas que recomienda la Obra Concrete Plain and Reinforced de Taylor y Thompson, y aceptado sin vacilación.
En los primeros días de septiembre se armaron las pilas de acero de las torres y el esqueleto del arco que las liga, para reforzar el concreto del portal, y durante ese mismo mes se armaron las formas de madera y se terminó el relleno de concreto.
En octubre se construyeron los anclajes de la margen izquierda, se aseguraron los cables a los guardacabos, se colocaron los templadores que ligan los cables a las anclas, se quitaron las formas y subieron los cables a las coronas de las torres.
En noviembre se pasaron a la margen derecha la grúa y la máquina de vapor, los útiles y el cemento existente. La grava y la arena correspondientes al portal de esa margen, habían sido acaparadas previamente, y se comenzó desde luego su cimentación.
No obstante estar desnuda la roca viva, la presencia de una grieta en el sentido de la corriente, inspiró desconfianza y se practicaron pozos de reconocimiento, hasta demostrar que la cimentación quedaría en roca maciza. Otra que apareció en la base del prisma, río abajo, y que no tenía importancia, tanto por ser normal a la corriente como porque terminaba a poca profundidad, fue tomada sin embargo en consideración, y se le pusieron tres amarras en los labios, con cables de acero de pulgada y media de diámetro, anclados con cemento a tres pies de distancia de cada lado de la grieta. El Portal quedó terminado completamente, en todo el mes de diciembre.
En enero del presente año se terminaron los túneles de los anclajes de la margen derecha, y en los primeros días de febrero se dio fin a la obra de concreto. Por economía en la excavación de los túneles se acercaron los anclajes, conservando la inclinación de los estays.
En marzo se cruzaron los cables, se fijaron las péndolas, las piezas de puente o traviesas, y los contravientos, y se reanudaron las obras de carpintería, iniciadas en octubre.
Las traviesas proyectadas por la San Francisco Bridge Co. era de madera; pero considerando que las que habían podido conseguirse eran inaceptables, y que por sus grandes dimensiones era muy difícil obtenerlos a satisfacción, siendo por otra parte de esencial importancia en la obra, por indicación del subscripto acordó el Gobierno pedir a la Carnelgie Steel Co. de Pittsburgh, Estados Unidos, los quince pares de U de acero que hoy tiene el puente, y cuya resistencia es mayor con menos peso que las de madera.
Las dificultades para conseguir la madera que requerían las armaduras laterales, retardó la terminación de la obra. La primera trabe quedó en abril lista para armarse, y en los primeros días de mayo fue fijada en su lugar.
La madera empleada es, en su mayor parte, de cedro rojo. En enero del corriente año se hicieron pruebas de resistencia con vigas de 4” x 10” x 18”, y como las resistencias obtenidas están de acuerdo con las tablas de Trautoine, en los cálculos de esta Memoria, a ellas me refiero.
Los seis cables tienen una resistencia de seguridad de 400 toneladas; 637 toneladas resisten las torres de cada Portal y 200 toneladas cada par de anclajes de una margen, que son los que deban tomarse en cuenta en los cálculos.
La resistencia de seguridad de las vigas de acero que forman, por pares, las traviesas soportadas por las péndolas directamente, es de 16.46 toneladas.
La carga muerta del puente sube a 84 toneladas aproximadamente. Dividiéndola entre 16 tramos, comprendidos entre las péndolas y los Portales, resulta que cada par de péndolas soporta una carga muerta de 5.25 toneladas. Les queda por tanto un exceso de resistencia de 11.75 toneladas y a las traviesas de 11.21 toneladas.
Como los polines que se apoyan en las traviesas resisten con seguridad excesiva esa carga, resulta que el Puente podrá resistir una carga, uniformemente repartida, igual a 16 x 11, igual a 176 toneladas; pero como cada anclaje solo aporta una tracción de 100 toneladas, puede admitirse para el Puente una carga viva, repartida uniformemente de 116 toneladas, que unidas a las 84 de peso muerto sumas las 200 toneladas con que puede trabajar en sus límites de seguridad.
La carga con que puede cargarse un entrepaño cualquiera, repartida en su superficie en prácticamente de 25 toneladas.
El concreto empleado en los prismas de cimentación comprendiendo las trabes inferiores de cosentrales, es de 201.5 yardas cúbicas; el volumen de concreto de los anclajes de ambos márgenes es de 125 yardas cúbicas y el de las torres y arcos de 73.8 yardas cúbicas. El volumen total de concreto sube a 500.3 yardas cúbicas.
Según las mezclas indicadas antes, debieron haberse consumido 645 barricas de cemento; pero como en los prismas de cimentación y en los anclajes se economizó el 25% del volumen, empleando grandes rocas ahogadas en el concreto, resulta que en 311.7 yardas cúbicas de volumen que tienen, se ahorraron 77.9 barricas, dando un total de 567 barricas de cemento empleado.
La acción del viento sobre la superficie inferior del piso del Puente es la más peligrosa, porque en caso de que fuera suficiente para levantar la estructura, el choque producido en la caída podría romper las péndolas y destruir la construcción entera. Tal pasó en el Puente sobre el Ohio, en Wheeling, E.U.A., construido por Charles Ellet en el año de 1848, y destruido por un huracán en 1854. Este Puente carecía de las armaduras laterales que se han venido usando desde entonces, como uno de los elementos principales para contrarrestar la acción de los vientos, en el sentido de abajo para arriba.
El Puente Colgante sobre el Niágara, terminado en 1855 por Jhon Roebling, hace época en la historia de los puentes. El claro entre las torres era de 821 pies por 15 de ancho. Los cables eran de 10 y media pulgadas de diámetro. La parte esencial introducida consistía en que los dos pisos estaban auxiliados por armaduras laterales de 16 pies de altura, ligados a los cables por medio de péndolas. El uso de estas armaduras aumenta considerablemente la rigidez de la estructura, teniendo a distribuir uniformemente las cargas parciales a los cables.
En nuestro caso, además del peso propio del Puente, contrarrestan la acción del viento en el sentido indicado, las trabes de que se ha hecho referencia.
Suponiendo que el viento ejerciera una presión de 32 libras por pie cuadrado, (que es la que corresponde a un viento huracanado soplando con una velocidad de 80 millas por hora, según los cálculos de Smeaton), la presión sería en nuestro caso de 260 x 26 x 32, igual a 216,320 libras. El Puente pesa 216,364 libras y la resistencia que oponen las armaduras es de 84,278 libras menos 216,320 igual a 84,222 libras. Por tanto, no es de temerse la acción del viento en aquellas circunstancias. Los cálculos sobre la presión lateral del viento van precisados en otra parte.
Para terminar este breve informe, complemento de la Memoria detallada, me es grato consignar que durante la ejecución del Puente, no ha habido que lamentar desgracias personales, con excepción de un ligero accidente ocurrido a uno de los operarios al tender los cables.
Debo consignar también el buen comportamiento y el empeñoso afán de todos los que han integrado los trabajos, haciendo muy particular mención del Sr. Griffin, tanto por su talento y conocimientos en la materia, como por su constancia y firmeza en la labor… “

J. PEDRERO CÓRDOVA.
ING. CIVIL.

1909.- Actividades Profesionales en la Ciudad de México, principalmente en la construcción de casas y residencias. Miembro del Congreso Internacional de Medicina, Higiene y Sanidad.
1910.- Actividades revolucionarias contra la dictadura de General Porfirio Díaz, Presidente de la República.
1913.- Matrimonio con la señorita Ana Ortiz Liebich, en la Ciudad de México, Distrito Federal.
Página Suelta.- Eureka
Diario escrito por el Ingeniero Joaquín Pedrero Córdova

Son las ocho de la noche. Un florerito con gardenias, jazmines de arabia y florecitas blancas, colocado en el centro de la mesa recuerdo, que nos legaron mis abuelos maternos y que usamos hoy como antes de comedor; un quinqué de base verde y de triste luz; sillas vacías alrededor de la mesa; un mantel doblado; un platillo con panela bajo un hemisferio de tela, protector de moscas y mi compañera al lado leyendo entretenida una alegoría de madame Carter sobre la religión y superstición en las cartas de Ford Chesterfield a su hijo, forman el cuadro de este aniversario inolvidable para nosotros. El tic tac de un hermoso reloj de mi padre, el murmullo encantador del río, el chiflido  de los insectos y una temperatura deliciosa, lo envuelven con un matiz de ensueño, si así pudiera decirse Chentito y Natita, duermen en sus jaulas a un paso nuestro, como dos pajarillos. Mi padre se recogió en su habitación, con Jorge, hace un momento. Nada turba nuestra tranquilidad…
Hace tres años que distinto cuadro! México! La casa de mis suegros derramando luz; la sala, los pasillos, el hall, el pórtico llenos de gente amiga; el comedor transformado en otra sala; el piso del patio subido a la altura de los corredores para cenar ciento y tantas personas y bailar después; lindas y risueñas muchachas y gallardos muchachos llenando de algarabía y entusiasmo aquellos instantes de nuestra dicha; el juez preparando sus papeles para fijar en ellos nuestro contrato matrimonial y Anita  y yo objeto de las más exquisitas atenciones y cariños.
Y malgré tout, hoy como ayer, me siento feliz. Nuestra vida sencilla en los tres años corridos ha fortalecido nuestros ideales, y el bullicio y esplendor de entonces y la quietud apacible de hoy son en el fondo lo mismo para nuestro amor. Siempre recordaremos con cariño aquella fecha y nunca olvidaremos nuestro bienestar actual.
¿A dónde vamos? ¿Qué camino señalará nuestro destino? Después de la sangrienta lucha que ha conmovido a nuestra patria, ¿Qué nuevas fases presentará nuestra vida? Me llaman de México a ocupar un alto puesto y tengo que abandonar el terruño, aquí donde han corrido los más seductores días de mi vida, de niño y de padre. Firme en mi buena estrella y en la firmeza de mi carácter y mis convicciones para entrar de lleno en la lucha y proteger con el escudo de mis entusiasmos y mis esfuerzos a mi noble compañera y a nuestros hijitos. ¡Adelante! Ha sido siempre mi divisa… ¡Adelante!

1914 A 1916.-  Actividades profesionales, agrícolas y revolucionarias en Teapa, Tabasco.
Noche Buena
Página Suelta.- Eureka, Dic 24/915
Diario escrito por el Ingeniero Joaquín Pedrero Córdova

Esposa mía: Me preguntaste hace poco tiempo, cuando me oías emitir mi juicio sobre algunos miembros de nuestras familias, cuál era el que yo me había formado de ti.
¿Recuerdas lo que te dije?… Pues bien, como era muy difícil tarea en aquel instante y… por otra parte las palabras vuelan, te repetiré aquí mi respuesta. Sobre ti no tengo juicio ninguno porque el poco que tenía me lo robaste ha mucho tiempo, y por más que quiero, tú no me lo devuelves aún. Ni me hubiera sido nunca posible pesar y medir tus cualidades y tus defectos porque ninguno de mis sentidos ha andado como Dios manda desde que tú mandabas en ellos, y de esto, cuidado que hace tiempo! Tu bien sabes que allá en mis mocedades revolotee como las mariposas, atraído por la luz de muchos ojillos traviesos, pero la llama que tú traes escondida quemó las alas de mis travesuras desde la primera vez y heme aquí con que tú guardas las causas que su incendio dejó. Y por si lo dudaras, me amarraste a la vera de tu carro triunfal, y siervo tuyo me llevas y me traes desafiando al destino. Después, me has dado tus sonrisas y tus lágrimas y para hacer completa tu victoria y mi esclavitud me has puesto dos cadenas irrompibles en nuestros dos chiquitines… Chente y Natita ¿Quieres que te diga más? ¿Seré duro al revelarte mi secreto? Auf wiedersehen, des meine taube.

Marzo 5 de 1916
Diario escrito por el Ingeniero Joaquín Pedrero Córdova

Hoy escribo a mi tío Pepe una carta y como es la primera que verán sobre política general, quiero copiar los principales párrafos… “Leído por tercera vez y con todo detenimiento un mensaje al Gobernador del Estado, subscripto por nuestro primer jefe; relativo a la situación del problema económico y la verdad, mi querido tío, con colaboradores como el que sirve en este caso, nos vamos a la playa como Ud. dice. Le protesto que me ha causado profunda pena, porque no solo no señala un derrotero franco, sino que nos lleva al abismo. Es indudable que la Nación entera aguarda ansiosa el fruto de su intensa lucha y espera sentirse guiada rigorosamente en su difícil periodo de convalecencia. Pero sería un absurdo exigir al Primer Jefe que lo hiciera todo. Harto ha dado ya a la Patria y nada necesita para su inmortalidad en la historia. Más en este periodo de reorganización nacional requiere obreros hábiles que lo secunden firmemente y no que lo orillen a deslustrar su hermosa y límpida labor. Me figuro a Carranza como un gran Piloto, sereno, inconmovible, que ha salvado la nave, en medio de furioso torbellino de escollos infinitos, por su lealtad, en firmeza y su valor. Pero la tormenta no ha pasado, y si los mecánicos no están en sus puestos o no son hábiles, o la dan de tales los que apenas saben atizar el fuego, la nave detendrá su marcha, corriendo el riesgo de zozobrar. Muchos nos ven desde remotas playas y querían darnos remolque o hundirnos para siempre. Por lo pronto se están riendo de nuestra angustia y nuestro dolor. Los profundos sentimientos que me embargan me impiden contenerme ni ocultarle el mal efecto que me produjo el mensaje. Ganas siento de analizarlo línea por línea y con el alma quisiera borrarlo, para salvar al Primer Jefe de ese borrón con que lo manchan los que creen servirlo, si no es que lo traicionan. Y pensar que será la base que servirá a la Secretaria de Hacienda para resolver tan arduo problema Nacional. Bien conoce Ud. mi espíritu para qué pretendiera decirle que no es mi ánimo censurar y solo hablo íntimamente a quien me estima y guardará mi desahogo patriótico más que me sonrojo como economista. Bien sabe usted también a cuanta altura mi admiración y mi respeto elevan al Primer Jefe y me hago cruces pensando que misteriosas consideraciones a los que lo secundan podrían resolverlo a acertar como bases de relación financiera semejantes absurdos ¿Qué pensaríamos de un médico si me dijeran que arrancándole de cuajo a un paciente el sistema nervioso, lo haría capaz de sentir las más dulces emociones de la música, el exquisito sabor de los manjares, el aroma de las flores, las bellezas del cielo, la tersura de los pétalos, la aspereza de las rocas?. En las Naciones la función económica es su “sistema nervioso”, y del mismo modo que el Médico con su nuevo método solo paralizaría al paciente (in eternum), México sufrirá un ataque de parálisis terrible, apenas la Secretaria de Hacienda lance al mundo su programa financiero, pasado en el mensaje de referencia. Ojalá me equivoque, mi querido tío, y a riesgo de pasar por mal profeta, escuche Ud. estas palabras: Nuestra moneda fiduciaria bajará considerablemente desde el instante en que circulen las reformas propuestas y en el extranjero se formarán muy pobres juicio de nuestra capacidad de financieros.

Si Lencho, Hugo o su mamá llegasen por allí, le ruego le dé Ud. el pésame de mi parte por la muerte de su abuelita Llalla. La caridad de sus vecinos humildes vela sus últimos instantes y su alma voló anoche 4 de marzo a las 9. ¡Oh enseñanzas de la vida!

