Apatzingán, ciudad fantasma y sitiada
Comercios cerrados, locales quemados y casquillos de fusil en el suelo. Las vacías y temerosas calles de Apatzingán, Michoacán, que las autodefensas han sitiado para expulsar al cártel Los Caballeros Templarios, presentan un panorama desolador. Apatzingán. Agencias «Recorra el pueblo, cuente los negocios abiertos. La iglesia está abierta porque tenemos que pedirle a Dios que […]
14 de enero de 2014

Comercios cerrados, locales quemados y casquillos de fusil en el suelo. Las vacías y temerosas calles de Apatzingán, Michoacán, que las autodefensas han sitiado para expulsar al cártel Los Caballeros Templarios, presentan un panorama desolador.

Apatzingán.
Agencias
«Recorra el pueblo, cuente los negocios abiertos. La iglesia está abierta porque tenemos que pedirle a Dios que no nos llegue una bala perdida, un granadazo», relata angustiada a la AFP una mujer de 35 años que sale de la iglesia en el centro, donde sólo uno de sus 27 comercios abrió sus puertas.
Apatzingán, que tiene unos 120,000 habitantes, es el gran objetivo de las autodefensas de Michoacán, los grupos de vecinos que se han armado contra Los Caballeros Templarios y que han ido tomando pueblos que consideraban bajo influencia de los narcotraficantes.
El pasado domingo, las autodefensas tomaron el control de la localidad de Nueva Italia y terminaron de rodear Apatzingán, asegurando que pretenden asaltarla pronto.
El gobierno federal anunció el lunes que asume la seguridad de Michoacán y pidió a las autodefensas que dejen las armas y se replieguen a sus comunidades de origen. Sin embargo, voceros de las autodefensas rechazan cesar su ofensiva hasta que sean detenidos los jefes de los Templarios, el cártel que ha sembrado el terror con extorsiones, secuestros y asesinatos en Michoacán por años.
La cercada Apatzingán, la mayor ciudad de la región de Tierra Caliente, ya ha sufrido los embates de la violencia que se ha apoderado de este estado en los últimos meses por la batalla entre autodefensas y los Templarios.
Desconocidos encapuchados quemaron parcialmente el pasado viernes la alcaldía así como varios negocios y automóviles, en lo que fue considerado como una advertencia de los Templarios para que no intenten arrebatarles su gran feudo.
Desde entonces, la población del centro neurálgico y polo económico de esta región productora de limón y aguacate vive prácticamente encerrada en sus casas.

NO NECESITAMOS QUE NADIE SALVE AL PUEBLO
Más que las entrada de las autodefensas a Apatzingán, «lo que nos tiene con temor» son las quemas de negocios, de automóviles y bloqueos, cuenta a la AFP Javier Cortés, el párroco de la catedral.
«A pesar de que el ejército y la policía federal están aquí, no sentimos seguridad», añade el sacerdote.
En las calles aún hay casquillos de fusil regados en las banquetas y calles. En los negocios incendiados y en la alcaldía aún flota el olor a combustible con el que les prendieron fuego.
Las autodefensas ya intentaron apoderarse de Apatzingán el pasado octubre, pero el ejército les obligó a entrar al pueblo desarmados y después tuvieron que huir del lugar al ser recibidos a balazos.
Las autoridades también temen el regreso de las autodefensas, que suelen neutralizar a los policías locales de los pueblos que toma para encargarse de la seguridad, quitándoles las armas y en algunos casos deteniéndoles.
«Aquí se dice que van a regresar y que nos van a desarmar. A ver qué nos hacen», señala de forma anónima un comandante de la policía local mientras muestra los daños en el edificio de gobierno.
Además, desde el fin de semana los dos ingresos carreteros del poblado permanecen resguardados por retenes de las autodefensas, que prohíben el paso a distribuidores de gasolina y diesel.
Hernán Gómez Vargas, integrante de la Organización Civil Grupo Paz y Dignidad, considera que la presencia de los grupos comunitarios alrededor de Apatzingán ha generado incertidumbre en los vecinos.
«La población rechaza rotundamente a estos grupos, no necesitamos que nadie venga a salvar al pueblo», proclama.

Compartir: