En su visita a la entidad, piden respuesta y que aparezcan nos 43 estudiantes desaparecidos en el 2014

Luis Enrique Martínez
Rumbo Nuevo
Wilberth Narváez Narváez, el doctor de los humildes de la región de la sierra; el luchador social que cofundó el PRD en 1989 y que desdeñan los neoperredistas como Juan Manuel Fócil Pérez y compañía; el militante de izquierda que se adhirió a la Declaración de la Selva en las primeras horas de enero de 1994; ese barbudo espigado, ese huarachudo de voz cascada, esperó, paciente, sentado en silla de ruedas, sobre las losetas de la Plaza de Armas el arribo del contingente de padres, familiares y amigos de los 43 de Ayotzinapa, que desde el 26 de septiembre de 2014 están desaparecidos.
A la orilla de la calle Independencia. Frente a la Cámara de Diputados, supo del ir y venir de los diputados del PRD como Zoila Margarita Isidro Pérez y otros como las horas que transcurrieron en tanto la comisión de la caravana nacional insistía en su demanda al gobierno federal por las principales calles de Villahermosa: «Vivos se los llevaron, vivos los queremos».
Pocos lo identificaron tal como ocurre con las nuevas generaciones que no conocen a Dora María, La Chaparrita de Oro que, paradójicamente, a partir de la iniciativa del gobernador Arturo Núñez Jiménez, descubre y magnifica la perdida de identidad del tabasqueño ante el mundo globalizado. La aldea o los aldeanos, se colige de facto, no sabe de donde viene si, por ejemplo, egresados de la Escuela de Comunicación de la UJAT, reporteros en activo aunque sea de bajo perfil, polemizan y descalifican méritos a quien hizo y crea un mar de nostalgia cuando se está fuera de Tabasco al tabasqueño.
Así es el caso del doctor Wilberth. Cierto que es irreconocible porque ahora está en silla de ruedas. Enfermo. No ve. Pero su voz, esa voz que en más de una ocasión enfrentó y descalificó a Andrés Manuel López Obrador desde el Frente Democrático Nacional en 1988 y, luego, en 1989 cuando se fundó el PRD en Tabasco, esa voz aún ahogada, sacó fuerza y se hizo escuchar por los alumnos, algunos condiscípulos de los 43 de Ayotzinapa, de la Escuela Normal Rural «Isidro Burgos».
Soriano, el joven que junto con algunos padres de familia y amigos y seguidores de la lucha por la aparición de los 43 de Ayotzinapa en Tabasco, encabezó la marcha que inició en el atrio de la Catedral de Tabasco y concluyó pasadas las dos de la tarde con un mitin frente al Palacio Legislativo, fue el objetivo directo de Narváez para manifestar su apoyo a la caravana nacional que espera arribar este jueves a Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
«Vivos se los llevaron, vivos los queremos», coreó, una y otra vez, cuando el medio centenar de manifestantes replicó la consigna universitaria popularizada tras la trágica noche de Tlatelolco del 2 de octubre de 1968.