Abril 18/916…
Diario escrito por el Ingeniero Joaquín Pedrero Córdova

Mi padre, después de una fiebrecita intestinal que lo ha tenido entre sus garras durante un mes, está convaleciente y casi bueno. Lo ha atendido el joven Dr. D Pedro Canabal Castellanos. En estos momentos juega un solitario a mi lado y Anita se prepara a recogerse en sus habitaciones.
Hace un momento hablábamos de las elecciones municipales que se verificarán mañana conforme el programa revolucionario que ha creado “el municipio libre”. Esta nueva forma, base de los gobiernos democráticos, transformará a la Nación si llegara a ponerse en práctica por hombres honrados, cultos y de acción.
Mucho gusto me hubiese dado disputar la Presidencia del Municipio Libre de Teapa, si diversas consideraciones no me impidieran hacerlo… Tengo la creencia de que difícilmente me derrotarían. Una vez victorioso me dedicaría yo a organizar la hacienda pública, el mejoramiento de la población de Teapa, sus vías de comunicación y la policía rural y urbana. La administración de justicia y la instrucción pública ocuparían muy especialmente mi atención y trataría de impulsar todos los ramos de la actividad del pueblo. El proyectado ferrocarril se llevará a la práctica y no cabe duda de que Teapa a la vuelta de cinco años sería otra población.
En estos últimos días he estado ocupándome del plano del Municipio de Teapa y formando algunos cuadros estadísticos del mismo. La superficie de 45 000 hectáreas que obtengo no concuerda con la suma de la de las fincas que pagan su contribución en la Receptoría de Rentas y llega esta superficie a la suma de 33 400 hectáreas. Esta diferencia se debe a que varias fincas pagan al Municipio del Centro, a Tacotalpa y a  Jalapa; lo cual debe recaudarlo el Municipio de Teapa.
Existen actualmente, contribuyendo, 154 fincas que forman diez riberas. Clasificándolas por orden descendente de superficie he formado el siguiente cuadro:

Nos    N. de las Riberas    N° Fincas    Sup. Hs.    Valor fiscal    V. de 1 Hs
1a    Concepción    19    6416    $3’,982,000    $63653
2a    Manuel Vuelta    6    4790    $1’,563,000    $33048
3a    Blanquillo    13    4685    $824,000    $17587
4a    Mexiquito    8    2986    $1’,272,000    $42598
5a    Cerro y Azufre    16    2801    $591,600    $21121
6a    Bajo Puyacatengo    32    2679    $389,400    $14534
7a    Coconá    12    2355    $1’,142,000    $48492
8a    Alto Puyacatengo    21    2281    $415,700    $18225
9a    Cerro    20    2189    $1’,373,400    $62741
10a    Rinconada y Sanes    7    847    $884,000    $104368
Totales    154    31994    $12’437,100    $38873

Hay además Vecindarios Rurales, Buena Vista con 30 fincas, Camino Real con 9 fincas; El centro con 4 fincas y Sección Cuarta fundo legal con dos; entre los 4 tienen 1375 hectáreas y un valor fiscal de $239,20000.
El fundo legal de la población de Teapa tiene 101 hectáreas y sus ejidos 194 hectáreas.
En todo el Municipio hay actualmente 74 fincas que contribuyen, con un valor de $20,000 00 en adelante y las 125 fincas restantes no llegan a su suma.
De las 32 000 hectáreas del Municipio más 4000 hs pertenecen a la familia Fernández y unos 5000 hs a la familia Pedrero, o sean las 38 centésimas partes a estas dos familias.
Las diez Riberas están divididas muy arbitrariamente; pero hay que disculpar hasta cierto punto a los gobiernos por la carencia de planos. El único formado hasta hoy es el que he hecho yo, agrupando los planos de las fincas; labor que he venido haciendo desde estudiante o sea hace más de diez años. Yo organizaría de muy distinto modo las cosas.

Villahermosa Dic. 24 del 1916
Nos 8 y 9 del Hotel Palacio.
Diario escrito por el Ingeniero Joaquín Pedrero Córdova
Noche Buena.
Desde el día 13 del actual estamos aquí. Todo diciembre ha sido para mí de hondas y tristes emociones y guarda una fecha, el 21, de intenso pesar; mi anciano Padre nos dejó para siempre. Una afección renal, trastornos intestinales y un paludismo tenaz acabaron con su vida. Mi padre fue un carácter. Puso y firmo en sus principios liberales jamás flaqueó ni sintió desalientos. Su ilustración era corta pero sólida. Lo que sabía lo sabía muy bien y su inteligencia era clara, escudriñadora y penetrante. Sus estudios de derecho los hizo aquí en esta Capital del Estado, antes San Juan Bautista, bajo la dirección y en el bufete de mi tío el distinguido Abogado D Mariano Pedrero, que lo protegió y ayudó con todo cariño, habiendo mi Padre logrado conquistarse el título de Notario Público en exámenes extraordinarios que sustentó, sin haber estado en ningún Colegio. Fue un hijo cariñoso, un buen hermano y un abnegado Padre. Sus bienes nos los repartió hace muchos años, cuando aún vivía mi madre, tanto para encarrilarnos con tiempo, cuanto por evitar los trámites testamentarios y encausar y fijar nuestras propias ambiciones, que casi siempre surgen en las familias tratándose de herencias. Una de las características notables del tipo moral de mi Padre fue la discreción. Nunca refería sus acciones, ni las comentaba, ni censuraba a los demás. Fue en sus mocedades de raro mil guapera y hasta hace un año conservó una salud envidiable, al grado de no haber cogido cama ni atenderlo un médico en setenta y tres años. Nació en una finca de la ribera Coconá, San Joaquín, hoy de Enrique Balboa, el 17 de Junio de 1842. Fue un gran jinete en la extensión de la palabra. Todavía hace un año educó un potro melado de Demófilo y hace año y medio cruzó a nado el rio de Teapa, bañándose conmigo. La vida de mi padre no tiene sombras y sus hijos podemos sentirnos orgullosos de la pureza de su vida. El medio en que vivió y desarrollo sus energías no era para formar reputaciones deslumbrantes ni en los negocios, ni en las ciencias, ni en la política, ni en las artes. Profundamente contrario a la dictadura, del Gral. Díaz jamás quiso luchar en la Política ni aceptar puestos públicos que le fueran ofrecidos, y rechazó de plano halagos e insinuaciones de los gobernantes locales. Sincero y firme observador de nuestra constitución de 1857 y apoyado siempre en ella, continúo repetidas veces los abusos de las autoridades en Teapa, y los atropellados por ellas encontraron siempre en mi Padre un desinteresado defensor, aun a costa de las enemistades que su actitud firme le traían. De ciencias, fuera del Derecho, no cultivó ninguna, pero tenía nociones generales, principalmente de Matemáticas y Mecánica. Cuando joven construyó un trapiche en la finca de mi abuelo, su Padre, y en el rancho inventó y construyó algunas máquinas para beneficiar café.
Hace cuatro años escribió dos proyectos de ley: uno sobre el Peonaje de Campo y otro sobre Caminos vecinales.
Estos ligeros apuntes sobre la vida de mi Padre son para mis hijos, y cuando se me ocurran algunos rasgos de su carácter procuraré consignarlos.
Son las 9 de la noche. Nuestros hijitos Chente, Natita y Felipe duermen tranquilamente. Anita descansa a mi lado en una mecedora y yo cierro estas líneas para charlar con ella sobre nuestro porvenir, algo brumoso en medio de esta triste guerra civil que conmueve a nuestra Patria.

1917.-  Senador de la República por el Estado de Tabasco, en la XXVII Legislatura siendo Presidente de la República Don Venustiano Carranza, cuando se restableció el orden constitucional en el país, después de la revolución contra la tiranía de Victoriano Huerta.
Febrero 3 del 917.
Diario escrito por el Ingeniero Joaquín Pedrero Córdova
Cuarto aniversario de nuestro matrimonio religioso. Antier fue el del contrato civil. Son las 9 pm; misma hora en que entonces nos embarcamos en México, en el gabinete especial del pullman, rumbo a esta tierra. Un verdadero enjambre de amigas y amigos fueron a despedirnos. Los padres de Anita y hermanos, tío Pepe, Aurora y las niñas, las Madero, los Hernández, los Ramos, Rof Rodríguez y Lupita, Manuel Livada. Cuando subimos al tren nos lanzaron una lluvia de arroz y nos despidieron cariñosamente. Llegamos a Veracruz con toda felicidad y el día seis nos embarcamos en el vapor Tehuantepec llegando a Frontera el día 4 después de una tranquila travesía. Pascual Bellizia nos esperaba en su casa allí, pero no pudimos quedarnos porque apenas hubo tiempo para transbordarnos al vapor Sánchez Mármol que nos trajo a esta, en unión de Pedro Pedrero que fue a recibirnos a Frontera. Aquí permanecimos, desde el día 8 hasta el 11 que continuamos para Teapa en una lancha de Luis. Concurrimos a un baile en el casino el día 10 y un día antes nos dieron un banquete algunos amigos: Nicandro Melo y Chente, Luis, Pedro y Andrés Pedrero, Roberto Morett. Soledad y Juanita Pedrero nos acompañaron. El mismo día 11 llegamos a la Huasteca de Luis y allí montamos a caballo hasta la loma donde Nachita nos esperaba. Al siguiente día seguimos de la Huasteca hacia Rancho Pando por el río Puyacatengo en la misma lancha de Luis, el Fulton, llevando a remolque un cayuco, para seguir en el desde el punto en que no pudiera continuar la lancha de gasolina. Por último llegamos frente a Rancho Pando, después de habernos encontrado en el río, primero a Eduardo en un cayuquito y después a Papá que venía con Carlos y con el Profesor Ochoa Lobato. En el bosque casi virgen que se hallaba entre el río y el arroyo de Coconá, Carlos había mandado a abrir una brecha, y construir un puentecillo provisional en este último. Anita fue conducida a una silla, adornada con palmeras y helechos, a espaldas de un fornido mozo de la finca y los demás caminamos a pie. En Rancho Pando nos aguardaba Angelita Balboa con María, Carlota, Lorenzo Collado y D Federico Urbina y algunas otras personas. Allí subimos en dos coches y al fin llegamos a Eureka, donde nos esperaba María, esposa de Carlos, prepararon para nuestro alojamiento la pieza que une al Camino y donde han nacido nuestros nenes Natita y Chentito en estos dos últimos años.
Hoy, aquí en el Hotel Palacio, ocupamos las piezas nos 8 y 9 en la esquina N.E frente  al Grijalva. Desde el 13 de Dic. últimos, con rumbo a México estamos en esta. Hace un frío como no imaginaba. El río ha crecido bastante después de una sequía de más de un mes. Hoy en la madrugada me levante dos veces a ver a Chente y Natita que llamaban a su “papacho”, como dice ella. Tuve que abrigarlos bien y yo hice otro tanto después para poder dormir. Todos despertamos pasadas las 7. Les preparé personalmente su desayuno: Atole de arroz tostado, galletas de soda y mantequilla. Nosotros tomamos huevos y café. A las diez de la mañana baje a la oficina de la Cia Platanera. Southers y jugué varios partidos de ajedrez con Pedro Pedrero, Mr. Marshall, Pedro Castellanos y Hector Graham Casasús, habiendo tenido el punto en las cuatro partidas que jugué sucesivamente con cada uno. El más fuerte es Pedro Pedrero y el más chambón, Castellanos. Este se pone a silbar luego que se ve afligido y Héctor con sus chispeantes bromas lo pone muy aturdido. Pase un par de horas muy agradable. A medio día comimos con la frugalidad de siempre Anita y yo en compañía de nuestros hijitos. En la tarde salí un rato a la botica de Graham para traer emulsión a los nenes y fijé con Manuel la renta de nuestra cuchillería de plata en $500 dólar. A las 7 p.m. estuvo aquí Luis Pedrero a visitarnos. Anita aprendió hoy en la tarde a hacer buñuelos  con la administradora de este Hotel y ya cierro estos renglones para recogerme. Anita cose a mi lado una faldilla y los chiquitines están rezongando. Hasta Felipito pide su papa con gorjeos.

1918.- Miembro de la Junta Directiva del Centro Nacional de Ingenieros, de la Asociación de Ingenieros y Arquitectos, y de la Sociedad de Geografía y Estadísticas, todas ellas en la Ciudad de México.
1919.-  Gerente del periódico político  “El Heraldo de México”. Fundador y Gerente de la Cía. Sistemas Vergara, para la construcción de techados para casas y fabricas.
1920.- Miembro del comité directivo para la campaña política presidencial del General Álvaro Obregón. Presidente de la Junta Directiva de los Ferrocarriles Nacionales de México. Jefe de la Comisión Internacional de Límites entre México y los Estados Unidos, y Comisionado Especial para el estudio de las aguas internacionales del Rio Bravo y del Rio Colorado.
1922.- Presidente y Gerente General de las Compañías Carbonífera Consolidada de Coahuila, de la Carbonífera de Durango, de la Carbonífera de Fuente y de varias compañías subsidiarias de los Ferrocarriles Nacionales de México. Oficial Mayor encargado de la Subsecretaría de Agricultura y Fomento de México. Vicepresidente de la Caja de Préstamos de la Secretaría. Miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.
1923.- Subsecretario y Secretario de la Secretaría de Agricultura y Fomento en el Gabinete del Presidente Álvaro Obregón. Vicepresidente de la Sociedad de Estudios Biológicos. Miembro honorario de la “Federation International des Arts de Lettres et des Sciences”. Miembro de la Sociedad Mexicana de Aeronáutica. Miembro honorario de la Sociedad Forestal Mexicano. Coloca la primera piedra que marca el inicio de la construcción del Parque Zoológico del Bosque de Chapultepec.

“ … En el México prehispánico en virtud de las necesidades propias para los aztecas la interpretación de la naturaleza fue esencialmente de carácter religioso. En los seres vivos veían la presentación más o menos temible de las deidades y la manifestación  de sus poderes sobrenaturales. Para ellos, los animales míticos o los existentes desempeñaban una misión relevante en sus teogonías o tradiciones. Su conocimiento forma parte del culto esotérico, reservado a unos cuantos elegidos. Esa zoología religiosa o esotérica constituía un principio de ciencia de los animales y tenía su contrapartida práctica  en la crianza y explotación que los habitantes del Anáhuac hicieron de sus abundantes y variados recursos faunísticos.

En virtud de las actividades propias de su culto, y dada la gran estimación que los indígenas prodigaban a la naturaleza, poseyeron, caso único en la América precolombina, jardines botánicos y un extenso y variado parque zoológico. En ellos albergaban plantas y animales vivos procedentes de las diversas regiones que eran dominadas por los aztecas. El zoológico  estaba ubicado en la parte de atrás del palacio de Axayacatl y ocupaba una superficie considerable; corría desde la actual calle de Tacuba hasta la Avenida 16 de Septiembre, teniendo su frente en lo que  hoy  es Isabel  la Católica y completando el cuadro con la calle San Francisco, actualmente Madero (Navarijo, O.L., 1976)
Los primeros relatos que hablan sobre el magnífico zoológico del emperador Moctezuma, son obras del conquistador Hernán Cortez y del Soldado Bernal Díaz del Castillo. En sus obras se han basados otros autores como Maldonado, K.M. (1941), Martín del Campo, R. (1943) y Nicholson, H. B. (1955). Todos estos textos hacen referencia al tipo de referencias, señalando lo bien adecuadas que estaban para los propósitos a que fueron destinadas, esto es, sabían recrear las condiciones ambientales propias de las especias que mantenían. También se hace mención de la riqueza de especies y de los cuidados que se les prodigaban, pues se le alimentaban en forma específica y se les curaba. La lectura de estos manuscritos permite apreciar la gama de conocimientos que nuestros antepasados tenían con respecto a la fauna.

Después del magnífico zoológico de Moctezuma, el cual fue destruido por ordenes de Hernán Cortez, no existen datos sobre otro en México. Es hasta el 6 de julio de mil novecientos veintitrés, que el Ingeniero Joaquín Pedrero Córdova, Subsecretario de Agricultura y Fomento, coloca la primera piedra que marca el inicio de la construcción del Parque Zoológico del Bosque de Chapultepec, con una superficie de 141,114.00 metros cuadrados, basado en el modelo del Zoológico de la Ciudad de Roma (Secretaria de Agricultura y Fomento 1926).- Datos de Lourdes Navarijo Ornelas… “

1926.- Ingeniero Consultor del Banco Nacional de Crédito Agrícola. Presidente de la Convención Nacional de Industria, Comercio y Trabajo en México, para el estudio de las dificultades entre Capital y Trabajo en la región del Istmo de Tehuantepec.
1927.- Miembro del Congreso Nacional de Caminos y de la Comisión Permanente de Caminos. Presidente de la Cía. Constructora Chapultepec.
1928.- Miembro de la Comisión para el estudio de las reformas al Código de Comercio.
1929.- Presidente de la Comisión Mixta Platanera y representante personal del C. Secretario de Industria, Comercio y Trabajo, y la designación de Presidente de la convención.

“ … Se lleva a cabo la primera sesión de apertura de la convención de factores de la Industria Platanera, celebrada el tres de junio de mil novecientos veintinueve, en el local destinado al efecto en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional a las once horas y quince minutos, bajo la presidencia del C. Ing. Toribio G. Corbalá, Oficial Mayo de la Secretaria de Industria, Comercio y Trabajo, el C. C.D. López, Jefe del Departamento de Trabajo, el primero de los citados, en nombre del C. Secretario de Industria, Comercio y Trabajo, declaró solemnemente la convención y abiertos sus trabajos,  retirándose enseguida.- El C. Jefe del Departamento del Trabajo, dirigió a la asamblea breve alocución, haciendo votos por la efectividad de sus trabajos en beneficio mutuo de trabajadores y empresarios.- A continuación se presento el C. Ing. Joaquín Pedrero Córdova, que trae la representación personal del C. Secretario de Industria, Comercio y Trabajo, y la designación de Presidente de la convención. De acuerdo con el punto segundo de la orden del día, y previa lectura de las representaciones y registros de credenciales, la asamblea procedió a designar la mesa directiva, presentándose una sola planilla apoyado por veinticuatro votos e integrada como sigue: – Presidente Ing. Joaquín Pedrero Córdova, Vice-Presidente Prof. Isidro Pérez Gómez, Secretario Lic. N. Molina Enríquez, Pro – Secretario Pablo Tamayo, Vocales José Gonthier, Emilio Flores Andrew, Leopoldo Hernández, Efrén de la Fuente, Aurelio Pérez y Aristeo López, la Mesa propuso a la Asamblea que el nombramiento de la Comisión Técnica Mixta a que se refiere el punto tercero de la orden del día, se reservara para la sesión de la tarde, siendo aceptada la proposición.
A las treces horas quince minutos se levanto la sesión, citándose para las dieciséis horas.- Doy fé. J. Pedrero Córdova Presidente. N. Molina Enríquez Secretario.

En dichas sesiones después de designar la Comisión Técnica Mixta, proponiéndose por las organizaciones obreras al Delegado Salvador Moreno; por las Campesinas al Delegado Alberto Vélez, por las Empresas Plataneras a los Delegados M. M. Reyes y Bernardo de Parrachini, como representante de la Transcontinental y de la Casa Digiorgio respectivamente, haciendo notar que el Representante de la Cuyamel no se encuentra en el salón;  por la Cámara de Comercio de Agricultura de Tuxtepec al Delegado Alfredo Ahuja; por la Unión Platanera  de Tuxtepec, al Delegado Aureliano Pérez, por la Unión Platanera de Otatitlan, al Delegado Bonifacio Gonzalez; por los productores de Otatitlán, al Delegado Arturo Ahuja; por los productores de Tuxtepec, Rodolfo Pardo Jr.; por los Pequeños Productores de Santa Cruz, al Delegado Aristeo López; por los Sindicatos que tienen contrato, Efrén de la Fuente; por Transporte de Tuxtepec, a Rafael Silva; por Transportes de Otatitlan, Luis Bravo.

Mediante acta número trece, de la sesión celebrada el quince de junio de mil novecientos veintinueve por la convención de factores de la Industria Platanera en el Departamento del Trabajo de la Secretaria de Industria, Comercio y Trabajo, bajo la Presidencia del señor  Ing. Joaquín Pedrero Córdova, se aprobaron  las credenciales a favor del Doctor Víctor Fernando Manero y del señor Augusto Hernández Olive, las credenciales fueron enviadas por la vía telegráfica, siendo todas de agrupaciones de trabajadores del Estado de Tabasco.- Asimismo se da lectura a la credencial que el Gobierno del Estado de Tabasco, expidió a favor del Senador H. Margalli. En la misma sesión el Delegado Trujillo Gurria, manifiesta que las Delegaciones de Tabasco, no concurrieron a la convención con la oportunidad que era de desearse, por no haber recibido la convocatoria; y que deseando los Delegados de Tabasco, colaborar de la mejor manera posible en los trabajos que se están verificando, solicita que a los Delegados de Tabasco, se les permita trabajar con el carácter de agregados a la Sub-Comisiones.- La Presidencia accede desde luego a los deseos de las Delegaciones de Tabasco, y en uso de sus facultades nombra a los agregados de la manera siguiente: – Senador Margalli, a la Comisión de Carga y Descarga; al Profesor Augusto Hernández Olive, a la de Transportes Fluviales;  A. Pérez H., a la de Transportes Terrestres; Manuel Garrido, a la Comisión de Agricultura; Doctor V. Fernández Manero, a la Comisión de Relaciones Inter-Patronales; Leopoldo Hernández, a la Comisión de Relaciones Inter-Obreras; a la Comisión de Puntos Legales, Francisco Trujillo Gurria y A. Martínez;  H. Margalli, a la Comisión de Finanzas e Impuestos… “

1931.- Representante del Presidente de la República Ing. Pascual Ortiz Rubio y de la Secretaría de Hacienda, ante la Cooperativa de Henequeneros de Yucatán.

Vicepresidente de la Junta de Mejoras Materiales de Yucatán y Director de la construcción de la construcción de la carretera de 120 km entre Mérida y las Ruinas de Chichén  Itzá.

1932.- Club Rotario de Mérida. Crónica de la última sesión, homenaje al Ingeniero Joaquín Pedrero Córdova y mensaje dirigido por el propio Ingeniero Pedrero Córdova, los cuales se transcriben:

“…Nuestra última sesión rotaria se verificó en la hacienda HOLACTUN, propiedad de nuestro compañero MICRON, situada a treinta y seis kilómetros de esta ciudad, por la carretera en construcción que nos llevará a las históricas Ruinas de Chichén Itzá.
Una sesión con las características de un día campestre y festejando a dos buenos camaradas, como son MICRON y CUCO, debía resultar una sesión alegre y bullanguera, en la que él CHEL desplegara, como en otras ocasiones, su chispeante charla y sus respuestas oportunas: pero contrario a lo que todos esperaban, CHEL no habló ni una sola palabra y la sesión resultó solemne, seria e interesante.
En distintos automóviles, desde las once de la mañana fueron llegando rotarios e invitados a la referida hacienda, en donde los esperaban alegres y obsequiosos MICRON y CUCO. Ya reunidos y siguiendo el orden del programa, congregados todos, a la sombra de frondosos árboles y frente a una casa de la hacienda, a orillas de la carretera, nuestro presidente BOB en sencilla ceremonia, ofreció en breves frases el homenaje del Club a TEAPANECO, por su espíritu rotario y eficiente labor en la construcción de la carretera Mérida – Chichén Itzá, este homenaje consistió en una placa conmemorativa con la siguiente inscripción:
Homenaje al rotario Ing. Joaquín Pedrero Córdova, Promotor de la carretera Mérida – Chichén Itzá. Noviembre de 1932. Club Rotario de Mérida
Terminado este acto y en uno de los amplios corredores de la finca, dio principio la sesión rotaria, se sentaron a la mesa los rotarios: ALCO, MIRO, MICRON, TOM, MANUEL, RACH, QUIQUIX, SISAL, PEDRITO, CUCO, REY,  NITO, CHEL, MON-GENERAL, CHUCHO, DICK, MICHEL, TEAPANECO, JOE, RAFAEL, ART, WILLY, BOB, LIC, ERIC, MILO y HPIL.
Como invitados asistieron: el Ing. Raúl Sobrino Campos, Dr. Alberto Berron, Dr. Narciso Sousa Novelo, Dr. Emiliano Farfán, Dr. Ambrosio Mena Guillermo, Dr. Gil Rojas Aguilar, Dr. Manuel Acevedo, Dr. Eudaldo Ferraez, Dr. Patricio Sosa M. de A., Dr. Alvar Carrillo, Sr. Raúl Aubert Gerente del Banco Nacional, Sr. Arturo Ponce G. Cantón, Sr. Ramón Barbachano, Sr. Agustín Vales Guerra, Mr. Waldo E. Bailey cónsul americano y rotario del Club de Progreso, Lic. José Vales García, Lic. José Casares M. de A., Sr. Manuel Barbachano, Ing. Hernán Pérez Domínguez, Sr. Eduardo Espinosa, Sr. Álvaro Ponce Cantón, Sr. José Casares y Casares, Sr. Eduardo Robleda, Sr. Enrique Cámara Peón y Sr. Vallado.
La Asistencia fue de 83%.
POLO y PAT asistieron al Club de la ciudad de México.
La sesión estuvo a cargo del Comité de “Relaciones Profesionales” y el Director de la sesión, fue MANUEL.
Cumpliendo con el programa: el Ing. Raúl Sobrino Campos, lee un bien documentado estudio acerca de la construcción de Carreteras, relacionada con el progreso de los pueblos, que fue escuchado con toda atención, pues aportó datos muy interesantes, habiendo escuchado al terminar muchos aplausos.
Litly Pig Morley, según el programa y que en bien español traducido por JOE, significa Cochinita, habló extensamente de las Ruinas de Holactún, en su interesante peroración habló de las grandezas de antaño, de la Sarteneja, holactún, de las proezas guerreras, del Caballero Tigre, Ekbalan y de los amores de éste Caballero, con la diosa de larga cabellera La Xtabay y al fin del cuento, quedaron enredados en esa blonda aunque Cabellera Negra, él, el Caballero Tigre y hasta el compositor Agustín Lara.
Bien por Litly Pig Morley y procuraremos invitarlo para otra sesión para que no acabe el cuento.
LIC, fue designado por MANUEL para expresar los sentimientos del Club, hacia MICRON y su familia, por su onomástico y por las atenciones y la hospitalidad que estábamos recibiendo; muy airoso salió LIC, en su cometido, pues tiene facultades que él sabe aprovechar, MICRON contestó dando las gracias.
TEAPANECO, visiblemente emocionado y con la sinceridad que le es característica nos lee un conceptuoso discurso, en el que hace historia de la construcción de la Carretera Mérida- Chichén y que publicamos integro, por creerlo de interés, en esta edición.
TEAPANECO en todos sus actos, aplica el ideal rotario de servicio y hace honor al Club y a la causa rotaria.
Una vez más felicitamos a TEAPANECO.
La sesión fue amenizada por el Dueto Palmerín-Madera.
El menú fue regional y exquisito. Nuevamente felicitamos a MICRON y CUCO, por el éxito de la reunión y hacemos presente nuestro más profundo reconocimiento, a la honorable familia de MICRON por los servicios y atenciones de que fuimos objeto.
D. LEOPOLDO RIESTRA
El domingo último llegó por la vía aérea, procedente de México, nuestro querido compañero POLO. Le enviamos nuestra más cordial bienvenida…”
Discurso pronunciado en la SESION ROTARIA, celebrada en la Hacienda Holactún, el sábado 5 de Noviembre de 1932.
Por el Rotario Ing. J. Pedrero Córdova.
COMPAÑEROS ROTARIOS:
A la bondad de D. Luis Montes de Oca y a la necesidad de tierras bajas para la salud de mi hijo Felipe Alfonso, debo la satisfacción de haber conocido éste interesante girón de nuestra Patria y hallarme en la grata compañía de Uds.
Retirado de la cosa pública desde que el Gral. Obregón terminó su periodo presidencial, en el que tuve la honra de ocupar altos y delicados puestos, nunca pensé que mi buena estrella me trajera a Yucatán. De niño supe, por mi padre, que mi tío D. Mariano Pedrero, a quien no conocí, se había educado en Mérida, y, vuelto a Tabasco con flamante título de Abogado, hacía siempre gratísimos recuerdos de esta tierra. Más tarde, cuando estudiaba Preparatoria en Villahermosa, escuché frases de cariño para Yucatán, de los Sres. Licenciados Rómulo Becerra Fabre, Gregorio Castellanos, Andrés Calcáneo Díaz, Leandro Duque de Estrada, de mi sabio Maestro Ing. José N. Rovirosa, etc. Durante mis estudios profesionales, en México, mis visitas predilectas eran a la casa del eminente tabasqueño Lic. Sánchez Mármol, educado en Mérida. Habiendo recibido de éste gran hombre las más altas pruebas de intimidad y estimación, pude apreciar las hondas y gratas impresiones que conservaba de ésta bendita tierra del Mayab. Conocí en su casa a muchas personas distinguidas de aquí, como D. Marcial y D. Evaristo Aznar, al Magistrado Martínez de Arredondo y familia, a D. Miguel Castellanos Sánchez, a Celia Peraza hoy Señora de Escobedo, etc. Sánchez Mármol, con su gran corazón y su clarísima inteligencia, chisporroteando ingenio, y su exquisita y picante urbanidad, atraía en su casa a muchas personas de Tabasco, Chiapas, Campeche y Yucatán, entre otras al insigne D. Justo Sierra, al generoso D. Joaquín D. Casasús, al gran Ministro D. Joaquín Baranda, al aristócrata del talento D. Emilio Rabasa, etc. La mesa de Sánchez Mármol siempre estaba puesta para sus amigos, y yo, simple estudiante, disfrutaba la honra de contarme entre ellos y ser mimado de su cariñosa familia. Hoy, a través de los años, bendigo su memoria y vienen a mi mente recuerdos vivos, que me permiten ver desfilar lo más florido de la intelectualidad de México, comprendiendo altos Representantes Diplomáticos extranjeros de esta época no lejana, Sánchez Mármol es gloria de la literatura patria.
Terminada mi carrera de Ing. Civil, la lucha de la vida me hizo conocer casi toda la República, menos la Península Yucateca. Y debo confesarles que nunca pasó por mi mente venir a Yucatán; cosa que no lamento, porque me ha permitido hacer comparaciones precisas, que realzan la variedad en la unidad de nuestra Patria, y lo que significa Yucatán. En México se les ha considerado como de un localismo a tal grado enragé que rayaba en separatistas. Para mi modo de pensar, el localismo es una virtud. El que no ama con pasión lo suyo, no puede amar lo demás. Querer y embellecer el hogar, rendir culto a sus mayores, conservar la tradición, ponerse celoso porque elementos extraños e indeseables se mezclen con lo nuestro sin justificación, es una fuerza digna del mayor respeto. La política separatista que le han achacado, quizá haya nacido en algún cerebro desesperado ante la indiferencia con que el Gobierno del Centro, veía antes la región toda del Sureste, y si no podría justificarse nunca, por lo menos es explicable. Me cuentan que el gran Gral. Obregón, sintetizó en uno de sus notables discursos aquella situación diciendo que, “el único lazo que había ligado a Yucatán con el centro era el 20% Federal”. Hoy las cosas han cambiado y seguirán cambiando. El servicio aéreo con la Metrópoli, cada día es mejor y más frecuente, y las comunicaciones radio-telefónicas están haciendo milagros. Esto se debe en gran parte al Sr. Gral. Calles. Y si el plan que he presentado últimamente a algunos amigos de México llegara a cristalizar, como deseo y espero, Yucatán, Campeche, Tabasco y Chiapas, quedarán ligados a la capital de la República por medio de una hermosa carretera, en pocos años. Por los cálculos preliminares que he hecho, bastará la inversión de DOCE MILLONES DE PESOS, divididos en anualidades de cuatro millones, para ligar todo el sureste con el Centro y provocar el incalculable desarrollo de éstos olvidados rincones de la Patria.
El día 3 de Diciembre de 1924, entregué al Sr. Ing. Luis León, a nombre y en lugar del Sr. Ministro de Negri, la Secretaría de Agricultura y Fomento, donde actué hasta ese día como Subsecretario. A los seis años justos, el 3 de Diciembre de 1930, se daba la coincidencia de  mi desembarco  en Progreso, después de 80 horas de penosa navegación, desde Veracruz; 20 de las cuales estuvo anclado el barco frente a Progreso, para poder atracar en un desvencijado Muelle. Mi primera impresión fue detestable. Mi viaje se había resuelto en México, por el Sr. Ministro Montes de Oca, tres días antes, y apenas me daba cuenta del cargo que se me confiaba. Después de algunos días en que pude asegurarme de que la Cooperativa de Henequeneros estaba dirigida por hombres de la talla moral e intelectual de un Ponce Cámara, secundado por distinguidos y honestos colaboradores, y que mi labor me dejaría mucho tiempo libre para satisfacer mi encargo, quise utilizar ese tiempo en servir al Estado, aprovechando mis relaciones personales y políticas con los altos personajes de la administración Pública de México. Mi primer paso fue denunciar ante el C. Presidente de la República y los Secretarios de Hacienda y Comunicaciones, el estado desastroso de Progreso, presentándoles un plan tan luego como obtuve los primeros datos numéricos y prácticos. Tanto el Sr. Ing. Ortiz Rubio como los Sres. Montes de Oca y Almazán, respondieron en el acto. La visita de éstos últimos al Estado, confirmó la exactitud de mis apreciaciones y la factibilidad del plan, que quizá no esté muy lejos de llegar a su realización.
El 24 de Febrero de 1931, es decir, unos 80 días después de estar yo aquí, escribí al Sr. Gobernador García Correa una carta, confirmatoria de nuestras pláticas, ofreciéndole gratuitamente mis servicios para acometer las obras de Progreso y de la Carretera Mérida-Chichén Itzá, organizando previamente una Junta de Mejoras que controlara de manera absoluta la administración de las obras y señalando componentes destacados de la Sociedad, entre los cuales tuve el gusto  de incluir a nuestro hermano Rotario PEDRITO, entonces presidente del Club. La contestación inmediata de García Correa lo enaltece y me honra, diciendo entre otros párrafos, lo siguiente: “QUEDO INCONDICIONALMENTE A SUS ORDENES EN ESPERA DE QUE UD. SE SIRVA INDICARME LO QUE HAYA QUE HACER A FIN DE QUE CUANTO ANTES EMPECEMOS A CUMPLIR LOS PROPÓSITOS QUE NOS HEMOS TRAZADO”.
Los hechos han confirmado nuestros propósitos. Se integró la Junta, como Uds. Saben; el Congreso del Estado decretó su personalidad Jurídica, y el 1° de Abril de ese mismo año de 1931, el Gob. García Correa puso la primera piedra de la Carretera a Chichén Itzá, y se tiró el primer cartucho de dinamita en las cercanías de Progreso. Tanto la Carretera como la extracción de piedras para la escollera-muelle del Puerto, fueron comenzadas por un grupo de presidiarios, custodiados por un piquete de soldados federales que envió el Sr. Gral. Rafael Sánchez, entonces Jefe de las Operaciones Militares y Miembro de la Junta. A los presidiarios se les daba una gratificación de 50 centavos al día. Los primeros meses, la Junta tuvo como entradas en efectivo, las siguientes cantidades, que me es grato consignar, porque a través del tiempo se borrarían estos pequeños detalles. El Gob. García Correa suministraba $1,500.00 mensuales; Los Sres. Marrufo y Romero, Presidentes Municipales de Mérida y Progreso respectivamente, las sumas de $300.00 a cada uno; D. Arturo López Alonso, Gerente de la Cooperativa de Henequeneros, la cantidad de $250.00, y alguno de los Miembros de la Junta, cuyo nombre no recuerdo, aportaba $100.00. Los primeros 6,000 metros cúbicos de piedra, que, para conocer costos unitarios, se sacaron en Progreso, fueron extraídos bajo la dirección del Sr. Manuel G. Cantón, Ing. Técnico de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, con un costo de $3000.00, según su carta de 9 de Septiembre del mismo año de 31, que me transcribió el Sr. Gob. García Correa.
Una de las obras emprendidas, y que hoy nos permite celebrar el onomástico del eminente Médico Carlos Casares Pérez, el consentido Rotario MICRON, en la cara heredad de sus mayores, y que a ustedes les ha dado lugar para rendirme un homenaje, que no sé cómo agradecer, ha pasado ya de la tercera parte de su longitud total, siéndome grato participarles que las avanzadas obreras miran la Iglesia de HOCTUN, y el plano definitivo está trazado hasta el pueblo de XOCCHEL, a 53 kilómetros de LA MUY NOBLE Y MUY LEAL CIUDAD DE MÉRIDA, sin haberse desembolsado $200,000.00, todavía.
Temo haber cansado su benevolencia, escuchándome; pero ustedes tienen la culpa. Ante el alto honor con que me agasajan, esculpiendo mi desconocido nombre en mármol, considero de mi deber dejar la huella de mis recuerdos personales, en esta Sesión Rotaria y frente a esta prometedora obra para Yucatán.
En las obras colectivas, Compañeros Rotarios, cada uno de sus componentes forma unidad, no fracción. El reloj más fino dejaría de funcionar tan pronto como una ruedecilla fallara. Yo no quiero presentarme ante ustedes con modestia falsa. Soy el primero en confesar mi entusiasmo en la obra emprendida y que la circunstancia de ser ingeniero y algo conocedor en asuntos de caminos, me ha permitido colaborar con cierta efectividad. Además, he podido hasta hoy disponer de un tiempo de que mis otros compañeros de Junta no pueden disponer por sus múltiples atenciones. Yo recibo y acepto este honor con que me abruman, compartiéndolo en mi alma con ellos, porque sin ellos, no hubiera podido poner en obra mis anhelos. Acepto la distinción que me hacen porque estimo el sincero espíritu que les anima, obligando mi gratitud. Pero si he de serles franco, mayor habría sido mi reconocimiento si esto hubiera sucedido cuando me hallara lejos de vosotros. Con toda oportunidad supe las actividades de ustedes al respecto; pero no podía atreverme a herir su exquisita amabilidad con la más leve observación de mi parte. MIL Y MIL GRACIAS.
Mi disciplina y espíritu de grupo me inducen a agregar algunos puntos al tema de obras colectivas, haciendo memoria de otros elementos importantes a la realización de esta obra. Desde luego tengo que hacer cálido elogio al entusiasmo generoso y a la firme conducta del Gob. García Correa, Presidente de la Junta, poniendo siempre a disposición de la misma, todos los recursos que su alta personalidad le han permitido. Nuestro Tesorero D. Rafael C. Torres, que desempeña el delicado cargo de Gerente de la Sucursal del Banco de México, ha sacrificado muchas horas de descanso para manejar los fondos de la Junta, fungiendo con regularidad desde el primer día. D. Arturo López Alonso, Gerente de la Cooperativa de Henequeneros, ha hecho otro tanto para desempeñar el cargo de Secretario. El Sr. Lic. Max Peniche Vallado, Secretario General de Gobierno, ha tenido a su cargo importantes detalles de carácter legal. D. Eugenio Herrero, Presidente de la Cámara de Comercio, ha portado valiosos contingentes en efectivo, recogiendo contribuciones de la J. de M. M. de la carretera Mérida-Progreso, en su carácter de Tesorero de aquella  Junta. Sería prolijo y difícil para mí, señalar pormenorizadamente la labor de cada uno de nosotros y solo he presentado a grandes rasgos lo más saliente. El Ing. Ricalde, Jefe del Departamento de Obras Públicas, comisionado por el Gobernador para auxiliar los trabajos que requieren su ayuda, ha sido activo y eficaz trazando a rumbo y distancia los alineamientos de la Carretera, midiendo superficies de obra ejecutada por los Señores Contratistas y afanándose por la consecución y reparación de las aplanadoras. Debo decir que ninguno de los  Miembros de la Junta ha percibido un solo centavo de remuneración. Quiero hacer particular mención de los Señores Contratistas Ponce y Ayuso,  quienes, sin medir dificultades y con constancia y abnegación encomiables, han llevado a la realidad tangible la obra emprendida.
No puedo dejar de consignar la valiosa protección y ayuda del Sr. D. Luis Montes de Oca. Desde que se iniciaron los trabajos y mientras desempeñó, con incorruptible patriotismo, la Secretaria de Hacienda y Crédito Público, me manifestó su aquiescencia para cumplir mi promesa hecha al Sr. Gob. García Correa, ya que a través de aquella dependencia del Ejecutivo de la Unión he venido desempeñando el cargo que ocupo. Además, por medio de la Comisión Nacional de Caminos, donó a la Junta 220,000 litros de petróleo, que nos han permitido proteger la tercera parte del tramo terminado de Mérida a Tahmek. Donó una buena cantidad de dinamita y patrocinó por conducto de la Diputación Yucateca, que el Congreso de la Unión decretará un subsidio específico de $100,000 para la Carretera a Chichén Itzá.
D. Alberto Mascareñas. Gerente del Banco de México, aportó durante año y medio un subsidio mensual de $500.00 y el Ing. Trinidad Paredes, Jefe del Control del Petróleo, obsequió los primeros 30.000 litros que se tendieron en la Cruz de Gálvez. Por último, el Ing. Miguel A. de Quevedo, Presidente de la Sociedad Forestal Mexicana, de la que soy miembro Honorario, nos envió 500 casuarinas y 200 acacias, para el embellecimiento de la carretera. Como nota interesante debo consignar que al Sr. Ing. De Quevedo se le considera, tanto en el País como en el extranjero, “APÓSTOL DEL ARBOL”. Me ha ofrecido venir en este invierno a dar algunas conferencias públicas sobre temas forestales.
Actualmente se gestiona ante las Compañías Petroleras que operan en el Estado, un anticipo de sus contribuciones, con el deseo de llegar en tres meses a las maravillosas Ruinas que nos legara la GRAN RAZA MAYA.
Analizando la amable conducta de ustedes para conmigo, cristalizada en este acto sencillo y solemne, pienso que festejan en mí al Rotario que ha puesto en práctica alguno de los postulados de ROTARY. Quizá en mi espíritu exista invívita alguna idea semejante. Personas bondadosas, en privado y por la prensa han elogiado mi conducta, haciendo notar que, sin ser yucateco ni tener intereses vinculados aquí, era de estimarse más mi entusiasmo. Sufren un error. Para mí, señores, en cada pedazo de tierra mexicana me siento entre los míos, y en Yucatán o en Baja California, en Tamaulipas como en Tabasco, donde nací, me encuentro en casa. Los intereses materiales tienen para mí una significación muy relativa; en cambio, estimo profundamente los valores morales y espirituales aquí, en esta interesante y poco comprendida región peninsular, he encontrado ambiente de Leyenda y de Historia; la gran mayoría de sus habitantes es bondadosa, abnegada, trabajadora, urbana y limpia. A pesar de la difícil situación económica por la que hemos atravesado, se siente LA ALEGRÍA DE VIVIR, y por lo que a mí y a mi familia respecta, tenemos vinculado entre ustedes un gran caudal de afecto y simpatía. En el sagrario de nuestros recuerdos vivirán dos hombres bondadosos y solícitos para con nuestro hijo amado y débil: el noble amigo Dr. Ferráez y el no menos bondadoso y sabio Dr. Francisco Colomé. Las virtudes de este pueblo existen también en otros lugares del país; pero aquí tienen un fuerte porcentaje, y hasta en las clases más humildes, quizá esclavizadas desde la época colonial, se observan características de un pueblo estimable. Estas consideraciones no impiden a mi afán ver defectos y vicios naturales en todo ser o en cualquiera agrupación. Muchos elementos indeseables se habrán colocado en la masa; pero se hacen conocer y distinguir de todos aunque aparentemente cubran su miseria moral y su valer de hormigas con el vano oropel de sus riquezas.
Esta Carretera, estimados Compañeros, aparte de su importancia material implica una enseñanza. La cooperación firme y constante de hombres ligados por altas ideas de bienestar colectivo y de progreso, ha demostrado con hechos, que en todo tiempo y circunstancias pueden llevarse a cabo obras importantes de interés público; que una sencilla y recta administración, aumenta caudales y multiplica eficiencia, y que, con las mismas rocas que nos hieren y obstruyen, se abre paso a la civilización y a la juventud que nos empuja.
Dos impulsos mueven mi vida; AMAR Y SERVIR. En mis 54 años, la suerte me ha sido benigna. Haciendo un balance tengo mucho que agradecer.
El concepto de la vida o de la muerte, no tiene significación en mi espíritu. EL “MOMENTO” es lo único que me interesa. Del pasado solo llevo a mi mente los recuerdos gratos y alentadores y rechazo lo que pudiera ofenderme o desorientarme. Mi inquietud espiritual que me lleva a desentrañar las virtudes de mis semejantes y las cualidades de las cosas, procurando apartar y desconocer los defectos, igual que olvido las espinas para embriagarme en el aroma de las flores. Jamás le he dado al oro más importancia de la que tiene para satisfacer nuestras necesidades y procurar el bien, y ni me han envanecido los honores de mi buena estrella, ni me han acobardado las difíciles circunstancias que muchas veces he tenido que vencer. La dulce compañera de mi vida me ha dado siete hijos, a quienes hemos consagrado nuestros afanes y desvelos, para capacitarlos en la lucha de la vida, sin pretender dejarles otra fortuna que la del concepto del honor y la formación de un carácter resignado, altivo y libre… “
Una vez más y para terminar, MIL GRACIAS.
Holactún, Noviembre 5 de 1932. J. PEDRERO CORDOVA.
1934.- Fallecimiento de su hijo Felipe Alonso Pedrero Ortiz a la edad de 18 años. Pensamientos en su memoria por el Dr. Daniel Gurria Urgell y de la señora Cecilia Peraza de Escobedo, Poesía de la propia autoría de Felipe Alonso.
FELIPE ALFONSO PEDRERO, CAÍDO A LOS DIECIOCHO AÑOS.
Bello muchacho. Por fuera la masculinidad engalanándose para lucha y amor. Por dentro había encendido el espíritu su aurora, lírico asomo por gaya ciencia. No sabe que es poeta, y con un madrigal improvisado responde a una chiquilla –Qué bonitos ojos tienes, Felipe –“Estás mirándote en ellos”. Lo hubiera cogido al vuelo un “abate joven” de Rubén para curar desvíos de princesa.
Hay una carta en que prematuro sentimiento de lo irremediable, en este párvulo, puso un adiós varonil que hubiera detenido a la muerte si la muerte se rindiera a la grandeza. Pero siguió trasminando y en la tregua de un lapso mintió detenerse, y los diez y ocho años, en tumulto, viajaron a esperanza tendida hacia la playa nórdica. En un diario de jornadas su pluma registró las ilusiones en marcha. Allá, sin patria, sin hogar y sin idioma, con la garra del morir metida en el pecho, volvió la espalda y navegó su retorno largo, tachando con nublos de alma las promisiones, hundido en la introversión fija del inútil por qué de su acabamiento.
“Hace falta justicia”, escribe, y en la quiescente actitud de las cosas sumisas a la fatalidad, la fumarola de esta sentencia eleva su airón y afirma que ante el cosmos el único rebelde es la conciencia humana.
En el epistolario de familia, bien nutrido, la hombría no quiere hablar en serio de la invicta dolencia. Sonrisa de macho burla dolor y hace tristeza en calma el tormento de los amores que rondan su fatigoso desprenderse.
El corazón tartajea desconcentrado, pero el alma sostendrá su ritmo hasta su tránsito.
Tierra de México y besos de cuna lo atrajeron para decirle adiós Tierra de la patria paria se lo metió en la entraña. Besos de cuna lo alcanzarán mientras aliente la “dulce mami”.
Dr. Daniel GURRIA URGELL.

A LA MEMORIA DE FELIPE ALONSO PEDRERO ORTIZ
Seguiste tu camino. No pudo detenerte
Tu inmenso amor de hijo: se cumplió tu destino
Las flores que plantaron amores paternales
Con mirtos de cariño, con rosas fraternales,
Detener no pudieron el marcado camino…

Breve fue tu existencia en el mundano ruido:
Fuiste un ave de paso que colocó su nido
En el tibio regazo de tu risueño hogar;
En él fuiste el primero, el más querido hermano,
Y a tus ojos serenos no dejaste llorar…
Callaste tus temores con valor espartano
Hasta que entre tu pecho se durmió el corazón…
Pero dejaste escritas, cual sublime oración,
Las notas que cantaras, con lira de poeta,
Con sencillez de niño y con sentir de asceta,
Cuando en la nave fuiste, cumpliendo tus anhelos
De conocer más mundo y de grabar en tu alma
La tierra legendaria que fue de tus abuelos…

Seguiste tu camino; la ruta terminaste
En esta nuestra tierra que con ardor amaste;
Como una golondrina su calor anhelaste…
En ella tendrás flores del más suave perfume;
No temas que se borre, no temas que se esfume
En nuestros corazones el AMOR que ofrecemos:
Por ti irán las plegarias cada vez que recemos,
Y haz de dormir tranquilo en tu sueño eternal
Con la lámpara ardiente de este sol tropical…

CECILIA PERAZA DE ESCOBEDO.
Mérida, Yucatán, Noviembre 1934.

