Arturo Núñez Jiménez está pasando por su mejor momento como gobernador del estado. Tres años de dificultades políticas, de incertidumbre, de crisis económica. Han mostrado la templanza que debe tener quien gobierna Tabasco. Los ex gobernadores que por aquí “vacacionan” y los políticos de experiencia que hacen lo mismo sin querer queriendo. Saben de lo que se está escribiendo en este editorial. No es fácil. Decía el gobernador Andrade, en un momento de lucidez supremo, que en Tabasco no hay ni buenos ni malos gobernadores. Hay simplemente gobernadores que ejercen el poder en los tiempos y circunstancias que les toca vivir y todos los casos distintos pero igual de difíciles y complicados todos ellos.
Solo los políticos de tiempo completo saben cuándo se tienen aciertos y desaciertos. Fortalezas y debilidades, pero sobre todo cuando se tiene clase, calidad, calidez, templanza y coraje para superarlos. Núñez lo ha hecho. Todos los gobernadores, hasta los del PRI, han mostrado cualidades en momentos difíciles. Nuestro gobernador actual, con muchas cosa en contra y pocas a favor, ha logrado imponerse paulatinamente, sin prisas, pero sin pausas a todas las circunstancias adversas que rodean el hecho de gobernar Tabasco.
Estando aquí todos reunidos por motivos electorales y en torno al cuento del “viejo canasto lleno de cangrejos”, se hace inconcebible que no podamos ponernos de acuerdo, cuando hay más cosas que nos unen a las que nos pueden mantener separados.
Los viejos discursos llenos de rencores, casi siempre de colaboradores frustrados y con falta de capacidad y carácter para discernir y poder distinguir entre lo que nos urge, conviene y necesitamos, deben de quedar atrás.
Vienen para los tabasqueños momentos difíciles. Sin presupuesto propio, solo podemos aspirar, por el momento, a esa larga espera, a que en un tiempo perentorio, regrese con renovados bríos el sustento de miles de familias tabasqueñas: el renacimiento de la industria petrolera.
No hay pretexto de injerencias electorales. Las reuniones en lo “oscurito” o las acusaciones de trampas infundadas en procedimientos electorales, demuestra el pensamiento arcaico que aún existe en algunas personas. Lo bueno, que al menos por parte de los candidatos del PRI y del PRD, ese discurso obsoleto, no se ha dado.
Hay que tener presente que la anulación de las elecciones, a decir del máximo Tribunal, fue por causas imputadas a la propia autoridad electoral y no al gobierno ni a ningún partido en específico. Eso nos debe de dar tranquilidad para el futuro.
Tenemos un buen gobernador. Sí, es cierto: no apapacha a nadie ni anda de zalamero. Simplemente es un hombre serio que ve su actividad dentro de la más completa sobriedad republicana. Es cuestión de estilos. Pero de que se tiene que reconocer esas cualidades, ni hablar, sobre todo aquellos que ya estuvieron en el cargo y saben de esto, como lo son Manuel Gurría, Roberto Madrazo, Manuel Andrade y Enrique González Pedrero.
