La alternancia, una nueva luz para Tabasco: Arturo Núñez
“Vamos a sellar una gran alianza social que aporte el capital humano y político necesario para avanzar con dignidad y confianza en la ruta transformadora que nos hemos trazado”, afirmó el gobernador Arturo Núñez en su discurso en el acto conmemorativo del 150 aniversario de la gesta histórica del 27 de febrero de 1864. Dijo […]
28 de febrero de 2014

“Vamos a sellar una gran alianza social que aporte el capital humano y político necesario para avanzar con dignidad y confianza en la ruta transformadora que nos hemos trazado”, afirmó el gobernador Arturo Núñez en su discurso en el acto conmemorativo del 150 aniversario de la gesta histórica del 27 de febrero de 1864. Dijo que de nueva cuenta, como sucedió hace ciento cincuenta años, por amor a Tabasco vamos a superar nuestros retos y desafíos. Vamos, hombro con hombro, a ganar nuestras propias batallas y a caminar con certeza hacia un mejor destino. Ese es hoy el mejor homenaje que podemos hacer a quienes ayer con tanta convicción y entereza hicieron de Tabasco su razón de ser y su destino de vida.

Redacción
Rumbo Nuevo
El gobernador del estado, Arturo Núñez, en su discurso en el acto conmemorativo del 150 aniversario de la gesta histórica del 27 de febrero de 1864, dijo que hace falta redoblar esfuerzos en todos los sectores sociales y los tres órdenes de gobierno para recuperar y reactivar nuestras actividades productivas fundamentales.
Por ser de amplio interés histórico, el discurso de transcribe de manera textual…”El día de hoy conmemoramos un acontecimiento de especial relevancia en la historia de Tabasco. Han transcurrido ciento cincuenta años desde aquel veintisiete de febrero de 1864 cuando en esta ciudad capital, entonces conocida como San Juan Bautista, se hizo posible la expulsión de los grupos armados que apoyaban al intervencionismo francés en nuestro Estado.
Es ésta una ocasión propicia para preguntarnos acerca del sentido que los hechos históricos tienen en la vida contemporánea de los pueblos y, en especial, en el de Tabasco. De cómo el pasado vive en nuestro presente e incide en nuestras decisiones, y de cómo a partir de él, se dibujan los rasgos más importantes de nuestra identidad.
Recordar acontecimientos que tuvieron un papel trascendental y que fueron claves para salvaguardar algunos de nuestros valores e ideales más preciados, no es un simple ejercicio de la memoria; tampoco nostalgia o cumplimiento ritual de un deber cívico.
En cualquier sociedad, la trama de sus retos y sus conflictos, así como de sus esfuerzos y sus logros, proviene siempre de los hilos de un tejido antiguo, en el cual podemos encontrar no pocas lecciones pertinentes para encarar las circunstancias de nuestro tiempo.
La Historia, como bien lo sabía ese gran intelectual político que fue don Jesús Reyes Heroles, es siempre una guía para la acción y una inspiración para las conductas del presente.
Con ritmos y modalidades diferentes, la Historia siempre vincula y conecta el trayecto y la experiencia de los pueblos. De aquí que este mexicano ilustre afirmara que ella aparecía “ligando estrechamente pasado, presente y futuro”, al tiempo que agregaba: “Algo de ayer nos puede servir para explicarnos algo de lo que hoy ocurre y para evitar que suceda algo semejante a lo que ocurrió en el pasado”.
Y justo porque las encrucijadas y retos actuales adquieren su sentido pleno en el marco del devenir histórico, resulta un imperativo ético y político mirar hacia atrás y comprender cómo hemos llegado al momento en que nos encontramos. Y examinar, entonces, las pruebas históricas por las que hemos atravesado y repasar la forma como las hemos superado.