SUEÑO DE SIESTA.
(De los últimos apuntes de Felipe Alfonso Pedrero.)
Un alma misteriosa tendió sus sombras sobre mí, escuálido escarabajo del planeta, y envuelto en un manto de carmín, llegó a mis oídos el eco de unas notas… Unas notas cansadas, tenues, fatigadas, sin sonrisa: mustias y frías como las crueles noches de invierno… Hubo una pausa en la quietud del día… y seguí mi camino…
Al doblar un recodo te encontré acurrucada, escuchando los últimos arpegios de una cítara lejana. Te dejé… y seguí mi camino… Un ansia extraña iluminó mi vida, y nació mi destino. No hice caso, y seguí mi camino… Tendí mi hamaca en los hilos de una araña. Hubo un contraste y te alcance en un beso… En los últimos quejidos de la tarde sin ritmo, la tarde penosa que se arrastra hacia el abismo de la noche, oía una voz lejana: ¡Vuelve! Pero no hice caso y seguí mi camino…
Brujerías que brotaban de un pebetero ardiente, oloroso a perfume de mujer… Altas palmeras incitaban el azul del cielo, en un reto sensual de tristeza encadenada. Allá, sauces lloraban dando sus lágrimas al río, que las tomaba y seguía blandamente su camino… El arroyo, besando la frescura de los campos, gemía con extrañas oscilaciones de deseo… Sentí vértigos repentinos de ensoñación, mis párpados estaban húmedos. Quise detenerme; tuve un vago temor, y seguí mi camino…
Absorto y vacilante el día, se dejó llevar por la furia de la noche. Se incendió el espacio en crepúsculo rojo, sangriento de dolor y de impotencia, y venció la noche imponente y negra… noche sin luna y sin estrellas…
FELIPE.
1935.- Sentimientos de gratitud del Ingeniero Joaquim Pedrero Córdova, para el Doctor John Alexander Waddell.

UN COLOSO DE LA CIENCIA

“ … Elemental sentimiento de gratitud por inmerecidas atenciones, me induce a dedicar estas líneas, en el ochenta y un aniversario de su nacimiento, al eminente ingeniero Waddell, con cuyo retrato se engalana esta página de TODO.

Hay hombres ricos que merecen serlo. El Dr. Wadell, por su riqueza moral, puesta al servicio de la juventud y de la ciencia, merece rodas las otras riquezas con que lo ha colmado la fortuna. Su riqueza intelectual y física conserva lozanía de la juventud; es rico en años, rico en sabiduría, rico en energías para la lucha y rico en grandeza de alma, consagrando su riqueza al desarrollo de la ingeniería bajo diversas fases y abriendo campos nuevos a la juventud. De igual modo que en la naturaleza las altas cumbres, con sus picachos nevados, señalan a los navegantes derroteros seguros, así algunos hombres de talla gigantesca marcan, con sus destellos intelectuales, amplios senderos de bienestar y de progreso conquistando el respeto de la humanidad.

De un bosquejo biográfico del Dr. Wadell, editado por el eminente Ing. Frank W. Skinner, en 1928, con el título de “MEMOIRS AND ADDRESSES OF TWO DECADES”, he extractado algunos puntos de su vida, ya que en un corto artículo periodístico no sería posible hacer más.

Dice Skinner que los anales del Ingeniero Civil, especialmente de la ingeniería de puentes, serían incompletos si no se reconociera debidamente al Dr. Waddell la serie de servicios continuos siempre crecientes en magnitud, que durante más de medio siglo ha prestado a la profesión de ingeniero. Sus cuantiosos intereses, sus numerosos y variados trabajos de América y en países extranjeros, sus extensas investigaciones científicas, sus muchas importantes construcciones y nuevos desarrollos de empresas de éxito, su amplia reputación ganada, las distinciones y honores que ha recibido en todas partes, hacen de él, evidentemente, el decano de los ingenieros civiles en todo el mundo.

Su devoción incesante a las necesidades de su profesión; sus infatigables esfuerzos por el desarrollo de la técnica; los emolumentos y dignidades recibidos; la influencia u los muertos reconocidos por sus compañeros profesionales, le han hecho sobresalir entre los más conspicuos ingenieros que en las últimas dos generaciones han creado el arte y desarrollado la profesión de la ingeniería civil en el mundo entero.

Investigador cuidadoso y pensador profundo, ha pasado lógicamente de uno a otros puntos nuevos, revolucionariamente unas veces y conservando otras las cosas buenas. Y más que ninguno de sus contemporáneos, ha definido claramente, explicado y registrado sus investigaciones y construcciones, poniendo invariablemente ejemplos en tal forma que ha sido posible utilizarlos prácticamente o permitir su modificación por otros ingenieros.

Nació en Port Hope, Ontario, Canadá, el 15 de enero de 1854. Se graduó en el Instituto Politécnico de Rensselaer, Troy, New York, en 1875. Después de algunas prácticas profesionales y cátedras desempeñadas, fue nombrado en 1881 Ingeniero de Jefe de la Compañía Raymond & Campbell Bridge Builders, Iowa. En 1882 fue profesor de Ingeniería Civil en la Universidad Imperial de Tokio, Japón, donde escribió sus primeros libros. Condecorado por el gobierno japonés después de cuatro años de servicios, volvió a Estados Unidos, ocupando siempre altos puestos en diversas compañías y ejecutando notables, atrevidas y novedosas obras.

Este incansable obrero de la ciencia ha dejado huellas imperecederas en Estados Unidos, Canadá, México, Cuba, Nueva Zelanda, Rusia, Japón y China.

Sus investigaciones profundas sobre las propiedades y el desarrollo del acero níquel y otras aleaciones de diversos metales con el fierro, tanto para puentes como para otras aplicaciones estructurales, han sido concluyentes y valiosas. El acero níquel va permitiendo llevar a la práctica la gigantesca obra del Puente Colgante Jorge Washington, entre New York y New Jersey.

Actualmente el Dr. Wadell es Ingeniero Consultor de “The Port of New York Authority”, donde se estudia la obra enorme de puentes que se construyen en la Bahía de San Francisco, California.

Aparte de sus atenciones profesionales, ha escrito diversas obras técnicas, entre las que descuellan “Bridge Engineering”, “Economics of Bridgework”, y la última titulada “Vocattional Guidance in Engineering Lines”, donde se revela el maestro de la juventud; obra que, en mi sentir, debería difundirse en nuestras facultades universitarias.

Más de cien artículos y monografías interesantes sobre asuntos matemáticos, de ingeniería, de construcción, de ética profesional, y sobre tópicos educacionales, han sido reimpresos y traducidos a seis idiomas distintos y por algunos de ellos Wadell ha merecido tres veces la medalla Norman, que es el más alto premio otorgado por la “American Society of Civil Engineers”. Es miembro activo y honorario de numerosas Sociedades Científicas nacionales y extranjeras, de Francia, España, Italia, Perú, China, Estados Unidos, Canadá; y últimamente el Club de Autores de Londres, compuesto por la élite de los modernos escritores ingleses, le eligió entre sus miembros, por la pureza, claridad y elegancia de su estilo.
A pesar de sus ochenta y un años es un sport man, y las aguas de nuestro Golfo de México le procuran anualmente gratas horas de solaz en la pesca del tarpón… “

México, 15 de enero de 1935.
J. PEDRERO CORDOVA
ING. CIVIL

1935.-   Ingeniero en jefe para la localización del Ferrocarril del Sureste, 800 Kilómetros, entre Coatzacoalcos, Veracruz y la Ciudad de Campeche, Campeche.

Primeros contactos, un poco de historia
“ … Todo el litoral del Golfo de México, comprendido entre las terminales del Ferrocarril del Sureste, Campeche y Coatzacoalcos, nombradas en el sentido geográfico en que fueron recorridas, formó parte del itinerario seguido por el grumete colombiano Antón de Alaminos, ya con la categoría de Piloto Mayor de las tres principales expediciones marítimas que, organizadas en Cuba a la sazón denominada isla Fernandina, tuvieron por meta a partir de 1517 el descubrimiento y la colonización del Nuevo Mundo. La primera a las órdenes de Francisco Hernández de Córdoba, a quien se acredita el descubrimiento de las costas actualmente mexicanas; la segunda al mando de Juan de Grijalva, descubridor de las costas y del río de su nombre, y la tercera y última bajo el mando de Hernán Cortés, conquistador de la Nueva España.
Si en un principio los descubrimientos del adelantado Ponce de León, en la Florida, llamaron la atención de los aventureros españoles, atraídos por el quimérico sueño de la “fuente de Juvencio” con su elíxir de eterna juventud, tan concordante con esa imaginativa época, hechos más tangibles atrajeron posteriormente hacia las costas de nuestro actual Sureste la atención y las preferencias hispanas.
Los exponentes de la notable cultura maya que se hallaron en la Isla de Mujeres y en el Cabo Catoche, los ídolos de oro y el polvo del mismo metal obtenido de los indígenas, a trueque de quincallería, despertaron la ambición de los hispanos, embozada en su celo evangelizante, dando por sorprendente resultado la conquista y sojuzgamiento del imperio que tenía por asiento Anáhuac, mediante hechos y esfuerzos heroicos y audaces, atroces unos y admirables todos, que ocupan el lugar memorable en las gestas de la historia. En ellas no debe hacerse distinción entre vencedores y vencidos, para fundirlos en una sola nacionalidad, que ya se ha enfrentado al futuro y lucha por su bienestar.
Los relatos de los farautes o primeros intérpretes autóctonos, Julianillo y Melchorejo, rehenes de los primeros hechos de la conquista, corroborados por los del rescatado Jerónimo de Aguilar, lengua de Cortés y náufrago de la fallida expedición de Nicuesa, relatos que ponderaban la asombrosa riqueza de la comarca, se vieron confirmados por las más autorizadas relaciones y confidencias que poco tiempo después habría de hacer la bella india calachonis de Tabasco, conocida en la historia como “Malinche”, o doña Marina.
Esa tierra en que el oro se teje en las trenzas de las mujeres y orna sus gargantas; tierra de misterio y maravilla, de bosques y marismas, de montañas y ríos, encandiló los apetitos de riqueza y poder de los conquistadores, haciéndolos correr peligrosas aventuras en heroicos esfuerzos.
Uno de ellos fue Cristóbal de Olid, otro Hernán Cortés, que en pos de él fue. Su inquietud y su audacia lo llevaron a cruzar esa región de tremedales y de ríos caudalosos, cuando apenas había establecido su poder en Anáhuac, que dejó en manos de poco fieles subordinados, después de arrodillarse a besar los hábitos de los insignes franciscanos Pedro de Gante, Juan de Tecto, Juan de Ayora, Martín de Valencia y Toribio de Benavente “el gran Motolinía” que, con otros igualmente abnegados, tiernos de corazón y elevados de espíritu, iniciaron la conquista espiritual de nuestros aborígenes, por los rectos y floridos caminos del amor y de la caridad.
Su salida tiene lugar en la Gran Tenochtitlán el 12 de octubre de 1524 y poco tiempo después, Coatzacoalcos, terminal occidental del flamante Ferrocarril del Sureste, contempla el paso del fastuoso séquito del futuro marqués del Valle de Oaxaca, acompañado del heroico Cuauhtémoc, último rey azteca, del primo de éste, Tedepanquetzal, Señor de Tacuba, y de otros príncipes, todos en calidad de rehenes. Ese puñado de españoles, entre los que marcha el soldado cronista de la epopeya cortesiana, el veraz Bernal Díaz del Castillo, futuro encomendero de Teapa –sitio que actualmente es un punto del trazo y estación del ferrocarril- atravesó las marismas del Istmo seguido por más de tres mil indígenas que conducían la fantástica impedimenta.
“…Porque me pareció que ya había mucho tiempo que mi persona estaba ociosa y no hacía cosa nueva de que su Majestad se valiera, a causa de la lesión de mi brazo…”, son los términos en que el astuto Hernán Cortés da cuenta a Carlos V de su salida a Hibueras.
En ese viaje al que fue llevado Cortés por su genio aventurero, en su deseo de someter a Cristóbal de Olid, se vio forzado a alejarse del litoral, a causa de las ciénagas, no obstante que había dispuesto los barcos que deberían aprovisionarlo –cosa que sólo pudo hacer una vez usando el río Grijalva- y al apartarse del mar y cruzar la intrincada selva, recorrió sin duda una parte, más de la mitad seguramente, del trazo actual del Ferrocarril del Sureste, y se internó después en las selvas de Chiapas y Guatemala, en marcha penosa, bajo la lluvia y el calor del clima tropical, rodeado de enemigos, temiendo a cada momento la rebelión de los indios que lo acompañaban, a quienes imaginaba en relación con los nativos de esas regiones y sumisos a la imperial voluntad de Cuauhtémoc, el Jefe de Hombres que traía cautivo.