Aquél que se acerca a la Historia, busca las causas de los acontecimientos clave; identifica la manera peculiar en que se entrecruzaron valores, convicciones, responsabilidades, intereses y expectativas para producir un resultado concreto.
Conociendo ese sentido profundo se trasciende el plano anecdótico y se pondera en su justo término la forma en que se anudaron los medios empleados y los fines alcanzados por aquellos que nos precedieron.
Quienes en la vida hemos optado por la política como actividad transformadora sabemos, o deberíamos saber, que sin referente histórico no hay brújula para nuestras estrategias ni orientación para nuestras decisiones cotidianas.
Reunir conocimiento, experiencia y voluntad de acción transformadora para el beneficio futuro de la sociedad en que vivimos, se perfila así como una tarea tan apasionante como imprescindible. Porque es ahí, en esa relación de cercanía intelectual y afectiva con el pasado, donde encuentra su anclaje la política del presente.
Y quién podría negar que en ese pasado que ha dejado honda huella en la memoria de los mexicanos, un momento especialmente emblemático fue la lucha encabezada por el Presidente Benito Juárez frente a la embestida conservadora que buscaba la instauración de un imperio.
Sabemos que con el apoyo de Francia, y utilizando la figura de Maximiliano de Habsburgo, se conjuntaron fuerzas e intereses reaccionarios que compartían el ánimo conspirador y golpista contra la República y los principios que la inspiraban.
Pero sabemos, también, que en esa coyuntura especialmente difícil se expresó a lo largo y ancho del territorio nacional lo mejor del valor y la inteligencia que tenía México para reivindicar simultáneamente su independencia y la vigencia de otro tipo de imperio: el imperio de la ley.
Y en esa hora de decisiones cruciales, Tabasco ocupó por méritos propios un lugar relevante para el futuro del país entero. Ya desde comienzos de 1863, con la toma de Jonuta y del puerto de Frontera, las tropas conservadoras, sabedoras de la posición estratégica de nuestra entidad, habían iniciado su ofensiva con el objetivo final de controlar la capital y el conjunto del Estado.
Sería en junio de ese año cuando los invasores  hicieron acto de presencia frente a San Juan Bautista, con la llegada de un navío con hombres y armamento destinado al asedio y toma de la plaza, lo cual lograron transitoriamente.
A partir de entonces comenzó en nuestra tierra un admirable período de organización y trabajo ideológico y político, orientado a conjuntar la fuerza necesaria para expulsar a las fuerzas invasoras.
Y no fueron pocos los tabasqueños ejemplares que conformaron una verdadera pléyade en la que la figura de Gregorio Méndez Magaña brilló con especial intensidad, desplegando sus virtudes de concertación política y estrategia militar. Su compromiso nacionalista y republicano le valió ser reconocido en poco tiempo como jefe del Ejército Liberal Tabasqueño.
Este episodio de nuestra historia, también nos permite aquilatar con claridad la eficacia de la acción política de las instituciones cuando se pone por delante el interés superior del pueblo soberano. En efecto, desde los inicios de la intervención, la acción combinada de los poderes Ejecutivo y Legislativo había sido decisiva para crear las bases jurídicas y políticas necesarias para proporcionar a la lucha anti imperialista fundamento legal y capacidad operativa.
Así, la armoniosa combinación de la energía popular con el trabajo de divulgación del ideario liberal y la acción decidida de liderazgos comprometidos en un propósito común, nos mostró de manera contundente la forma en que una causa política de gran alcance puede desarrollarse exitosamente.
En tan sólo cuatro meses se hizo posible consolidar la insurrección contra los invasores y sus aliados nacionales. De Cárdenas a Nacajuca y Huimanguillo, y de Jalpa a Teapa, Tacotalpa, Comalcalco y Cunduacán, se multiplicaron los esfuerzos y las iniciativas populares, superando algunos reveses y adversidades y haciéndose cada vez más vigorosas e irrefrenables.
Fue tal la fuerza de la resistencia tabasqueña que el 20 de octubre de 1863 Gregorio Méndez toma Comalcalco, prácticamente sin oposición y desde ahí reorganiza los contingentes en defensa de la República. Progresivamente, el objetivo de ir recuperando el territorio tabasqueño se va cumpliendo de manera sostenida, lo que se logra con prontitud en Jalpa y Cunduacán.
Se crearon así las condiciones para que el primero de noviembre los contingentes liberales obtuvieran una victoria clave en la batalla de El Jahuactal y estuvieran a partir de diciembre en condiciones de sitiar exitosamente San Juan Bautista. La estrategia liberal se desplegó con eficacia, obligando al repliegue y final atrincheramiento de lo que quedaba de las fuerzas conservadoras en el cuartel “El Principal”, el cual sería finalmente tomado también por las armas de la República.
Este golpe definitivo fue el antecedente de la retirada de los conservadores a través del Grijalva en las primeras horas del 27 de febrero de 1864, fecha que quedaría marcada a partir de entonces como un momento emblemático del triunfo de la razón, la justicia, la dignidad y la soberanía de México. Como señalara el gran escritor, político y defensor de los anhelos liberales, Manuel Sánchez Mármol, “el 27 de febrero es para Tabasco, lo que el 5 de mayo para toda la República.”
El heroísmo de las fuerzas republicanas y la virtuosa conducción de Méndez Magaña, seguirían acompañando en los años posteriores el gran esfuerzo nacional anti imperialista hasta la expulsión definitiva de los agresores, lo que en nuestro Estado ocurriría en abril de 1867. Con sobrados méritos, Gregorio Méndez ocupó la gubernatura de nuestro Estado del 4 de octubre de 1864 al 6 de junio de 1867.
Por todo ello, este veintisiete de febrero es una fecha especialmente oportuna para reconocerle lo que nuestro Estado y México le deben a él y a figuras tan importantes como Andrés Sánchez Magallanes, Victorio Victorino Dueñas, Lino Merino, Eusebio Castillo, Narciso Sáenz, los hermanos Bastar y Pedro Fuentes, entre otros destacados líderes de las fuerzas liberales
Junto a la acción de estos grandes hombres no puede ser soslayado y mucho menos olvidado, el hecho de que hayan sido los más humildes miembros del pueblo tabasqueño los que lograron, aún en condiciones de penuria, escasez y falta de preparación militar, dar cuerpo a una fuerza de resistencia formidable.
En las circunstancias actuales, tampoco podemos dejar de reconocer y admirar cómo los miembros de las comunidades indígenas aportaron una dosis invaluable de vitalidad y energía para alcanzar la victoria.
Vista a la distancia, esta experiencia histórica adquiere realmente el rango de un parteaguas en nuestra memoria colectiva. Es en parte, gracias  a esa gran experiencia que proviene de nuestro pasado, que podemos encontrar las reservas necesarias para reafirmar hoy la identidad contemporánea del pueblo tabasqueño.
A contracorriente de quienes piensan que en el actual mundo globalizado la afirmación de las identidades nacionales y locales resulta superflua, podemos reivindicar ese hilo de continuidad histórica que ahora, y siempre, nos hará sentir orgullosamente tabasqueños y mexicanos.
Podemos afirmar que lo ocurrido hace ciento cincuenta años demostró a propios y extraños que la dignidad de un pueblo está por encima de la traición y los intereses egoístas y facciosos. Y así como el gran Juárez fue un ejemplo viviente de la fortaleza moral de una nación en condiciones de adversidad y lucha contra la prepotencia, así Gregorio Méndez y quienes lo acompañaron, simbolizan para Tabasco la fortaleza de las convicciones políticas republicanas y lo que puede realizarse por amor a esta tierra.
Ciertamente, más allá de su circunstancia, esta gesta histórica representa algo aún más importante: el temple del tabasqueño para remontar los retos que se le presentan, por grandes y difíciles que sean.
Quienes hoy me escuchan, al igual que todo el pueblo de Tabasco, saben bien de lo que estoy hablando. Todos hemos sido testigos del impacto que en nuestra tierra-agua han tenido  calamidades y problemas que de maneras diversas han afectado nuestra condición de vida y dificultado nuestro crecimiento y bienestar.
Aislamiento geográfico, inundaciones recurrentes y epidemias nocivas se han hecho presentes una y otra vez como factores que conspiran contra nuestras esperanzas. También descuido e inconsistencia en la formulación de políticas públicas, deterioro educativo, insuficiencias presupuestales, o explotación descuidada de nuestros recursos naturales. Y qué decir de las pugnas destructivas, la corrupción y los quebrantos a nuestro patrimonio por la ambición tan desmedida como ilegítima de algunos malos gobernantes.
Ciertamente, el camino histórico que Tabasco ha recorrido no ha sido ni fácil ni terso y no estará exento de dificultades en el futuro.
Pero ahora, a la luz de la alternancia política protagonizada por las mujeres y hombres de Tabasco, se abre una ventana de oportunidad que vamos a aprovechar decididamente. Por eso afirmo hoy, sin duda alguna, que nuestro Estado merece y tendrá un mejor futuro.
Lo digo con toda contundencia precisamente porque sé cual es la naturaleza profunda del alma tabasqueña. Sé que en ella siguen presentes esas convicciones que hace ciento cincuenta años animaron a quienes combatieron a los usurpadores y obligaron a su retirada.
Que a nadie le quede duda que el ejemplo de las generaciones anteriores es hoy un activo que está más vivo que nunca para construir la fuerza moral y política necesaria para superar nuestras dificultades.
A diferencia del pasado, nuestros empeños fundamentales no están dirigidos ya a la recuperación del territorio o a la afirmación de las formas republicanas. Estamos ahora quizá frente a un desafío mayor por las consecuencias que tendrá su resolución para las futuras generaciones.
El pueblo de Tabasco expresó ya que a lo que aspira es a una transformación profunda en las diversas áreas de la vida del Estado. Una transformación que desde hace poco más de un año hemos impulsado como gobierno consciente de las legítimas demandas y reclamos ciudadanos.
Hemos asumido a plenitud y de manera explícita y programática que no se puede ya seguir viviendo en la incertidumbre y el riesgo permanente por las inundaciones y otros desastres ambientales; pero que tampoco es admisible que la inseguridad pública y la criminalidad mermen la calidad de vida y atenten contra la vida y el patrimonio de las personas. Por ello pugnamos por una nueva forma de convivencia social entre todos nosotros, en la que estos flagelos nos afecten cada vez menos.
También sabemos, y hoy lo reafirmamos, que es un imperativo reactivar nuestro desarrollo económico, generar obra pública y crear empleos dignos y bien remunerados. Tanto en el campo como en las ciudades, hace falta redoblar esfuerzos de todos los sectores sociales y los tres órdenes de gobierno para recuperar y reactivar nuestras actividades productivas fundamentales
De la agricultura a la pesca y de la industria al comercio, pasando por las labores forestales y la prestación de servicios, tenemos ventanas de oportunidad que debemos aprovechar adecuadamente. En esta política de desarrollo económico integral seguiremos buscando mejores términos de relación con Petróleos Mexicanos en particular y con la industria petrolera en lo general.
Sobre la base de una economía cada vez más fuerte, se está volviendo factible, además, impulsar una política de desarrollo social que reduzca las desigualdades, amplíe el ejercicio y disfrute de los derechos e incida en una mejor calidad de vida.
Para un gobierno progresista como lo es éste, la política tiene sentido sí y sólo sí nos acercamos a los ideales de justicia y bienestar, a partir de un esfuerzo regido por el principio de igualdad de oportunidades y protección de los grupos y personas más desfavorecidos.