Cortés, primer explorador del sureste, parece haber enloquecido cuando como descubridor pretende superar sus gestas guerreras al decir “… este monte era muy bravo y espantoso, por el cual anduve abriendo camino durante dos días por donde señalaban aquellos guías, hasta tanto que dijeron que iban destinados, que no sabían a dónde iban…”, y más tarde en sus cartas de relación, agrega “… y era la montaña de tal calidad, que no se veía otra cosa sino donde poníamos los pies en el suelo”.
El verídico Bernal dice al respecto, “… Y aún dijo Cortés que si otro día estábamos sin dar en poblado, que no sabía que hiciésemos y muchos de nuestros soldados y aún todos los más, deseábamos volvernos a la Nueva España y todavía seguimos nuestra derrota por los montes…”, condiciones de ánimo a las que se sobreponen cuando Bernal mismo relata “…y hubimos de hacer un puente de muy gordos maderos por donde pasar los caballos… y fuimos a cortar la madera y acarrearla… y estuvimos en hacella tres días, que no teníamos qué comer sino yerbas y unas raíces… con las cuales nos abrasaron las lenguas y bocas”, agregando, “los que por esas tierras estaban y pasaban y hallaban los puentes sin haber deshecho al cabo de muchos años y los grandes árboles que en ellas poníamos, se admiran de ello y suelen decir agora: aquí están los puentes de Cortés, como si dijesen las columnas de Hércules”.
Esa ruta abierta por Cortés en el sureste, era tal, que ella sólo podría describirse como él lo hizo: “… decir la aspereza y fragosidad de este puerto y sierras, ni quien lo dijese lo podría significar, ni quien lo oyese lo podría entender…” A base de energía indómita, esfuerzo de titán, sangre, angustia y muerte, se dejó la traza de ese derrotero en la llanura costera, en la manigua, a través de los ríos y sobre todo los barrancos; hasta nuestro héroe máximo, Cuauhtémoc, marcó esa ruta con su injusto y desesperado sacrificio; pero no prevaleció, porque los siglos y la incuria de los hombres la devoraron.
Necesitaron pasar cuatro siglos para que, mediante penalidades en todo semejantes a las esbozadas, nuestros esforzados localizadores y constructores del Ferrocarril del Sureste la volvieran a abrir, no como un acto personal, fruto de una ambición o del deseo de venganza o punición, sino con el propósito levantado, firme y generoso de realizar la integridad nacional, de unir la patria de un extremo a otro, de promover el progreso, desentrañar la riqueza emboscada de la naturaleza bravía, y llevar nuestros hermanos de esas regiones la luz de la civilización y el impulso de la energía nacional canalizada en las dos cintas de acero que se abren paso entre el bosque, se tienden sobre los ríos y salvan los abismos.
A fines del siglo pasado y principios del actual se establecieron las primeras bases firmes de nuestra economía nacional en lo que a política vial se refiere. En efecto, fue durante ese periodo que se localizaron y construyeron más de 20,000 kilómetros de ferrocarriles.
No escapó a la mente de esta época la necesidad de unir El Sureste con una vía de ferrocarril y fue así que, por el año 1905, se hicieron los primeros trabajos de orden técnico por el Ing. Pedro A. González, a cargo del cual se realizaron los primeros reconocimientos y algunos trazos. Posteriormente, en el año 1911, un inglés concesionario llevó a cabo otra serie de estudios, buscando unir la vía del Istmo con Yucatán, partiendo de Santa Lucrecia, rumbo a Villahermosa. Otras exploraciones se iniciaron también por Arriaga, hacia Cintalapa, Chiapas.
Al gestarse la Revolución Mexicana necesariamente se suspendieron las actividades ferroviarias; pero al triunfar y cristalizar sus ideales se reanudaron las labores constructivas del país.
Hasta 1934 fue posible regresar a la gran tarea de proseguir la red ferrocarrilera que había quedado trunca, faltando precisamente las vías más costosas y de mayores dificultades para su realización.
Tocó en suerte a los FF. CC. Nacionales de México, la reanudación de dicha obra.
Particularmente en el Ferrocarril del Sureste, se iniciaron y atacaron los estudios de localización intensamente, con visión económica de conjunto, afrontando complejos problemas de zonas de influencia, empalmes, estabilidad de suelos, drenaje, cruzamientos de los ríos más caudalosos de la República y otros muchos que sería largo enumerar.
Todos aquellos que solamente tienen conocimientos aislados sobre El Sureste, provenientes de cartas geográficas, relatos ocasionales o informaciones periodísticas, sabrán sin duda que en esta zona del país se encuentran los ríos más caudalosos, con mayores extensiones navegables y podrían pensar que esas vías fluviales facilitan las comunicaciones de esas zonas, entre ellas mismas y con los puertos fluviales y marítimos regionales. Pero la realidad es otra. La reducida pendiente hidráulica de todas esas vías fluviales, en la zona baja y deltica de Tabasco, da lugar a una lenta velocidad de esas corrientes. Como consecuencia, se forman barras en sus desembocaduras, los canales fluviales de posibles navegación se azolvan, presentando “bajos” que hacen difícil su recorrido, y obligan al alijo de las embarcaciones de mayor calado, a otras menores situadas en puntos, a veces distantes, para salvar los obstáculos, ocasionándose así considerables pérdidas de productos, de tiempo y de dinero. De este modo las rutas fluviales demarcadas por la naturaleza, no siempre proporcionan el medio de transporte más conveniente a los intereses sociales, y de allí la necesidad de una vía férrea que cruce esas regiones.
El Ferrocarril del Sureste tiende a remediar esas situaciones, ya que cruza transversalmente las cuencas del Coatzacoalcos, del Tancochapa, del complejo sistema de Mezcalapa, así como del Grijalva, del Usumacinta y finalmente del río Champotón, para sólo nombrar las más importantes; y lo ha logrado cruzando las líneas de parteaguas de esos ríos, en los puntos previamente escogidos, generalmente puertos naturales de escasa elevación al pie de la sierra de Chiapas. Esto es lo que en la técnica de la localización se denomina puntos de control, además de los que constituyen los poblados y las comarcas que se desean ser tocados por el trazo general.
El Ing. Israel del Castillo fue el encargado de definir la ruta. Buscando una aplicación a los procedimientos aerofototopográficos, se hicieron numerosos vuelos, pero la selva espesa e intrincada ocultaba a los escrutinios aéreos los detalles topográficos, hidrográficos y geológicos más característicos. Sin embargo, de los arriesgados reconocimientos y estudios aérofotográficos hechos en esa feraz región donde la vegetación es tan densa que no se encuentran espacios convenientes para aterrizajes forzosos se obtuvieron valiosos datos para distribuir las brigadas de localización que habían de estudiar la ruta más conveniente, mediante levantamientos topográficos de amplias zonas.
De esa manera, a pesar de la ausencia de poblados y veredas en centenares de kilómetros cuadrados, que impedía conocer el terreno en detalle, se fijaron los principales puntos obligados, particularmente los cruces de los grandes ríos, sin haber llegado a considerables modificaciones posteriores en la ruta principal.
De todos modos la vegetación cerrada y exuberante obligó a las brigadas de ingenieros localizadores a efectuar los primeros sondeos en la selva, para contar con datos más precisos a efecto de definir mejor los estudios posteriores.
Catorce fueron las brigadas distribuidas a lo largo de toda la ruta, dirigidas cinco de ellas por el Ing. J. L. González con residencia en Minatitlán, y las restantes por el Ing. J. Pedrero Córdova con residencia en Ciudad del Carmen, residencias que pronto fueron cambiadas, la primera a Coatzacoalcos y la segunda a Campeche.
Las brigadas de localización operaban necesariamente alejadas de esas residencias, transformadas muy pronto en las divisiones de Campeche y Puerto México, de las cuales dependían, afrontando todas las vicistudes de un medio en ocasiones solamente hostil y agreste; pero siempre malsano, agotante, plagado de mosquitos y alimañas venenosas, y con frecuencia habitado por fieras carnívoras. La selva y el pantano obligaban a jornadas a caballo y a pie verdaderamente agobiadas, pues el traslado de los campamentos se veía impedido por la escasez de parajes apropiados, por la carencia de aguas potables y en ocasiones por el esfuerzo que implicaba la necesaria tala en los sitios elegibles.
La integración de las 14 brigadas fue el primer gran problema. Pocos técnicos, tanto ingenieros como médicos, estaban dispuestos a afrontar las inclemencias de la región en tan esforzado tipo de trabajo. Hubo que pagar bien para que ingenieros experimentados asumieran las jefaturas de las brigadas, y los ingenieros trazadores y los niveladores tuvieron que ser buscados entre los pasantes de ingeniería más idóneos, dándose el caso de que el personal auxiliar tuviera que ser así como las bajas ocasionadas por disenterías, fiebres paratíficas, brucelosis, malaria y demás pestes regionales, fueron numerosísimas, representando motivos serios de interrupción incidentales en la marcha de los estudios técnicos.
Las brigadas de localización que se organizaron inicialmente, con expresión de jefes y jurisdicciones, fueron las siguientes:
Ing. J. M. Saavedra                     Puerto México, Cerro Pelón.
Ing. Carlos J. Orozco                    Sarabia, al este.
Ing. Ignacio M. Lomelín                Río Uspanapa, al oeste.
Ing. Francisco M. Togno                Río Uspanapa, al este.
Ing. Manuel León Puig                 Río Mezcalapa, al oeste.
Ing. E. Peláez Pérez                    Río Teapa, al este.
Ing. Enrique Palos                    Río Teapa, al oeste.
Ing. Nicolás Grijalva                    Río Tulijá, al oeste.
Ing. Nicolás Grijalva                    Río Tulijá, al este.
Ing. A. López Esnaurrizar                Boca del Cerro, al oeste.
Ing. Félix Arellano Belloc                Boca del Cerro, al este.
Ing. F. Ibarra Rubio                    Río Candelaria, al sur.
Ing. F. Ibarra Rubio                    Matamoros, al sur.
Ing. Gonzalo Graham Casasús            Matamoros, al norte.
Ing. J. Hurtado Olín                    Campeche, al sur.

Datos tomados de la Memoria de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas. Dirección General de Construcción de Ferrocarriles. Marzo de 1950, México D.F. S.C.O.P.

LOS PIONEROS del Ferrocarril del Sureste.
Narración de  Juan Errejón Álvarez.
Hace pocos días salía yo de las Oficinas de los Ferrocarriles en Buenavista, de cobrar mi jubilación, cuando noté que se acercaba un señor haciendo señas con los brazos en alto. Como nadie se encontraba junto, esperé su llegada y me dijo con una amplia sonrisa ¿No te acuerdas de mí? Lo observé alto, muy fornido, con mechones blancos pero se nota muy activo todavía. Pues, perdona, debe haber pasado mucho tiempo porque no te recuerdo. –Soy Miguel Celada. Inmediatamente le dije: Ciudad del Carmen, Campeche, Tabasco, Chiapas, Veracruz. Y vino a mi memoria una época hermosa, llena de aventuras, con la nostalgia de mi juventud, Fue así como me propuse escribir estas notas.
Claro que hace tiempo no nos veíamos; era el año de 1936, cuando el señor Presidente de la República, General Lázaro Cárdenas, ordenó la construcción del Ferrocarril del Sureste; y el entonces Jefe del Departamento de Vía, señor ingeniero Sánchez solicitó voluntarios para iniciar los trabajos de Localización y Trazo de la Línea Férrea que debería partir de Coatzacoalcos con destino final la ciudad de Campeche. Muchos nos alistamos sólo por parecernos sugestiva la aventura y llegaron a sesenta los trabajadores salidos de distintas ramas del Ferrocarril, quienes se distribuirían a lo largo de los 800 kilómetros que cubriría la Línea. Solicité permiso y autorización de nuestro Secretario General del Sindicato, el honesto y siempre buen amigo, compañero Elías Terán Gómez. Tuve la suerte de que se me asignara a la Oficina Principal con oficinas que deberían instalarse en Ciudad del Carmen, bajo las órdenes directas del señor Pedrero Córdova, ingeniero principal, responsable de esta empresa; muy capaz como profesionista y fino, respetuoso y amable como persona. Verdaderamente, durante más de un año, desempeñé con agrado todas las comisiones que se encomendaron.
En esa época, Ciudad del Carmen era una bella isla, con una hilera de palmeras a todo lo largo, con su playa de arena blanca, finísima, suave, adonde nos tirábamos al caer el sol y muchas noches las pasamos contemplando el mar, con una brisa fresca bajo un cielo estrellado lleno de tranquilidad y de paz. Había pocos habitantes, pues se carecía de industrias, agricultura y comercio; es decir, faltaban los tres elementos que dan vida y progreso a los pueblos. Ahora, imagino, todo esto se habrá perdido, en compensación a los grandes yacimientos de petróleo, prometedores de bienestar no solo de la región, sino para todo el país.
De todo esto hablé con Miguel Celada, principiando por decirle: Hace algunos días leí en la prensa que se hundió la “panga” que hacía el servicio de Ciudad del Carmen a tierra firme, atravesando la Laguna de Términos. Y cómo no se iba a hundir, le comenté, si era la misma panga que tú utilizabas dos veces por semana llevando la “raya” y provisiones para las Brigadas, hace ¡44 años! Desde entonces, le tuve cierto respeto a este medio de transporte y nunca lo usé. En cambio, viajaba mucho con el mismo propósito o alguna comisión especial en el “chaquiste”, así le llamamos a una avioneta muy pequeña, de un solo motor a una hélice, de 2 plazas modelo Stimson, comparándola con este mosquito de la selva, muy pequeño pero bravo.
EL LURE LINE:
Todos los contratados recibimos instrucciones para concentrarnos en el muelle de Veracruz y trasladarnos a Ciudad del Carmen. Hicimos fila para identificarnos quedando yo el primero ante un barco, bote o barcaza que me pareció de muy reducidas proporciones para hacerse a la mar, amarrada al muelle con el bonito nombre de “Lure Line”. Ignoro su exacto significado; tal vez sea “Línea de Cabotaje” con nombre de mujer. Estaba ya listo para zarpar, completamente cargada la cubierta con costales de semillas, cebollas, cajas de cartón y de madera, y en el centro, en un reducido espacio, hacinados y arremolinándose algo así como dos docenas de cerdos que gruñían inquietos, seguramente porque no se encontraban a su gusto. Sin ser un experto, me di cuenta de que este lanchón estaba excesivamente cargado, pues la línea de flotación dejaba al descubierto escasamente metro y medio del borde de la quilla.
Al dar mi nombre a la persona que estaba ahí para identificarnos, me colocó un papel enfrente diciéndome autoritario: firme aquí. Tomé el pliego y leí en voz alta para ser escuchado por los que me seguían, una serie de cláusulas que, palabras más o menos decían: “Hago constar que viajo en “El Lure Line” bajo mi entera responsabilidad, sin presión alguna y por mi propia voluntad. En caso de accidente o cualesquier percance, renuncio a toda indemnización económica o de otra índole que pudiera corresponderme. Renuncio asimismo, a que mi familia u otra persona haga gestiones tendientes al mismo fin. Declaro que acepto en todo sentido las condiciones en que se efectúe el viaje. Acepto y declaro”…etc. etc. Di un vistazo a los hombres que me escuchaban y terminantemente dije: ¡No firmo! Haciéndome a un lado. Mi siguiente compañero, después lo supe, fue Teodomiro Velázquez, designado Jefe de la Oficina, quien lo pensó poco tiempo y dijo: ¡yo sí! y estampó su firma. Me sentí ridículo si no lo hacía y también firmé. Siguieron los demás y todos firmaron. Ahora me pregunto: ¿Era legal este papel? Nuestras declaraciones impresas y firmadas, ¡estaban sancionadas por alguna autoridad? Nunca lo supe. Hace mucho tiempo y comprendo lo improcedente y absurdo de lo que ahora expongo, pero me siento con la obligación, aquí de expresar una severa, una firme y enérgica protesta ante el señor ingeniero Sánchez, Jefe del Departamento de Vía en aquella época (ojalá y viva aún) a quien considero directo responsable de habernos enviado en estas condiciones, no digamos faltos de la más elemental comodidad, sino expuestos a circunstancias en las que peligraban nuestras vidas. Supimos poco tiempo después que este barco, famoso para nosotros y de imborrable memoria, el “Lure Line” se hundió haciendo el mismo servicio.
Subimos y empezamos a conocernos, amistades que perdurarían por toda la vida. Creo que para todos era una novedad encontrarnos en el mar. Había dos “camarotes” de lona, ocupados ya por cuatro mujeres, pasajeros también. De pie sobre cubierta, digo sobre costales y cajas, contemplamos una vista magnífica: el puerto que se alejaba; una isla pequeña que pasamos y el mar hasta lo infinito con los últimos resplandores del ocaso.
Vino la noche ¡la noche más larga de mi vida! Gruesas nubes oscurecieron el paisaje en momentos y se nos precipitó la tormenta. No había forma de guarecernos y nos sentamos en una improvisada banca de cuatro tiras de madera colocada alrededor de proa y una tabla delgada enfrente a manera de pasamanos, justo a la orilla del mar a la que nos aferramos firmemente. Quedamos muy juntos, como queriendo unirnos ante el peligro. Todo estaba negro, el cielo y el mar, sólo rasgados terminantemente por los pálidos reflejos de los relámpagos. En medio del estruendo de la tormenta y del mar, oí que el de a lado (el Güero de Garay) me decía: Vi cuatro salvavidas en un poste; tú y yo vamos por ellos. Negué con la cabeza. Insistió y le dije ¿Qué harás en medio de las olas solo, con una rueda de hule por toda defensa? ¿Y los tiburones? Nada contestó y seguimos con la vista fija en la oscuridad del cielo y del mar; aquel mar que horas antes habíamos contemplado extasiados, admirando su tranquilidad y su belleza. Frente a nosotros, enormes olas se levantaban. Se nos echaba encima una montaña de agua enorme que el barco penosamente remontaba, para en seguida bajar a un precipicio insondable; sentíamos crujir el maderamen del viejo barco, pero éste seguía firme, al parecer sereno y ya acostumbrado; nos tranquilizaba que por momentos, entre los grandes estruendos, oíamos el característico ruido de su motor, que tranquilo e infatigable, seguía trabajando. El golpe constante de las olas nos empapaba de agua y de espuma. Viajaban seis chinitos, contratados como cocineros para las Brigadas, quienes se acurrucaron entre los costales y permanecieron inmóviles toda la travesía. Creo fueron los únicos que ni entonces ni después tuvieron una queja, una protesta o una maldición. ¿Estuvieron inconscientes ante el peligro, o poseedores de una gran filosofía inalcanzable para nosotros? Y así pasaron las horas de la noche lentamente, desesperadamente. Cerca del amanecer cesó la tormenta y volvió la calma. Ateridos, mojados y rendidos, pero vivos, pudimos contemplar el grandioso espectáculo de salir el sol en el mar, ya frente a las costas de Ciudad del Carmen.

DE LAS CONDICIONES DE TRABAJO EN LAS BRIGADAS:
Los trabajadores que formaron las Brigadas en la selva o en pequeños poblados, tuvieron constantes problemas de toda índole. Sus tiendas de campaña resultaron inadecuadas e inseguras, expuestos a toda clase de alimañas, insectos, tarántulas, víboras, plagas de mosquitos, escasez de agua y de alimentos, con calor terrible y, sobre todo, por el aislamiento de la selva. Hubo una Brigada que se instaló en Salto de Agua, especialmente diezmada por el paludismo. Constantemente nos llegaban enfermos de ahí, al grado de que causaba pavor a todos, ingenieros y trabajadores, cuando se les ordenaba reemplazar a los enfermos, y que llegaban a la Casa-Oficina en Ciudad del Carmen, casa muy amplia, con 4 corredores y patio en el centro, siempre ocupados por enfermos de paludismo para ser atendidos por el Médico de la Compañía. Recuerdo que nos llevaron, inconsciente al ingeniero Adalberto Sandoval Chamberlain. El señor doctor Barcaza, gran conservador, muy agradable y fino como amigo, pero escaso de recursos médicos, ¿o entonces no los había? Sólo hacía una cosa para todos por igual: inyectar quinina. En algunos casos surtía efecto, disminuía la fiebre o la quitaba por completo. En otros, simplemente no hacía efecto alguno y al doctor le daba lo mismo, simplemente no le preocupaba. Entre estos últimos se encontraba el caso del ingeniero Sandoval, hombre muy joven atacado con altas temperaturas que lo tenían siempre inconsciente. Varias veces hablé con el doctor y su respuesta era la misma, lacónica e indiferente. “No podemos hacer más”. El doctor Balcázar, como persona y amigo, era muy estimable, ameno conversador y siempre de buen carácter; sobre todo, muy adicto y entusiasta para la baraja. Nos reunía a tres o cuatro ante una mesa del corredor que se orientaba hacia el mar y ahí se pasaba las horas disfrutando del póker, juego en el que era un verdadero experto, y con frecuencia nuestras quincenas pasaban lindamente a sus bolsillos. Al llevarse una buena mano que se había hecho “polla” insistí: en definitiva, doctor, ¿qué podemos hacer con este enfermo? Refiriéndome al ingeniero Sandoval. Por primera vez me contestó con interés. Lo único que salvaría a este muchacho sería su inmediato traslado a México. Fui en busca de mi gran amigo capitán aviador y le dije, capitán Cárdenas, es necesario llevar a México al ingeniero Sandoval. Se nos muere si no lo hacemos. Opino lo mismo, me dijo, pero el señor ingeniero Principal, único quien podría ordenarme su traslado está ausente y regresa hasta la semana próxima. Yo no tengo facultades para ordenarle, comenté, pero sí confío en el alto sentido humano del señor ingeniero Pedrero y asumo toda la responsabilidad de convencerlo de la necesidad que tuvimos al tomar esta decisión. ¿Qué resuelve? Nos arriesgamos, respondió el amigo. Por mi parte, envié un telegrama urgente al Hospital Colonia para que esperaran la avioneta en el Aeropuerto con una camilla para recibir al enfermo. Mucho tiempo después encontré en México al ingeniero Sandoval, quien me informó que no volvió al Sureste, peri siguió trabajando en Ferrocarriles como ingeniero de División en Jalapa y Puebla. Con el cambio de lugar, tuvo inmediato alivio del paludismo y agregó que gracias al señor capitán Cárdenas y a mi intervención, seguía viviendo.

El señor ingeniero Sánchez, en una visita que hizo a nuestras Oficinas en Ciudad del Carmen, y en presencia de los Jefes de Brigada, llamó la atención al señor ingeniero Principal por este hecho, con palabras duras, bruscas y groseras. Que el avión del Ferrocarril no fue comprado para el traslado de enfermos; para eso contábamos con un médico residente; que ahora todos los que se sintieran enfermos desearían ir en avión para pasarse en la Capital; que lo prohibía terminantemente, etc. El señor ingeniero Pedrero tan decente, se puso intensamente pálido, pero nada contestó, y ni siquiera dirigió una mirada a los directamente responsables. Dignamente aguantó todas las groserías que se le dijeron. Recuerdo que en esa misma junta, también haciendo gala de ser el Jefe y con su absoluta falta de decencia, delante de todos, criticó acremente a un ingeniero de apellido austriaco (quien no imaginando lo que pasaría) se presentó en la Junta muy ufano vestido de charro. Lo criticó por los escasos avances tenidos por la brigada a su cargo; y ahí mismo le dijo que estaba despedido de su trabajo, por inepto.
EL CHAQUISTE:
Decía que a nuestra avioneta le llamamos el Chaquiste por ser muy pequeña, y se utilizaba con frecuencia para inspeccionar las diferentes brigadas, en las que se construyeron pequeños campos de aterrizaje para la avioneta… Salimos una vez por la mañana para regresar por la tarde el señor capitán Cárdenas y yo y regresamos 4 días después. A nuestra llegada circulaba todavía y se comentaba un periódico local que con grandes titulares decía: La avioneta del Ferrocarril, tripulada por el señor Capitán Antonio Cárdenas Rodríguez y viajando en servicio el señor Juan Errejón Álvarez, desapareció anteayer en la selva de Tabasco. Efectivamente, atravesando el tramo de mar conocido como Laguna de Términos y adentrándonos en la selva, el “chaquiste” empezó a fallar como aquellos viejos Ford, Modelo “T”, tosiendo esporádicamente como un anciano que está en las últimas. El capitán Cárdenas, hombre valiente, muy sereno, me dijo: Es la gasolina que nos están surtiendo de muy mala calidad y ni pasa; voy a tratar de destapar la tubería; abrió la ventanilla, se aferró al fuselaje y fue subiendo hasta alcanzar una de las alas. Vi como el aire levantaba su chamarra de cuero y temí que el fuerte viento lo lanzara al vacío. Destapó el conducto de la gasolina y estuvo soplando; yo lo observaba y comprendí que su esfuerzo había sido inútil. Hizo el descenso con precaución deslizándose por los tubos hasta llegar a su sitio dentro de la avioneta. No se destapó, me dijo la cónicamente, pero aterrizaremos sin peligro, aun cuando sea en un árbol; trataré de buscar un pequeño claro; y lo consiguió, llegando a tierra sin el menor contratiempo, en plena selva. Verdaderamente, con el señor capitán Cárdenas me sentía seguro. Aquí debo de agregar que El Chaquiste hizo exactamente lo mismo pocos días después, pero no sobre la selva, sino sobre el mar.
Observó el capitán que deberíamos estar muy cerca de la brigada y que era necesario ir en su busca y pedir ayuda para abrir una brecha para el despegue. “Vi que el Usumacinta, continuó, pasa a unos dos kilómetros, vamos para allá”. Dejamos la avioneta y por una veredita emprendimos la marcha, platicando tranquilamente de una y otra cosa, como si paseáramos por el Paseo de la Reforma y así el trayecto me pareció corto hasta llegar al río. En la orilla había una cabaña destartalada, seguro abandonada hacía mucho tiempo y sin un ser viviente. Se veía, se respiraba la imponente soledad de la selva atrás y enfrente el río con su enorme caudal de aguas. Caminando por la orilla encontramos un “cayuco”, una especie de pequeña barca que hacen los lugareños rebajando el tronco de un árbol, con un palo a guisa de remo. Esto es lo que buscaba, me dijo mi compañero. ¿Qué prefiere usted, ir río arriba para encontrar la brigada, o esperar mi regreso en el avión hasta mañana? Lo espero, contesté de inmediato, porque embarcarme en esta cosa tan frágil, sin conocer las corrientes del río, exponiéndome a encontrar una cascada o no localizar la brigada, me pareció que no era atractivo para mí. Empujamos el cayuco hasta el agua; el capitán subió tranquilamente, empuño el remo y se fue deslizando sobre el agua, primero lentamente, luego muy rápido, hasta que se perdió de mi vista. Me quedé solo, pensando, se necesita valor, serenidad y arrojo para enfrentar situaciones como éstas, que yo califico heroicas, y que él, el capitán, las tomó con tranquilidad, sin arrogancia y sin temor, como algo simplemente natural; como hombre acostumbrado a tomar decisiones en las que se expone la vida sin darles importancia.
Con razón muy justificada y por sus grandes méritos, más tarde el señor Antonio Cárdenas Rodríguez fue elevado al rango de General; después Jefe del Escuadrón 201 que con honores dio su batalla en Corea, llegando a lo más alto de su carrera; Jefe de la Fuerza Aérea Nacional.
Al quedarme solo, miré al cielo y observé que se acercaba una tormenta; me apresuré a buscar la vereda por dónde venimos y emprendí el regreso internándome en la selva. A poco andar cayó la lluvia y todo se oscureció. En la ciudad, anteceden al amanecer toda clase de ruidos que por ser comunes y familiares nos pasan desapercibidos, hasta que se aclaran con el bullicio de la vida que empieza. El despertar de la selva es el anochecer. Hay ruidos no conocidos; ligeros, sordos, bruscos, que más que oírlos se perciben, se sienten. Mi principal preocupación, más bien temor, no era el encontrarme con los grandes animales, sino de las tarántulas peludas “caras de niños! Las llamaban, cuya ponzoña es mortal y de las víboras que las hay de todas clases, desde la boa hasta la nauyaca, que el veneno de ésta mata en cuestión de minutos. Con el agua cayendo copiosamente creí haber dejado la vereda y me consideré perdido; imaginé que hacía muchísimo tiempo que estaba caminando, aunque comprendí también que dos personas conversando y de día, el tiempo pasa rápido; pero solo y de noche el camino se hace interminable. Pensé subir a un árbol para pasar la noche, pero los troncos eran demasiado gruesos y altísimos lo que hizo imposible llevar a cabo mi propósito y así continué caminando, hasta que al fin, después de un tiempo que me pareció una eternidad, un relámpago me puso enfrente de algo plateado. ¡El Chaquiste! Me dije con alegría y lo vi como un salvador, como a un amigo; abrí la ventanilla y me recosté empapado, lleno de lodo y de cansancio, pero ya me sentí tranquilo.
Al día siguiente, casi por la tarde oí ruidos y voces; era el capitán que llegaba con los hombres de la brigada para abrir una brecha y despegar, mientras tanto, él se dedicó a destapar los conductos del paso de la gasolina hasta probar el motor y quedar satisfecho. Dos días emplearon los hombres para hacer la brecha que el capitán estimó muy corta para el despegue, pero no podía ampliarse porque se encontraron con una barranca muy profunda dirigiéndose a mi dijo: no puedo asegurar que en este corto espacio despegue la avioneta, voy a comprobarlo yo solo para no exponer a usted; si lo consigo regreso. Y así lo hizo y lo consiguió. Poco tiempo después el motor del “chaquiste” volvió a fallar hasta detenerse su hélice, pero ya no sobre la selva, sino sobre el mar. Afortunadamente no iba yo de pasajero sino el ingeniero Guillermo Arellano. El capitán, como de costumbre, salvó la situación; regresó planeando y difícilmente, muy apenas, alcanzó la orilla de la playa.
Años después fui comisionado para llevar al cabo una visita de inspección por la línea férrea de Coatzacoalcos a Campeche; recorrido que hice en armón para comprobar detenidamente la situación de la vía, terraplenes, durmientes, laderos; las estaciones, bodegas y patios, la Planta de Impregnación en Escárcega y finalmente de los talleres en Campeche. Ya no encontré selva, ni lugares insalubres e inhóspitos, sino pujantes poblados que se abrían al progreso. Por el informe minucioso y verídico que rendí, tuve la satisfacción de ser muy felicitado por el señor ingeniero Miguel Ángel Barberena, entonces Director de Ferrocarriles en Operación y por el señor ingeniero Eufrasio Sandoval, Gerente General de Ferrocarriles Nacionales.
Los hombres, verdaderamente hombres debo subrayar, que iniciaron la difícil tarea de localización y trazo del Ferrocarril del Sureste, fueron:
DE LOS INGENIEROS:
Joaquín Pedrero Córdova – Ingeniero principal (originario de Teapa)
Guillermo Arellano – Ayudante (muerto arrollado por un armón)
A López Esnaurrizar – Jefe de Brigada.
J Arrellano Belloc – Jefe de Brigada.
Alberto Mendiozabal – Jefe de Brigada.
Francisco Togno – Jefe de Brigada.
Adalberto Sandobal Chamberlain – Jefe de Brigada.
Un Apellido Austriaco – Jefe de Brigada (quien fue despedido)

DEL PERSONAL ADMINISTRATIVO:

Doctor Balcázar – Médico Residente.
Teodomiro Velázquez – Jefe de Oficina Principal.
José de Garay – Contador
Miguel Celada – Proveedor
Juan Errejón Álvarez – Secretario
Seis chinitos – Cocineros
Topógrafos, Estadaleros, Proveedores y Trabajadores de Desmonte. Antonio Cárdenas Rodríguez – Capitán Aviador “Con mención especial” Para todos ellos, a quienes recuerdo y a los que tengo olvidados, por sus nombres, mi admiración y respeto por su dedicación y esfuerzo; por su resolución y heroísmo, quienes en circunstancias adversas y situaciones difíciles tuvieron el arrojo y la determinación de hacer posible el enlace para la civilización y progreso de un jirón de nuestro México… “

1936.- Asesor personal del Presidente de la República, General Lázaro Cárdenas.

1937.- Jefe de la Comisión Internacional de Límites entre México y los Estados Unidos de América.

1939.- Comisionado por la Presidencia de la República y por la Secretaría de Relaciones Exteriores ante el Departamento de Estado de los Estados Unidos para iniciar las pláticas sobre el territorio en disputa del Chamizal, basadas en los estudios y la solución encontrada por el Ing. Pedrero. (Años más tarde, en 1963, los presidentes de México y de Estados Unidos, Adolfo López Mateos y John F. Kennedy firmaban el acuerdo de culminación del conflicto Chamizal iniciado en 1866).

1939.- Actividades profesionales en la Ciudad de México sobre construcción de casas habitación y edificios.

1940.- Gerente de la Compañía Pavimentaria Chapultepec.

1942.- Perito valuador de la Comisión Nacional Bancaria.
1943.- Muere el 1° de abril en la Ciudad de México. Tuvo siete hijos: 5 hombres y 2 mujeres, los cuales se llamaron: Vicente, Natividad, Felipe Alonso, Horacio, Héctor, Ricardo y Margarita.

Fue el inventor de un sistema de puentes colgantes para usos civiles y militares que patentó en México, Estados Unidos e Inglaterra, donando al Ejército Mexicano el uso de sus patentes.

1944.- DISCURSO PÓSTUMO, PRONUNCIADO POR EL LIC. FRANCISCO J. SANTA MARÍA, EN HONOR DEL ING. JOAQUÍN PEDRERO CÓRDOVA.

“ … Va a ponerse en Tabasco el nombre ilustre de Joaquín Pedrero Córdova a una Escuela. El Gobierno honra así a quien merece la honra. Y el Gobierno se honra porque honrar, honra, conforme a la frase clave del faro intelectual que desde Cuba iluminó a la América: Martí.
Honor por honor y honra por honra, Joaquín Pedrero Córdova los dio a Tabasco en larga medida. Buen Gobierno, hecho de sangre y médula de pueblo, el que así capta, para aquilatar, y aquilata para consagrar, los valores legítimos de la redoma intelectual y moral que en el archivo del pensamiento y de la idea tiene cada pedazo de mundo cerebral y sensitivo, como nuestro ardido terruño.

En la hora definitivamente más fecunda de la vida intelectual de Tabasco, aparece Joaquín Pedrero Córdova. Bajó de la Sierra, híspida y breñosa, de donde bajan las aguas del río, azules y cristalinas, puras a pesar del rebote constante de peñas y acantilados. Bajó a abrevar en la Fuente Castalia de Tabasco que dio, para Tabasco y para Chiapas igualmente, en amoroso arrullo materno, teta que sin distingos ni egoísmos amamanté intelectualmente a los hijos de dos regiones geográficas hermanas; hijos tocados de común anhelo cultural, emparentados además en los duelos de una misma historia y confundidos bajo la púrpura del sol y la lujuria agresiva de una misma tierra feraz y bagaje de sus estudios primarios y con la lucecita azul que ya destellaba en su cerebro.

Dejó allá la pistola y el caballo de los viejos teapanecos de la generación de su padre, un Notario Público que había dejado también los arreos legendarios y cambiándolos por un título profesional. Por abolengo de nobleza y de alcurnia, propias de aquella época de arrestos caballerosos, siguiente a la independencia nacional, casi tomando tronco y raíz de la corona ridículamente perdida de la zacualtipana de Padilla, en que cayó Iturbide, los teapanecos fueron famosos por caballistas y hombres de armas tomar, aristócratas medio manidos, acuartelados en el rincón más bello de Tabasco, en donde parten, éste y Chiapas, el panorama de la montaña y el panorama de la llanura, como tomando cada hermano Estado del otro lo que entrambas bellezas les otorgó el paisaje, con el lazo común de estrechamiento en el que los unen dos grandes brazos, el Usumacinta y el Grijalva. La vida alborotada y turbulenta de aquella sociedad puebleril, huraña a las corrientes populares o plebeyas, dio no obstante contingentes intelectuales de valía. Unos, que florecieron allá mismo; otros que, alzando el vuelo, dieron frutos opimos fuera de la provincia. Joaquín Pedrero Córdova fue de éstos.

En el Instituto “Juárez”, alumno muy cumplido en sus estudios; distinguido en Matemáticas, asignatura que llegó a profesar en su calidad de alumno, en suplencia del titular de la materia, varias veces; culminante en el dibujo a pluma. Campaba en el mundo de las ciencias por aquel entonces sabio Rovirosa. Único heredero de su genio en el dibujo, Joaquín sustituyó en este arte magnífico, en el cual produjo obras de positivo mérito artístico. Estudiante de Ingeniería después, en México, tradujo la Hidrografía del autor francés Germaín, que se publicó y circuló profusamente. Titulado Ingeniero Civil en 906, prestó servicios importantes en el Estado de Chiapas, como colaborador del distinguido hombre público y escritor don Ramón Rabasa, Gobernador a la sazón. Bajo su dirección técnica se construyó sobre el río de Chiapas o Grijalva, en aquel Estado, el único puente colgante que existe hasta hace poco en la República. Esta obra por sí sola consagraría a Joaquín como hombre de ciencia; pero la empresa más alta de su vida eficaz y activa fue el invento del puente colgante de cables seccionales articulados, un verdadero puente de emergencia, importante sobre todo militarmente y en tiempos de guerra como los actuales para las comunicaciones y los transportes rápidos, pues el puente mismo es transportable, y armable en breve tiempo. Con tenacidad romana y paciencia benedictina Pedrero se dedicó por largos años a experimentos, prácticas y estudios técnicos, hasta que logró ver realizado su invento, armado su puente en demostración pública y probada su eficiencia. Pero no sólo tiempo y energía gastó en esta empresa. Puso su amor y su pasión al servicio de su idea; gastó gran parte de su hacienda en la realización del invento, invento que a pesar de su trascendencia, no ha tenido el premio que merece, a no ser el hecho de haber adquirido la Secretaría de la Defensa Nacional el puente armado por el inventor personalmente en México.