Hoy lo digo con toda contundencia: nunca más un Tabasco marcado por la fractura social y las enormes brechas que separan y distinguen a quienes lo tienen todo de quienes carecen de lo más indispensable.
Por eso nuestras batallas actuales son por una mayor cobertura y una mejor calidad de la educación en todos los niveles, así como por lograr servicios de salud eficientes y que sean sensibles frente a la adversidad y el dolor de muchos de nuestros conciudadanos.
En esa misma ruta nuestra lucha es ahora por dar consistencia a un tejido social más cohesionado, en que la familia se consolide como un eje vertebrador que promueva equidad, seguridad y bienestar y donde la discriminación por cualquier motivo sea cada vez más un vestigio del pasado.
Una premisa esencial para avanzar por esta senda es el saneamiento de las finanzas públicas y el combate frontal contra la corrupción. La planeación, la sensibilidad social y la disciplina en el uso de los recursos públicos que pertenecen al pueblo han sido, por eso, una prioridad de mi gobierno.
Como también lo ha sido la aplicación de la ley frente a quienes sin principios ni escrúpulos saquearon al erario y lastimaron profundamente a la sociedad tabasqueña. Cerrar la puerta a la ilegalidad y al abuso es uno de mis compromisos más importantes, que hoy refrendo frente a todos ustedes.
Contra lo que pudiera parecer en una mirada superficial, el decir no a la impunidad y aplicar la ley sin revanchismo pero con firmeza, es un ingrediente imprescindible para avanzar en una auténtica reconciliación entre todos los tabasqueños. Estamos sentando las bases de un nuevo pacto social en el que no hay cabida para la simulación, el despilfarro, la improvisación y menos para los actos de corrupción.
El conjunto de los actores políticos tenemos que demostrarle a la sociedad que la auténtica vida democrática no admite estos vicios y que sus liderazgos están a la altura de los desafíos y los anhelos del presente. De aquí que tengamos que consolidar nuestras instituciones, actualizar nuestras leyes e impulsar una inclusión cada vez más intensa de la sociedad en la deliberación pública y en la toma de decisiones.
Tenemos, en síntesis, que consolidar la democracia y concebir nuevas formas para nuestro desarrollo político, sobre la base de la modernización institucional y de una cultura y una ética pública renovadas.
Esa es quizá la condición mayor para cerrar virtuosamente el círculo que une al pueblo con sus gobernantes, que deben ser vistos como servidores públicos.
Porque hoy sabemos, como lo sabían los tabasqueños que hace ciento cincuenta años encabezaron las lucha por la soberanía, que ningún esfuerzo y ningún proyecto son posibles si no es con el concurso y la participación decidida de las mujeres y hombres que son el alma y el cuerpo de nuestra sociedad.
Si no hay participación social, corresponsabilidad e involucramiento activo en las diversas áreas de actividad, no habrá  gobierno que por sí sólo pueda resolver de raíz los complejos problemas que estamos atendiendo.
Siguiendo las enseñanzas de nuestra historia, permítanme hoy reiterar entonces la convocatoria a todas y todos los tabasqueños para sumarnos a un proyecto común que no es otro, más allá de cualquier interés o filiación política particular, que el del bienestar y el progreso de nuestro Estado y sus habitantes.
Vamos a sellar una gran alianza social que aporte el capital humano y político necesario para avanzar con dignidad y confianza en la ruta transformadora que nos hemos trazado. Y de nueva cuenta, como sucedió hace ciento cincuenta años, por amor a Tabasco vamos a superar nuestros retos y desafíos.
Vamos, hombro con hombro, a ganar nuestras propias batallas y a caminar con certeza hacia un mejor destino
Ese es hoy el mejor homenaje que podemos hacer a quienes ayer con tanta convicción y entereza hicieron de Tabasco su razón de ser y su destino de vida.

 

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