Desempeñó el Ingeniero Pedrero numerosos y altos puestos públicos, principalmente oficiales. Fue Senador de la República por el Estado de Tabasco, Subsecretario de Agricultura y Fomento, Jefe de la Comisión de Límites entre México y Estados Unidos, Encargado del Proyecto y la construcción de la carretera de Mérida a las Ruinas de Chichén Itzá, obra que le hizo objeto de honores y múltiples manifestaciones de reconocimiento público en el Estado de Yucatán. Fue además miembro honorario de sociedades científicas o técnicas. Sus últimos años los dedicó al perfeccionamiento de su invento, que logró patentar en México, en Estados Unidos y en Inglaterra.

Nació el Ingeniero Pedrero Córdova en la ciudad de Teapa, el 15 de marzo de 1878. Casó en 1913 con doña Ana Ortiz y Liebich, de la cual tuvo siete hijos, “para ejemplo de amor sobre la tierra”, como dijo el poeta en reproche fundado a Jesucristo. Murió en México, el día primero de abril de 1943.

Esto hizo el hombre. Hagamos por ver ahora cómo fue el hombre. El relieve de los puestos públicos de eminencia o preeminencia, pero no prestancia ni merecimientos intrínsecos. Hacer es virtud; ser es esencia, y la esencia si buena, fecunda, y si fecunda, eterna. Así fue Joaquín Pedrero Córdova. De esta esencia perdurable estaba hecha su alma, y por esto, más que por otras contingencias, que no esencias, es acreedor a ser rememorado en la forma que Tabasco, a través de su Gobierno, lo rememora hoy.

El cultivo del arte dignifica y ennoblece. El temperamento artístico tiene un clima personal, que es su ambiente. El arte puede ser cualquiera; pero si tiene el temperamento no tiene predilecciones o selección vocacional específica por determinado arte, él crea su clima y hace un arte de cualquier cosa, hasta de una cosa antiartística. Joaquín hizo un arte del vivir y creó para sí mismo el clima de su temperamento personal. Vivió en forma que no todos viven, aunque como todos los hombres de honor y de valía, llenó su mundo interior de virtudes admirables. Desde su adolescencia en la vieja San Juan Bautista de Tabasco, la señorial ciudad de la Plaza de Armas cantada por José María Gurria y el Grijalva milenario de romancesco historial, Joaquín Pedrero Córdova, estudiante del Instituto “Juárez”, vivía su vida, una vida distinta de la del común de los estudiantes, aunque parezca paradójico. La genuina y sabrosa vida estudiantil, la de la gresca, la de “La Casa de la Troya” de la vieja Compostela de Pérez Lugín, ésa que estudia cantando y que pasea estudiando y cantando; la que hicimos bajo los laureles patriarcales de aquella Plaza capitalina de la provincia amada; la de la serenata y el bailecillo casero o de barrio; ésa no la hizo Joaquín Pedrero Córdova. El gustó de cultivar la amistad de los viejos, pero de los viejos entre los hombres de valer y nombradía, más que de complicarse en el bullicio de los camaradas, no siempre más dispuestos a la meditación que al alboroto. Frecuentaba las casas del Lic. Don Gustavo A. Suzarte, recio intelectual cubano arraigado en Tabasco, Director entonces del Instituto; la del sabio Rovirosa, la del Dr. Formento, y dentro de ese círculo se movía muy a su sabor, social e intelectualmente. No supe Joaquín, por tanto, de “pintas” ni de escapatorias a la laguna de La Pólvora a bañarse a hurtadillas y a concertar y realizar peleas a puñetazos; ni de paseos atardecimos al “Rastro” a comer chicharrones calientes, ni de guerrillas enconadas en El Playón. La turba estudiantil, que alterna la parranda con la trasnochada de preparación de fin de año, iba por un lado. Él iba por otro. Mientras todos los demás se entregaban en sus horas de asueto a la jarana, él se ponía de punta en blanco y acudía formalmente a una tertulia familiar o al conclave parsimonioso de un grupo de hombres de estudio, o de maestros del plantel, o de funcionarios públicos, o de señores muy serios.

Ya en México, Joaquín hizo su vida en espacio más amplio, pero de igual naturaleza. Entre Casasús, Sánchez Mármol, Rabasa y don Pancho Bulnes formó el cuadro de sus movimientos sociales, cuadro que después amplió considerablemente y que lo relacionó con personas y personajes relevantes en la política y en la buena sociedad de la Metrópoli.

A la par que del culto a la forma social distinguida, Joaquín cuidó del rosal de sus aficiones artísticas, a través de su vida. Desde sus años mozos tuvo trato con las musas. Cantó al río Teapa, su ciudad natal, en versos muy estimables e inspirados, que tienen la entonación sonora y elevada de la oda al Niágara de Heredia, como se ve en este cuarteto, primero del poema en asonantes:

¡Oh, transparente y bullicioso río!
¡Cuántos recuerdos a mi mente traes!
¡Cómo pudiera contemplar tus ondas!
¡Cómo escuchar tu cántico salvaje!

Tradujo además poemas hermosos de muy buenos poetas ingleses y norteamericanos. Contábame él mismo, con su real sencillez amable tan peculiar, cómo, instancias del inspirado Carlos Ramos, colaboró un día en “La Bohemia Tabasqueña”, el periódico de oro de la edad dorada de la literatura tabasqueña, con un soneto casi improvisado, que empezaba:

“Me han contado que dicen que un soneto
Es del arte del Poeta lo más grave;
Pero ignoran que existe ya la clave
Que nos pone a resguardo del aprieto”.

No le fue pues esquiva, por lo visto, la musa al verso fácil, y paladeó su espíritu sensitivo las dulzuras de la rima y del metro, como supe también de las mieles del concento armonioso de la música y de la placidez celeste de las artes plásticas, cuando ornaba con ejemplares selectos el ámbito patriarcal de su recinto hogareño.

Hecho así el hombre muy de industria para sentir profundamente el arte; suave y bueno y apacible en el fondo y en la forma, Joaquín gastaba y prodigaba la bondad suya, con suavidad discreta para todo el mundo. Ni supo nunca de negar nada a nadie ni de negarse a nada que fuese servir al prójimo, amigo o no amigo; ni supo mucho menos de regatear los méritos a otro de sus semejantes. En su huerto interior la planta mustia y amarillenta de la tristeza por el bien ajeno no echó raíces. En su charla, amena y jovial, la hipérbole del trópico saltaba a rebotes y borbollones, como luz en un prisma de colores y tocábase él de cierto narcisismo, de ese como candoroso tal vez que no trasunta egolatría repelente sino revuelo de imaginación de artista que, al desplegar las alas, centra en su yo personal la tesis del relato, por simple coquetería espiritual de narrador interesante. Y esto no ofende nunca a espectador u oyente; antes bien pone una gran nota de colorida en el suceso.

Así fue el hombre en sociedad y público. En el santuario del hogar crece su estatura moral y espiritual aún más. Procreó, para su dicha una prole de contextura superior. Inteligentes, trabajadores de recia acción todos sus hijos, formaron en torno de su padre, bajo la santa égida de una madre ejemplar, un hogar con caracteres bíblicos de templo: templo de amor y de trabajo. La hegemonía de una disciplina interior morigerada y austera, austera y apacible al par, cierra los lazos, que serán perdurables sin duda, de una clámide azul de pensamientos castos, de acciones bondadosas, de generosos sentimientos: sentir, pensar, actuar, que se conjugan en culto y reverencia para la memoria del padre muerto. Ya lo dije en una página cariñosa y justiciera de modesto libro mío, “La Poesía Tabasqueña”: “Su hogar es un laboratorio de arte, de cultura, de ciencia y de amor. Se respira allí el ambiente propicio de las grandes creaciones de la inteligencia, al mismo tiempo que un ambiente de familia armónica, espiritualmente ligada por un lazo delicadísimo de exquisita cultura, de sociabilidad distinguida y de acogimiento gratísimo. Es como una colmena rumorosa ese hogar, en que todas las abejas trabajan en excelsa obra de arte y de pensamiento. Sus hijos dicen quién fue su padre, en una frase que lo explica todo: “Fue nuestro mejor amigo, nuestro hermano mayor, un consejero y un guía”. Dicen así de él y obran como él. Por sendas de superación va cada uno de ellos. Profesional ya Vicente, Ingeniero como su padre; estudiantes aprovechados todos; artista de la pluma en el dibujo y heredera en línea recta de Joaquín, y a través de él, de Rovirosa el Grande, Naty enjoya la gracia de su vivir sereno con el destello del arte. Uno se quedó en el camino, aun antes que su padre, “hundido en la introversión fija del inútil porqué de su acabamiento”, grabó la pluma escultórica de Daniel Gurria Urgell. Era precoz soñador y pensador: Felipe Alfonso. Dieciocho años de hervor de vida. Jugó a los ditirambos con la muerte y enfilando tal vez ya a las riveras de la Estigia, díjele a la vida: “Tendí mi hamaca en los hilos de una araña. Hubo un contraste y te alcancé de un beso”.

Tal parece que habló para su padre y por su padre. Joaquín también llegó a la muerte con un beso. Víctima de dolencia irremediable, convencido sereno y firme de su trágico fin, recomendó serenidad y firmeza en los suyos, en el seno de sus íntimos quereres más hondos, en sus hijos y en su esposa, para esperar el trance fatal ya vecino, el mandato severo de inexorable cumplimiento como todos los imperativos de la naturaleza. Mirando hasta a las fórmulas rituales de más allá del día de su muerte, aconsejó a los suyos no dar cuenta del deceso sino después de su enterramiento, en que ellos, solamente ellos, formarían el cortejo.

Severo y solemne funeral que asume la elocuencia del silencio sabio frente a la mundana alharaca de vanidades y ostentaciones, a la cual él no fue en vida esquive; que acrecienta los quilates de un espíritu fuerte y sano, lleno de vigor como el cuerpo musculoso que fue del que, por noble y bueno, vivió para todos los demás, dándolo todos, y bajó a la tumba sin llamar a nadie ni inquietar a nadie.

La severa oblación del credo en el deber cumplido puso en su tumba, por sobre ese silencio ejemplarísimo, el epitafio apocalíptico, que es dogma y enseñanza para el mundo pequeñito de los mortales… “
¡PULVIS ERIS!

México,
VI.27.44
Francisco J. SANTAMARÍA.

Poesía del Ingeniero Joaquín Pedrero Córdova
Soneto
A Carlos Ramos
Me han contado que dices que un soneto
es del arte del poeta lo más grave;
pero olvidas que existe la clave
que nos pone a resguardo del aprieto.

Lo que se hace primero es un cuarteto
y a seguimiento de él uno más suave,
que es como si dijeras: tengo llave
con qué poder abrir algún terceto.

Luego escribes cualquier disparate,
(que bien sabes que en verso es permitido)
y dices por ejemplo: en un petate

me acosté la otra noche adolorido
por haberme comido un aguacate…
el caso es que el soneto esté concluido.

El Teapa

¡Oh, transparente y bullicioso río!
¡Cuántos recuerdos a mi mente traes!
¡Cómo pudiera contemplar tus ondas!
¡Cómo escuchar tu cántico salvaje!

¡Cuántas veces miré, cabe las sombras
De verdes y tupidos amatales,
Reflejarse en tus aguas cristalinas
Los últimos fulgores de la tarde!…

Y allí embebido, libre el pensamiento,
Pasaba yo las horas en tu margen!
¡Oh! Inseparable amigo de mi infancia,
¡Salve, Teapa gentil, Mil veces salve!

¡Quién sabe si el destino en su fiereza,
Quiera por siempre para ti alejarme
O envuelto por las sombras del olvido,
Desaparezca tu infelice vate!

Hace ya tiempo mi inacorde lira
Vibra impaciente porque yo cante,
Y aunque el temor me oprime tú me inspiras
Y alegre como tú voy a cantarte.

Ora te precipites atrevido
En medio de musgosos peñascales,
Semejando tu espuma bullidora
Explosiones de perlas diamantes;

Ora sereno, majestuoso y límpido,
Retrates los erguidos carrizales
Que bordan tus riberas seductoras,
Y cual gimiendo y suspirando pases.

Sí; yo te canto, bullicioso río,
Espléndido monarca de aquel valle;
Tu belleza no más la fantasía
Con su radiante luz podrá forjarse;

Tú fecundizas los risueños campos,
Do el sol hermoso su fulgor esparce;
Tú les das alegría a las campiñas,
Verdor al prado, música a las aves;

Apagan en tus aguas cristalinas
Su ardiente sed el pobre caminante
Y las vacadas de lucientes pieles
Que en tus riberas con deleite pacen.

Pródiga y generosa la Natura,
Follaje mil te dio que ornan tus márgenes,
Do oculta entona la doliente tórtola
Esa triste canción que el alma parte.

Besan tus aguas límpidas y puras
Las ramas melancólicas del sauce,
Y pajarillos de colores múltiples.
Con alegre cantar pueblan el aire.

La mustia garza, el serpentino cuello
Escondido en el nítido ropaje,
Contempla su belleza melancólica
En el espejo azul de tus cristales.

Dime, garza gentil, más blanca y pura
Que la flor del chelele deslumbrante,
¿Por qué a tu pico, avara la armonía,
Cerró sus delicados manantiales?

Te amo cual todo lo que al Teapa hermoso
Belleza más a su belleza imparte,
Y yo amo al Teapa, porque arrulla un nido
Que formaron de amor mis tiernos padres.

¡Oh, transparente y bullicioso río
Cuántos recuerdos a mi mente traes!
¡Cómo pudiera contemplar tus ondas!
¡Cómo escuchar tu cántico salvaje!

Si de la luna soñolienta y pálida
Surca del espacio la tranquila imagen,
Y entre las breñas, y por la llanura,
Y a través de los densos platanares,

Do vaga el viento, las enhiestas hojas
Meciendo acompasado albos ropajes
Simula con su luz, de mil fantasmas
Que se dejan, se esfuman o se atraen,

¡Qué misterioso encanto tú le imprimes
A la imponente soledad, suave
Tu murmullo esparciendo! En la espesura
Oyen tu voz los cedros seculares,

La ceiba añosa, el pojay altivo,
De recias fibras negras el jahuacte,
Mientras la blanca flor de tus riberas
Recibe el polen de la flor amante.

Mas la luna se esconde. Ruge el viento
Sacudiendo las copas de los árboles,
Las nubes se amontonan en los picos
De la montaña que circunda el valle.

Todo es tiniebla en derredor… La lluvia
Desenfrenada borbollando cae,
Y mil torrentes precipita luego
A tu encrespado y turbulento cauce.

Ya se cambió tu faz. La clara linfa
Que miraba tranquila deslizarse,
Turbia se arremolina enfurecida
Con fragmentos de arcillas y raíces.

Pasas violento, atronador, rugiente,
Los viejos troncos con furor deshaces,
Y a tu tremendo empuje ya no hay vallas
Y por doquiera la extensión invades.

¡Ah, poderosa fuerza! Cuando el freno
La ciencia imponga a tu furor salvaje,
Y agrupadas las fábricas doquiera
A tus orillas blanqueando se alcen;

Cuando turbinas de sedientas bocas
Enloquecidas giren. Cuando cante
Tu omnímodo poder silbato agudo
Del vaporcillo que tus aguas parte,

Cuando ilumine el cielo oscurecido
La luz que a tu poder fulgor esparce,
Más bello tú serás, Teapa altanero…
Y así sueño en mis noches contemplarte.

¡Oh, transparente y bullicioso río!
Oiga el cielo mi voz: siempre te guarde,
Y yo, que muera en tu ribera hermosa,
Al dulce beso de mi tierna madre.

Emilio Antonio Contreras Martínez de Escobar.
Responsable del artículo
Enero del 2015.

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